Si habitáis las tierras ibéricas quizás os habréis dado cuenta de que en los últimos días el cielo presenta un color parduzco, casi marrón. Si os ha dado por mi mirar al cielo y además vivís en una gran ciudad podréis haber pensado en primera instancia que la polución ha llegado a cotas bastante altas, sin embargo, y sin desdeñar esa carga contaminante os diré que ese color marrón se debe a que hemos tenido el Sahara sobre nuestras cabezas. Sí, los vientos del sur reinantes durante el fin de semana han propiciado una irrupción de polvo africano tal y como recogen distintos satélites y modelos de predicción, un fenómeno que lejos de ser extraordinario ocurre con más o menos frecuencia pero no por ello indigno de ser un elemento que me suscita una enorme curiosidad. Es lo que tiene vivir tan cerca del mayor desierto del mundo.
¿Y donde acabará cada grano de arena de los que ha volado por estos lugares? Pues no lo podemos saber con certeza, pero si sabemos que a lo largo de su eterno viaje estos aerosoles van pasando por multitud de lugares, sufriendo multitud de procesos y siendo protagonistas del clima y la meteorología de muchos lugares. Pueden humedecerse y formar gotas de lluvia, depositarse por gravedad y servir de nutrientes o ser arrastrados en masa por el viento y sepultar la vida. El desierto y su inabarcable alcance, ya que bajo su apariencia quieta y moribunda lleva a su influencia a lugares lejanos y a veces insospechados.
Fuente: http://dust.aemet.es/
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.