La abadía de Westminster es una iglesia gótica situada en el cetro de Londres. Allí están enterrados muchos personajes que fueron decisivos para la historia de Inglaterra, como por ejemplo Leonor de Castilla o Guillermo III. Pero, entre todos esos miembros de la realeza, también encontramos otras personas que, si bien no fueron decisivos para la política británica, lo fueron para la historia de toda la humanidad. Me refiero a personajes como el físico Ernest Rutherford, el explorador David Livingstone, el novelista Charles Dickens, el físico Isaac Newton o el naturalista Charles Darwin.
Hace unos años tuve la suerte de poder estar unas semanas en Londres, así que no quise faltar a mi cita con aquel lugar emblemático. Nada más entrar, me llamó la atención un cartel que indicaba que no se podía hacer fotografías por una cuestión de respeto. Al cruzar el umbral de la entrada, lo único que me indicaba que no estaba en la época victoriana era la gran cantidad de turistas, así que hasta cierto punto me alegré de ver cómo la gente se veía desprovista de sus cámaras. Entré dispuesto a bucear en la historia, a mirar a los ojos de aquel lugar y llevarme sensaciones y recuerdos.
Tal vez sabréis que en muchas iglesias los enterramientos se realizan en el suelo del mismo templo, y en muchos de esos lugares las tumbas coinciden con el sitio por dónde camina la gente. A pesar de que soy ateo, en mi niñez fui educado parcialmente como católico, y nunca pude superar la impresión que me producía pisar esas tumbas. De hecho, llegaba al punto de bordear y saltar esas extrañas lápidas con nombres de personajes misteriosos. Todo esto lo cuento para situar al lector en mi posición y que pueda entender mi reacción cuando, al entrar al patio interior de la abadía, descubrí que los administradores del lugar habían decidido instalar un bar encima de unas tumbas. ¡No es una broma!, estaban vendiendo patatas fritas, hamburguesas y coca-cola encima de las lápidas. ¿Qué podía ser más irrespetuoso que mercadear con alimentos encima de un muerto? Desde luego que hacer una fotografía no lo era. Vi a un turista comiéndose un perrito caliente mientras chorreaba mostaza encima de una lápida, así que me dije a mi mismo: todo esto merece una fotografía.
Saqué mi cámara y fotografié el bar, ante lo cual un guardia de seguridad me miró y comenzó a seguirme. Entré de nuevo en la abadía y saqué una fotografía de la tumba de Darwin y otra de la de Newton. Luego, cuando finalmente me alcanzó el guardia, me explicó que por una cuestión de respeto allí no se podía hacer ningún tipo de fotografía. Vino a mi mente la imagen del bar y recordé que los sentimientos que uno encuentra en los lugares no son siempre los que uno espera.
Como conclusión de esta historia, me quedé con una verdad histórica: algunas instituciones religiosas utilizan el nombre de la ciencia y sus descubrimientos, pero raramente tratan bien a los científicos que hicieron avanzar la humanidad. Allí recordé al párroco de mi antigua iglesia, particularmente en un día en que nos contó la historia de Jesús expulsando a los mercaderes del templo. En la abadía de Westminster entendí el sentido de aquella anécdota bíblica, verídica o no, y fui consciente de que no solo se estaba mercadeando con la comida, sino también con el nombre de las personas que estaban enterradas allí dentro.
![Fernando](https://ulum.es/wp-content/uploads/2023/04/fernando_avatar-100x100.jpg)
Fernando Cervera Rodríguez es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó un máster en Aproximaciones Moleculares en Ciencias de la Salud. Su labor investigadora ha estado centrada en aspectos ligados a la biología molecular y la salud humana. Ha escrito contenidos para varias plataformas y es redactor de la Revista Plaza y de Muy Interesante. Ha sido finalista del premio nacional Boehringer al periodismo sanitario y ganador del Premio Literario a la Divulgación Científica de la Ciutat de Benicarló en el año 2022. También ha publicado un libro con la Editorial Laetoli, que trata sobre escepticismo, estafas biomédicas y pseudociencias en general. El libro se titula “El arte de vender mierda”, y otro con la editorial Círculo Rojo y titulado “A favor de la experimentación animal”. Además, es miembro fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas.
Hola, me alegro de que te atrevieses a hacer esas fotos. Yo no tuve el valor de fotografiar la Abadía por dentro para poder enseñársela a mi familia. La verdad es que es un poco contradictorio el respeto que te piden, pero en cualquier caso es un lugar precioso.
Buenas tardes, ¿llegaste a ver el bar? Saludos!