La conquista de Georovia V. La solución final

Texto escrito por Julián Chaves

La conquista de Georovia I. El gran éxodo

La conquista de Georovia II. Polvo, sudor y lágrimas

La conquista de Georovia III. El cisma

La conquista de Georovia IV. El precio de la paz

La conquista de Georovia V. La solución final

Ya estaba todo dispuesto. El teniente Borrak observó todo el dispositivo que se había montado y no dudaba de que aplastarían a los mamarrachos de Timka. Esos imbéciles se habían aprovechado de las buenas intenciones del capitán Rijka y ahora pagarían por todo ello. El capitán andaba pensativo y serio, en realidad aquello no le gustaba, quizás no había otra opción pues el poblado rebelde parecía estar dispuesto a crear problemas hasta el fin de los tiempos.

Cuando llegó a Georovia creyó que las dificultades propias de instalarse en un nuevo lugar unirían a la gente, pero lejos de eso ahora estaban a punto de destrozar a otros troncaros. Todo se había complicado el día del aterrizaje, de eso él no tenía culpa. Quizás los que no analizaron suficientemente la atmósfera de Georovia fueran más responsable, pero en última instancia a él le constaba que se hizo todo lo que se pudo, la situación ya era bastante complicada cuando salieron de Troncara. Desde luego la culpa era de los Vastopronianos. De todas formas sentía que había fracasado personalmente como capitán, él quería la paz y ese día habría guerra.

Preska, el explorador oficial de Vapla, vigilaba con comodidad la actividad del poblado de Gran Aluvial. Desde aquel cerro, situado a una distancia bastante prudencial podía observar a grandes rasgos la actividad de aquellos habitantes de las llanuras. Todo parecía normal, cultivaban la tierra, estaban todos incluidos los rehenes de la mina. Parecían estar construyendo acequias desde el caudaloso río. Ahora aquella tierra aún sería más productiva, incluso lo sería durante esos meses más secos que se daban en la zona. Durante varios días la actividad el poblado se centró en eso, pero de repente algo parecía haber cambiado. Creyó ver que construían un foso perimetral a las construcciones e iban rellenándolo de agua. Subían a los montes, algo alejados por cierto, y traían maderas que utilizaban como empalizada. Era un trabajo muy primitivo y poco elegante por la falta de herramientas adecuadas. La actividad agrícola de Gran Aluvial se había transformado en una actividad defensiva y Preska lo tuvo claro; ellos también tenían un informador y estaban observando toda la maquinaria bélica que estaba desarrollándose en Vapla. Supo que había llegado el momento, subió y antes de caer la noche informó a Borrak y a Rijka. El ataque tendría que producirse en la noche del siguiente día, por sorpresa y antes de que pudiesen fortificarse más.

Timka mantenía un regio semblante. Sabía que sería vencer o morir. Realmente no tenía ningún miedo a pesar de saberse inferior en número, en armas e incluso en conocimientos. Él había hecho su apuesta con todas las consecuencias, y prefería antes mil veces morir que vivir bajo el mando de otros, y menos bajo la tutela de la vieja guardia militar troncara a la que pertenecían Borrak y Rijka. Eso nunca.

Sus directrices eran claras, desviaría toda el agua posible del río, y se defenderían a pedrazos desde la lejanía y con armas de madera desde la cercanía. No habían podido construir herramientas metálicas pero confiaban todas sus fuerzas al agua y a una planta venenosa que habían descubierto no hace mucho tiempo. Esta planta era extremadamente irritante al contacto con la piel y se utilizaría compactándola y lanzándola con hondas desde el poblado. Además sus rudimentarias espadas de madera podían ser untadas con su jugo, generando con el más pequeño roce importantes urticarias. No era mucho, pero jugarían sus cartas hasta el minuto final. A parte, Timka ya se había encargado de insuflar en su gente este espíritu de lucha, su discurso en el que se mostraba como la única persona capaz de llevarles a la libertad, de ser participes de algo grandioso. Él afirmaba que solo merecía la pena vivir si era bajo su mandato y los demás le creían.

Estaban a punto de atacar, Borrak estaba a la cabeza, Rijka se desplazaba hacia uno de los flancos. Se habían configurado varios grupos y se habían dado instrucciones muy precisas sobre el papel que tendría que tener cada uno. No solo tenían la ventaja del metal sino que además Borrak y Rijka eran militares profesionales, tenían conocimientos muy avanzados y su visión estratégica era simplemente sublime. Por su parte, Timka solo era un camorrista y sus secuaces un rebaño de paletos sin criterio, por lo que su estrategia de defensa tuvo un escaso éxito. Los de Vapla llevaban armas metálicas, protecciones en pecho y cabeza, mediante catapultas primitivas lanzaron piedras que destrozaron a los defensores y permitieron cruzar los canales usando escalas de tula que tendían a modo de puentes sobre estos. Los estaban aplastando, Timka estaba sufriendo una derrota sin paliativos, él lo sabía al igual que sabía que solo él quedaba en pie, pero no pensaba abandonar hasta que no llegase verdaderamente su final. Entonces fue cuando se cruzó con el teniente Borrak, no hubo cruce de palabras, tan solo un crudas miradas de despreció. Timka abrió los brazos en cruz mientras sostenía la mirada, entregándose a la superioridad de las armas de Borrak con la mayor dignidad posible. Este no dudó. La batalla había terminado, ya solo quedaba un pueblo troncaro sobre Georovia, no había desertores, ni rebeldes, y rescataron a aquellas mujeres secuestradas antaño y a los rehenes de la mina. Quedaba claro que a partir de ahora solo habría un solo camino a seguir.

