El precio del progreso: «hijo, yo al menos reciclaba».

.El precio del progreso: los ancianos venerables

.El precio del progreso: «hijo, yo al menos reciclaba»

Hace unas semanas inicié una serie de artículos bajo la idea de que, debido al progreso humano, hemos tenido que pagar algún precio por las cosas que tenemos. En el artículo anterior especulé sobre el papel que tiene la experiencia en la actualidad debido a la elevada velocidad de avance tecnológico y científico, pero esta semana quiero hablaros de un tema que mi amigo Julián Chaves —que además es otro de los editores de ULÛM— trató en su magnífica saga de artículos titulados Homo problematicus: la degradación del medio ambiente [1]. Y como me gusta relacionarlo todo con cosas que a primera vista no tienen nada que ver he decidido mezclarlo con mi tema de conversación favorito: yo.

Bromas aparte el otro día estaba acordándome de algo que me pasó de pequeño. Mi padre era vendedor de mercado y hasta hace no mucho tiempo yo le acompañaba a comprar: tengo muchos buenos recuerdos dentro de fábricas de lejía, tiendas para mayoristas y almacenes de textil. Recuerdo que una vez estábamos en una fábrica de mochos y mi padre estaba hablando con el dueño, no recuerdo exactamente de qué pero para mí eran conversaciones de mayores y me sentía legitimado para salir corriendo y planear trastadas. No obstante no encontré gran cosa que hacer más que darle a una caja de cartón con un palo que me encontré en el suelo —pasatiempo que practicaba mucho por aquel entonces—, así que cuando mi enemigo yació a mis pies, vencido y completamente agujereado, regresé a donde estaban ellos. La conversación se alargó y me aburrí mucho así que cuando mi padre terminó de comprar nos dirigimos a la furgoneta, donde le pregunte: papá, ¿por qué en estos lugares no hay nada que hacer para los niños pequeños? Él, en contra de decirme lo obvio, me explicó de manera más o menos realista por qué no había toboganes y atracciones similares allí dentro y finalmente me dijo seriamente: Fernando, hablaré con el dueño de la fábrica y les propondremos algo.

Si estás pensando que esta historia termina con un tobogán instalado en mitad de una fábrica de mochos estás equivocado: mi padre se limitó a decirme lo que muchas veces se le dice a los niños, y ahora es cuando voy a la segunda parte de este artículo.

A nadie se le escapa que, a medida que nuestra sociedad de consumo crece, degradamos de manera más intensa nuestro entorno, y por si fueran pocos los desechos que dejamos en la Tierra ya hemos comenzado con la basura espacial. Es decir, a medida que descontrolamos nuestro crecimiento y consumo también aumentamos la presión sobre el medio, y ese es uno de los precios que hemos tenido que pagar por el progreso, aunque sería más correcto decir que es el precio que hemos pagado por este tipo de progreso que estamos empeñados en seguir.

Ahora es cuando debemos hacernos una pregunta, ¿qué mundo queremos dejar a los humanos del futuro? Mucha gente, ante esa pregunta, se centrará en llevar un discurso ecologista y decir que estas palabras que escribo son ciertas, pero a la hora de la verdad los discursos no valen de nada cuando seguimos utilizando ropa que contamina y que para su creación hace necesario explotar a otros seres humanos (el precio barato tiene que conseguirse de algún modo), cuando tomamos productos con etiquetas ecológicas para sentirnos bien pero en realidad producen un impacto igual o superior (el mero hecho de cultivar y usar más terreno sin usar pesticidas aumenta a su modo el daño humano al medio ambiente), cuando reciclamos pero no disminuimos nuestro consumo (el verdadero enemigo actual es que consumimos recursos por encima de nuestras posibilidades y todo el mundo quiere tener casa, televisión, móvil, zapatillas, coche, ropa, etc), cuando escribimos desde nuestros ordenadores críticas sobre el consumo y nuestra sociedad —tal cual hago yo ahora mismo— y esos mismos ordenadores contienen piezas hechas en países subdesarrollados por gente que vive en la miseria y rodeada de metales pesados. Y así, poco a poco, hasta algunos de los más ecologistas se centran en el discurso y pequeñas acciones que no llevan a ningún lado, pues el verdadero problema no es que contaminamos mucho —esa es la consecuencia—, sino que nuestra idea de progreso está ligada al aumento del consumo y el crecimiento. Y en lo que a la población humana y el consumo se refiere debo decir que basándome en las evidencias soy altamente escéptico acerca del término crecimiento sostenible.

