El día que me desperté y trabajaba para el Opus Dei

Ocurrió de repente. Una mañana desperté y todo parecía normal. El Sol brillaba y era sábado, aunque hacía demasiado frío como para estar en Valencia. Fue lo único que me llamó la atención, así que desayuné un yogur mientras escuchaba las noticias. Las mismas cosas de siempre, así que apagué el televisor y me dispuse a estudiar matemáticas, en concreto la asignatura Lenguaje matemático, conjuntos y números. Encendí el ordenador y entonces ocurrió. ¡Trabajaba para el Opus Dei!

Así, de repente. Como quien va al médico y le dicen que tiene una enfermedad grave, o como quien va caminando tan tranquilo por la calle y le atropella un coche. Resultó que empecé a trabajar para el Opus Dei, sin comerlo ni beberlo. Y no era solo yo, ¡también esta revista y todos sus editores! Y si estás leyendo estas líneas y no entiendes nada, aún falta lo mejor. Nuestra misión, desde esa misma mañana, era evitar que el ser humano alcanzara la inmortalidad. Resultó que había un señor que trabajaba para las empresas tecnológicas más importantes de Silicon Valley —como la NASA y Google—, todo un avanzado de su tiempo, que estaba a tan solo veinte años de conseguir que todos los seres humanos seamos inmortales. Ahora nosotros éramos fanáticos religiosos, y por eso entendíamos que el final de la muerte era el final de la religión, así que debíamos parar a ese gran investigador y orquestar desde ULÛM una campaña internacional para desprestigiarlo.

Claro, en ese momento no sabía qué hacer. El futuro de la religión estaba en nuestras manos, y si desde ULÛM hacíamos algo mal todo podía irse al garete, como por ejemplo nuestro reciente sueldo del Opus Dei. Fui corriendo a ver a Daniel Martínez y Julián Chaves (los otros editores de ULÛM), pero no los encontré en la chabola donde vivían. Pregunté a un señor que pasaba por la calle y me indicó que esa misma mañana, al enterarse de que trabajaban para el Opus Dei y eran ricos, se habían mudado. Fui a visitarlos a su nueva casa, una mansión en una zona de prestigio cuyo nombre no revelaré, y me encontré también a Mariano Collantes (colaborador de nuestra revista) celebrándolo con ellos. Tenían el salón de la casa lleno de billetes, y estaban los tres fumando puros sentados en un sillón hecho de oro. Les expliqué cuál era nuestra misión, pero claro, ninguno de nosotros sabía de conspiraciones internacionales, ¿cómo íbamos a orquestar una para detener la inmortalidad?

Fue entonces cuando se nos ocurrió la idea. Tendríamos que pagar a todos los científicos que trabajaban en envejecimiento para que no dijeran a la gente la verdad: que la inmortalidad sería posible en veinte años. Además, debíamos colarnos en todos los laboratorios del mundo para matar a todos los animales que ya eran inmortales y hacerlos desaparecer, y quemar todos los artículos científicos que indicaban lo cerca que estamos —veinte años pasan volando— de conseguir decir adiós a la tercera edad.

El sindicato de enterradores y el de funerarias, temerosos de perder su trabajo, se unieron a nuestra causa. Al enterarse de que estábamos reunidos llegó la comitiva al completo. El eje del mal. Allí estaba sentado un obispo del Opus Dei cuyo nombre no revelaré, junto a Paco el enterrador, el dueño de una funeraria, Daniel Martínez, Julián Chaves, Mariano Collantes y yo. Preparamos nuestros sobres para sobornar a la comunidad científica y escribimos un artículo para esta revista [1], todo inventado. Pagamos a la Singularity University para que dijera que el científico en cuestión no trabajaba allí, y pagamos a todas las bases de datos de artículos científicos para que eliminaran el rastro de sus investigaciones biomédicas. Ahora, para cualquiera que se tomara la molestia de buscar a ese gran investigador por su nombre y apellidos en las bases de datos, no encontraría sus investigaciones. Parecía que habíamos ganado. Pero no.

El científico, cuando lo descubrió todo, puso nuestro malvado plan en conocimiento de la prensa [2]. Aseguró que ULÛM formaba parte de una estrategia de periodistas afines al Opus Dei para desacreditar sus teorías, trabajo e investigaciones. Además explicó que si la Singularity University miente es porque el actual CEO, Rob Nail, pagó 100.000 dólares para quedarse con el cargo, comprando la universidad, y claro, eso ofrecía una explicación clara y razonada al por qué él seguía utilizando sus credenciales. Y por ultimo, explicó que él está en la punta de la punta de las tecnologías. Dijo que la muerte de la muerte es lo más disruptivo que hay, y que cuando él triunfe será el fin de la religión. Por todo eso, explicó, un grupo del Opus Dei le estaba atacando porque como director de la Asociación Transhumanista Mundial Humanity Plus, queríamos desprestigiarlo, hasta el punto de que ellos eran los malos en la última película de El Código Da Vinci, Inferno. 

Nuestro plan había fallado, todo había salido a la luz. Nuestra relación con el Opus Dei y la explicación de por qué su nombre no aparecía en ninguna investigación sobre envejecimiento. También el motivo por el cual la Singularity University negaba que él trabajara allí, y por qué, a pesar de quedar solo 20 años para alcanzar la inmortalidad y la cura del cáncer, aún no existía ningún animal de laboratorio inmortal o libre de cáncer. Y todo esto, lo creáis o no, pasó durante un fin de semana.

Referencias:

[1] Artículo sobre José Luis Cordeiro

[2] Entrevista a José Luis Cordeiro en El comercio.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *