Falacias lógicas, parte III

Entrada escrita por Dani Martínez

Un día más en la oficina, y una entrega más de las falacias lógicas. Quizás ya seamos capaces de enfrentarnos al cuñado pesado e impertinente, pero, ¿estáis seguros que podéis con la suegra? Mira que esto ya son palabras mayores, es como el jefe final de un videojuego al cual llegas con la vida hecha un cristo, sin pociones, con un equipo hecho de paja y cuero, y con un nivel que hasta los escarabajos te pueden pegar. Son maestras en el arte de llevar la conversación a sus reinos y hacer que te pierdas en sus densos bosques de argumentos falsos. Con un poco de esfuerzo te pueden hacer creer de la existencia de un quinto punto cardinal, o de que no hay fuga de jóvenes españoles. Pero tranquilos, en esta tercera entrega os daré un equipo de nivel contra los jefes tipo “deducción incorrecta”. Empecemos.

Problema de la composición

Seguramente el nombre no os suene mucho, pero es fácilmente reconocible. Es la típica generalización que se hace a partir de sucesos aislados, donde uno extrae evidencias para todo un conjunto de personas. Por ejemplo, por todos es sabido que gran parte de los países piensan que el español duerme una siesta de una o dos horas habitualmente. O que a todos nos gustan los toros. O que bebemos mucha cerveza. Bueno, en esta última quizás tengan algo de razón.

Realmente tenemos un ejemplo real y muy cercano donde ha ocurrido esto, y es con el trágico suceso de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, donde no ha sido extraño oír o leer que la culpa la tiene el islam o los musulmanes en sí. Es como decir que todos los hinchas de un equipo tienen la culpa de las barbaridades que hacen los ultras. No tiene sentido.

Problema de la división

Este caso es similar al anterior, pero con matices. Ahora partimos de que sabemos que un cierto colectivo tiene unas determinadas características y que son ciertas. A partir de ahí deducimos que CUALQUIER individuo tendrá todas esas características sin dudarlo. Como siempre, he aquí un pequeño ejemplo.

Imaginemos que conocemos a una persona y que de pronto nos dice que es seguidor de cierto partido político (cualquier). Automáticamente, solemos pensar que esta persona será intransigente con ciertos temas, que tendrá unos ciertos gustos y que pensará de una forma determinada. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. El humano, por norma general, no es tan simple, y aunque pertenezcamos o sigamos a ciertos partidos políticos, podemos ser más moderados de lo que parece. O al revés, se puede ser mucho más extremista. Por lo tanto, lo asumir que una persona será de una cierta forma por este tipo de situaciones nos llevan (normalmente) a errores y prejuicios.

Falacia del diseño

Una de las que más suele colar. Esta falacia se basa en que si el argumento suena elegante y bien diseñado, ha de ser cierto. Pues oiga, puede que no, a veces la realidad se empeña en ser jodidamente complicada, enrevesada, y llena de vaivenes. O simplemente es mucho más simple de lo que creemos. Aquí me viene a la mente el clásico argumento de “la navaja de Ockham”, donde dice que “la solución más simple suele ser la correcta”. Pues bueno, suena a una frase bonita, pero no necesariamente ha de ser así. Digo que es de las que más suele colar porque solemos pensar que, cuando alguien dice algo que suena bonito y elegante, ha de ser verdad. ¿Alguien dijo políticos?

Falacia del apostador

Para esta vamos a tener que repasar un pequeño aspecto de estadística. Esta falacia se basa en asumir que, dependiendo de unos resultados independientes entre sí, el siguiente está influenciado por ellos. Un ejemplo fácil y que se nombra en la imagen que os comenté en la segunda entrega es el de la moneda, y en el que estoy seguro que habréis caído muchos de vosotros. Imaginemos que tiramos la moneda 5 veces, y siempre nos sale cara. Al tirar la sexta vez la gente tiende a pensar que la probabilidad de que salga cruz es más elevada ahora, porque les han salido 5 caras seguidas. Nada más lejos de la realidad. ¿En qué interviene el quinto lanzamiento de la moneda cuando hacemos el sexto? En absolutamente nada. Esto es lo que se llaman dos sucesos independientes entre sí. Ahora bien, ¿cuál es la probabilidad de que me caiga un rayo en mi casa? Pues dependerá de si hay tormenta o no, de si ésta es eléctrica o no, de si mi casa está en una zona peligrosa o no. Todo ello tiene ciertas probabilidades de ocurrir, y están asociadas entre sí, por lo que la probabilidad de que me caiga un rayo en casa depende de las anteriores. Son sucesos dependientes.

Esta falacia podría aplicarse a las supersticiones típicas de “si paso por debajo de una escalera tendré mala suerte”, “si veo un gato negro tengo mala suerte”, “si me encuentro un trébol de cuatro hojas tendré mucha suerte” y un larguísimo etcétera. Son cosas que no tienen ninguna relación, y que no intervienen la una en la otra.

Intersección malinterpretada

Y acabo la entrada de esta semana con una de las gordas. Además, usaré el ejemplo que viene en la web que os he puesto. Esta falacia se basa en que, si dos cosas comparten alguna característica, no las convierte en la misma cosa. El ejemplo que os comento es el de la teoría de la evolución. Imagino que el lector tendrá una noción de lo que significa una “teoría” en el modo, digamos, clásico. Pensará que una teoría es lo que uno piensa que puede ser posible, pero que aún no ha sido demostrado. Algo al más puro estilo “sherlockiano” donde yo pienso que un suceso en la naturaleza puede ser debido a algo que me parece lógico, pero que no he podido demostrarlo aún.

Pero realmente, a lo que llamamos teoría en ciencia es algo más complejo que estos ejemplos. Una teoría, en ciencia, son un conjunto de hechos e hipótesis que apoyan un modelo. Por ejemplo, el de la evolución, o el de la gravedad. Es cierto que hay hipótesis, y que éstas han de ser demostradas o refutadas (realmente refutadas, ya hablaremos del falsacionismo en otra ocasión).

Entonces, aunque ambas definiciones tienen en común el que hay cosas que se hipotetizan pero que no han sido demostradas, no por ello se convierten en la misma cosa. La evolución en sí está probada y demostrada hasta la saciedad. La teoría gravitacional también. Sin embargo, en muchas discusiones con creacionistas o gente de pensamientos similares, es normal que utilicen este ataque, alegando que “la teoría de la evolución no es cierta porque aún es una teoría y no un hecho”. Nada más lejos de la realidad. Tampoco veo a estos señores saltando de edificios para ver si la teoría gravitacional de Newton o Einstein es cierta o no.

Y hasta aquí la sesión de hoy. Hemos aprendido a que sacar conclusiones precipitadas a partir de deducciones incorrectas no es el mejor camino para demostrar o apoyar nuestro punto de vista. Algunas de estas falacias son más complicadas de evitar, pero la gracia del asunto está en que nadie es perfecto y uno ha de ser autocrítico con aquello que cree o piensa, y si es incorrecto o está montado sobre una base que no es cierta, lo mejor es cambiarlo cuanto antes. Nos seguimos leyendo.

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