Al día siguiente Borrak estaba exultante y decidió organizar un festín, proponiendo alargarlo durante tres días. Se sentía un triunfador, un gran director de ceremonias. Se encargó de que estos acontecimientos pudieran tener constancia para que cuando pasaran los siglos y los troncaros poseyeran un magnífico reino se le pudiese recordar como el precursor de todo ese esplendor. Pensaba que él y su arrojo para solucionar la amenaza de la banda de Timka eran los verdaderos héroes en esta misión. Además pensaba que Rijka era un pusilánime y que cuanto más viejo se hacía, más lo era, y eso no era lo que necesitaban para prosperar en Georovia. Necesitaban sembrar la semilla para que en el futuro se igualasen las condiciones que existían en su planeta natal, pero además había que estar preparado para una potencial invasión exterior. La actitud siempre casi siempre conciliadora de los troncaros —pensaba Borrak— les había llevado a la ruina cuando los Vastopronianos llegaron. Se juró que a partir de ahora su pueblo sería más combativo. También se sintió líder, se sintió reconocido, se sintió el único capaz de liderar aquella aventura extenuante y eterna. Por otro lado, el capitán Rijka se había autorretirado. Se sentía débil y cansado, y que con aquella batalla se había perdido más que ganado, no por las víctimas en sí, que a fin de cuentas eran un problema para su sociedad sino porque la situación no correspondía para nada con lo que había soñado y diseñado. Se sintió viejo, solo y desolado, pasando los días sentado, pensativo, frente a ese imponente río. Empezó a morirse un poco el día en el que Borrak encargó construir una gran estatua metálica en Gran Aluvial a fin de conmemorar el día de la “Batalla de Liberación y Progreso”. Pensó seriamente que había perdido la cabeza, que se estaba convirtiendo en un caudillo cuando lo veía sentado, comiendo y bebiendo, dirigiendo a los demás sin trabajar ni colaborar en lo más mínimo. Sus formas eran un tanto prepotentes y sus recientes aires de grandeza venían insuflados por él constante reconocimiento de los demás como gran artífice de la etapa que comenzaba. Rijka no podía entender lo maleable que podía llegar a ser la gente ante el empuje de un hombre inteligente y carismático. Decidió llamar la atención a Borrak, después de todo había sido su subordinado muchos años y tenía suficiente autoridad moral para ello y más, simplemente su comportamiento no era el adecuado y él debía advertírselo. Pero el teniente despreció su comentario e instó a que se lo llevarán de allí. Y Rijka murió un poco más.

Había que reconocer que Timka y los suyos habían trabajado duro, habían cultivado una gran cantidad de tierra y habían obtenido muchas reservas alimentarias. Por ello el ahora jefe de Gran Aluvial decidió que ese sería a partir de ahora el centro neurálgico de los troncaros. Sería la capital, basada en la posibilidad de crecimiento casi ilimitado y en la gran productividad agrícola. Por otra parte Vapla se utilizaría como almacén para los materiales y productos de la mina de tula, haciéndose prioritaria la construcción de un camino que uniera ambos poblados y facilitara la llegada del metal a la nueva capital. Aunque de momento ya había personas que recorrían la distancia entre ambos lugares con el objetivo de proveer los materiales necesarios para construir la estatua. Para Borrak esto parecía ser prioritario, necesitaba verla terminada y poder admirarse a sí mismo.

