Texto escrito por Daniel Martínez
Cuando un solo libro gana, en un año, los premios Hugo, Nebula, British Sciencie Fiction, Locus y el Arthur C. Clarke, a uno le entra la curiosidad de cómo será ese libro, y por supuesto, de leerlo. Siempre y cuando sepas qué significan esos nombres que he puesto arriba. Básicamente son los pesos pesados de los premios en literatura de ciencia ficción (aunque por ahí faltaría el John Campbell Memorial). Todos conocemos ejemplos de cosas muy premiadas pero que realmente después no eran para tanto. Pasa continuamente en cine, en televisión, en música, y por supuesto en literatura. Pero uno esperaría que si has obtenido esos cinco premios, el libro fuera cuanto menos interesante. Pues error. Como a veces parece que la tendencia de esta página sea hacer reseñas de cosas que nos gustan, hoy voy a romper un poco el molde y hablaré de este libro, Ancillary Justice, el cual ha sido una decepción para mí.
Lo primero de todo, el argumento no está del todo mal, y hay elementos que son interesantes. El libro está catalogado como Space Opera, es decir, hay naves, un imperio galáctico, una cultura bien diferente a la nuestra, y una serie de avances tecnológicos. Las naves son uno de los elementos interesantes, ya que están dominadas por enormes inteligencias artificiales (IA) que a su vez controlan cuerpos humanos a los que se les han instalado implantes en el cerebro para crear una especie de mente en múltiples cuerpos. Es decir, la IA central controla a todos los cuerpos, y cada uno de ellos es capaz de mandar la información de sus sentidos a la unidad central. Y no tienen voluntad. De hecho, el o la líder (ahora pasamos a ello) del imperio, llamado Radch, funciona de una forma similar y tiene múltiples cuerpos que sí que son capaces de pensar por sí mismos, pero unidos bajo una misma personalidad. Podríamos decir que son algo más autónomos que los que he mencionado. En el tema de la cultura, el imperio no diferencia entre géneros de hombre o mujer, y en el libro siempre se refieren a otras personas bajo el pronombre femenino (she), de ahí a que no sepamos si el líder del imperio es EL o LA líder. También, cuando el protagonista habla con gente en otros idiomas, ahí tiene dificultades para referirse a esas personas por su género correcto, ya que en esos idiomas sí que hay distinción.
Son pequeños detalles que nutren un trasfondo que es más o menos interesante. ¿Dónde falla el libro entonces? En lo clave, en sus personajes y en la historia. El protagonista del libro es uno de los cuerpos de una nave. Hasta ahí todo bien. Pero es que su personalidad se resume a “estoy enfadado y quiero venganza” durante todo el libro, y no tiene nada más. De hecho, la venganza que intenta planear no tiene sentido alguno, y me niego a pensar que un señor que ha sido una súper IA no sepa diferenciar entre una venganza factible y un acto estúpido como el que quiere cometer. Y aquí llegamos al otro gran punto nefasto de libro. Y es que conforme leía cosas tenía la sensación de que no me interesaban lo más mínimo. Que eran totalmente prescindibles. Y que el tempo de la escritura era entre regular y malo. En el primer libro se pasan una buena parte del mismo en una sola habitación. Y esto es Space Opera…
Aparte del personaje principal, los secundarios son casi inexistentes, e igual de planos que el encefalograma de Belén Esteban. No tienen emoción alguna y actúan de formas totalmente inverosímiles. Algunas partes de la trama me parecieron totalmente forzadas a que sucedieran de tal forma que uno tuviera una mínima sensación de acción. Es decir, este libro falla en lo importante, que es intentar contar una buena historia. Y es una gran pena porque hay algunos elementos del final que sí que son interesantes en la historia, y que podría haber hecho que la continuación fuese buena. Pero no. El segundo libro es incluso peor. Quizás me anime a hacer otra entrada sobre el mismo.
Sé que estoy siendo quizás demasiado duro con este libro, pero lo siento, si me lo venden como el ganador máximo de todo esos premios, yo quiero un mínimo de calidad y seriedad en la escritura. Sobre todo después de haber leído obras geniales que no han obtenido casi reconocimiento y que la gente prácticamente no conoce, como Blindsight, cuya reseña hice hace unas semanas.
Adoro la ciencia ficción. Me encanta, y me parece una forma perfecta de intentar plasmar las inquietudes de cómo podría ser nuestro futuro. Existe ciencia ficción más dura y menos dura, y los space opera no suele ser dura. Pero eso no le exime a una obra el ser consistente dentro del universo que crea, y este libro no lo llega a conseguir. Una pena, como ya he dicho, porque ideas interesantes tiene, pero de nada valen si después no sabes desarrollarlas y contestarlas de forma correcta.
Daniel Martínez Martínez (@dan_martimarti) es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó el máster Biología molecular, celular y genética. Realizó su doctorado a caballo entre el FISABIO (Fundación para el fomento de la investigación Sanitaria y Biomédica) y el IFIC (Instituto de Física Corpuscular). Su labor investigadora está centrada en el estudio de la relación entre la composición funcional y de diversidad de la microbiota humana, y el estado de salud-enfermedad de los individuos. Durante los últimos años ha mantenido una actividad de divulgación científica escrita, además de participar en la organización de eventos como Expociencia. Actualmente trabaja en el Imperial College de Londres.