¿Mataremos a la Tierra al final? Seguramente no pero la dejaremos hecha una pocilga, extinguiremos y talaremos, maltrataremos a los débiles y finalmente algún día saldremos a conquistar las estrellas, no sin antes haber explotado a la mitad de la población mundial y arrasado los recursos naturales: los humanos somos por naturaleza exploradores pero no ecologistas ni animales evolucionados para entender la justicia. Así que dentro de muchos años, cuando mi hijo me pregunté por qué no hay bosques cerca de casa y todo huele a excremento, para no sentirme una mala persona y aunque sepa que no era la solución le diré: hijo mio, yo al menos reciclaba.

[1] Enlaces a Homo problematicus

El precio del progreso: «hijo, yo al menos reciclaba». comentarios en «4»

  1. Están muy bien estas entradas, le hacen a uno pensar,

    Pero vengo a criticar XD, como buen científico considero que así es como realmente aprendemos.

    Por una parte, el primer artículo me llamó la atención porque nunca me había planteado la velocidad de desarrollo científico-tecnológico desde ese punto de vista. Pero la conclusión que he sacado es distinta a la que se da en el texto, no considero que ya no se valore al «experto» (anciano o joven) sino que ahora la información útil a almacenar es otra. Ya no son los nombres de los ríos, de las tecnologías, de donde crece X planta, ahora tenemos un gran reservorio con toda esa información (internet) accesible al momento, por lo que la utilidad de la experiencia individual (la escritura no deja de ser la mayor mente con experiencias históricas y de muchísimas personas diferentes) ya no es la que era, pero sigue siendo útil y valorada, lo que pasa que ahora los valores son otros, como el pensamiento crítico para saber QUÉ información es útil y el aprendizaje constante, algo para lo que los sistemas educativos aún no están adaptados.

    Sobre este último texto, no soy tan pesimista, primero porque los bosques y zonas verdes de Europa llevan ganando terreno desde hace muchos decenios, incluso siglos en algunos casos (y España es uno de ellos). Del mismo modo, hace unos años que se están tomando medidas realmente buenas para contaminar lo mínimo posible y ser sostenible a largo plazo, por ejemplo, casi todo el metal que se consume en España proviene del reciclado en nuestro propio país de metales ya usados. Una parte de la contaminación es debida a los países ricos, si, pero otra parte es debida al uso, en los países pobres, de tecnologías obsoletas e ineficientes, por lo que veo el problema mas en los aspectos socio-económicos de los países que en el progreso en sí. Un gran problema para la contaminación es que los países subdesarrollados tienen un crecimiento demográfico en continuo aumento, los desarrollados en cambio consumimos mas por individuo pero no tendemos a crecer en número, por lo que llegamos a un equilibrio en el consumo. Dicho lo cual, y desde mi punto de vista actual, trasladaría el problema al crecimiento demográfico y al subdesarrollo (y por tanto explotación por parte de países ricos) de terceros países.

    Como ejemplo muy por encima, la cultura Maya estaban prácticamente extinguida cuando llegaron los colonizadores europeos debido sobretodo a la explotación ineficiente de su entorno que llegó a tener mas gente de la que podían mantener con su producción, mientras que el Japón de los Shogun (en torno a 1600) se dio cuenta del problema de deforestación que tenían y tomó medidas de control que hicieron sostenible su explotación hasta el punto de ser uno de los países con mayor masa vegetal actual (a expensas también de importar madera que se sobre-explota en Australia). Lo que quiero decir es que esto no es un problema en sí del actual consumismo, si no que viene de largo, pero desde luego hay soluciones y todas pasan por mejorar aún mas en el conocimiento científico y aplicarlo a la tecnología.

  2. Ostia con ULUM, esta revista es mi perdición…

    En este artículo, para tu sorpresa Fernando, destacaré afirmaciones que considero especialmente acertadas:

    «el verdadero enemigo actual es que consumimos recursos por encima de nuestras posibilidades»

    «nuestra idea de progreso está ligada al aumento del consumo y el crecimiento»

    Me alegro que se difundan realidades tan duras y desconocidas como éstas, además con buen estilo literario. Solo puntualizar que el terreno agrícola primitivo se considera medio ambiente, muchas especies que dependían de él estan en extinción por culpa de los pesticidas o la maquinaria agrícola (no me he podido callar). Y una última reflexión:

    Muy a menudo oímos eso de que «la tierra la maltratamos pero los únicos perjudicados seremos nosotros, ella sobrevivirá». Decirte que cuando te he leído sobre la basura espacial, esa reflexión ha hecho un giro de 180º. La basura en términos estrictos, no existe, así que se trata de un expolio puro y duro de la tierra totalmente irreversible. No nos creía tan capaces.

    Salut

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