Comenzó a llover, y lo hizo como nunca habían visto en aquella tierra. Conocían la lluvia, no era rara en aquellas zonas como tampoco lo era la niebla, pero esta vez era diferente. Fueron muchos días lloviendo intensamente, sin pausa ni respiro. El río se desbordó anegando multitud de cultivos, aquellos canales defensivos superaron su parte superior y anegaron fácilmente el poblado. Siguió lloviendo y varias casas fueron arrastradas, las demás se tambaleaban. La situación fue dantesca durante esos días y fue dramática en los siguientes. El rio comenzó a bajar, pero la zona se convirtió en un terreno enfangado y pantanoso. El agua, cargada de sedimentos descendidos de las montañas, era sencillamente inbebible, los cultivos estaban arruinados y hordas de pequeños insectos asaltaban a los vecinos sin piedad. Días después algunos de los habitantes comenzaron a vomitar, a tener escalofríos y fiebre. No solo estaban atrapados entre lodo y fango, amenazados por el hambre y la sed, sino que además comenzaban a enfermar. El escenario era pésimo y algunos de los técnicos propusieron volver a subir a Vapla. Rijka estaba con ellos y pensaba que nunca habían tenido que bajar allí, o la paz de las montañas o la búsqueda de el sitio marcado inicialmente, pero bajar a los llanos de los pantanos había sido todo un error y lo más grave es que esto ya fue advertido en aquellos primeros días de internamiento en el planeta. Por su parte Borrak no quería abandonar el lugar sin ver terminada la estatua y se afanaba en que nadie abandonara el poblado, parecía que su ego estaba por encima de todas las cosas. ¡No os preocupéis! Yo solucionaré esto —decía el teniente con aires de grandeza— este lugar es muy productivo, aquí podremos evolucionar tal y como hemos soñado siempre. Pero la gente seguía enfermando y los insectos seguían picando a la par que el mensaje de Borrak se diluía entre las toses febriles y los vómitos de sus paisanos.

El teniente-caudillo instó a los técnicos que aún quedaban a encontrar un remedio, pero estos se negaron, afirmaban que era demasiado tarde y que los pocos que quedaban volverían a subir a las montañas, aun sabiendo que quizás ya estaban infectados y era demasiado tarde. En pocas horas ocho personas, incluido Rijka, salieron de Gran Aluvial buscando el camino de Vapla, tan solo Borrak quedó en los llanos, febril y abrazado a esa estatua a medio construir mientras gritaba:

—¡Cobardes, huid, yo solo levantaré este gran pueblo, yo construiré algo que merezca la pena! ¡Panda de flojos! ¡Yo tengo el remedio a la enfermedad!

Deliraba y acabó sus días delirando, justo ahora que dejaba de ser un subordinado. El destino le había jugado una mala pasada a sus incipientes ambiciones.

Rijka y los demás comenzaron a subir, a duras penas, pues estaban muy debilitados y parecía claro que todos estaban contagiados. No hablaban, no se miraban y andaban cabizbajos a sabiendas de que su futuro inmediato estaba escrito. ¿Por qué? Era la pregunta que asediaba la cabeza de Rijka, ¿había sido demasiado confiado? ¿Había sido un error no intentar imponer duramente la autoridad de la que gozaba desde un principio? ¿Había sido poco ambicioso conformándose con vivir en Vapla? ¿Tuvo que haberse negado a embarcar a Timka en Troncara? Después de todo ya conocía sus maneras en su planeta natal. ¿Estaría muy lejos aquel lugar que parecía idílico? ¿Hubiera sido posible llegar hasta allí? ¿Por qué Borrak había perdido la cabeza tras la batalla? Nunca mostró tales ambiciones, ¿o quizás toda persona tiene un egocentrismo subyacente que solo se manifiesta en situaciones concretas? ¿Podrían haber sacado más partido de sus conocimientos técnicos?, ¿o eso no hubiera podido competir contra los bajos instintos? ¿y contra un medio totalmente desconocido?

Se sentía abrumado, desconcertado y triste, y en su último alarde de lucidez grabó en una piedra una frase que necesitaba expresar. Sin pensar en quién la pudiese encontrar muchos siglos después, sin pensar en si era bonita o fea, sin sentirse orgulloso de ella, ni tampoco avergonzado, dejando atrás todo atisbo de reconocimiento personal y tan solo pensando en la necesidad vital que tenía en ese momento de mostrar sus sentimientos.

“La vida es una lucha, una lucha constante y a muerte, que comienza al tomar la primera bocanada de aire y que a pesar de los múltiples caminos posibles siempre tiene un mismo destino final; alcanzar nuestra libertad, alcanzar nuestra felicidad”

Ecklo Mustg Rijka, Capitán del honorable ejército de Troncara. En busca de la paz y la prosperidad de mi pueblo.

1 comentario en «La conquista de Georovia V. La solución final»

  1. Hoy me he terminado de leer estas historias de Georovia. Y voy a dejar aquí dos opiniones, la mía como lector y la mía como editor de ULÛM.

    Lector:

    He disfrutado con estas historias, que de forma muy breve han contado una historia interesante, hasta tal punto de hacer que quisiera leer las continuaciones. El estilo ha sido rápido, simple y al grano, y eso ha estado bien. Espero volver a leer algo de ficción tuyo algún día, dado que tus ideas me han gustado.

    Editor de ULÛM:

    Sencillamente estoy orgulloso de escribir en una página como esta, porque además de gustarme escribir leo como un descosido todo lo que se publica de los otros administradores y colaboradores. Sencillamente estoy orgulloso de haber creado junto a Dani y tú la página de ciencia y ciencia ficción que a mi me habría gustado leer y que no encontraba.

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