El valor de la ciencia

La ciencia ha tenido, y sigue teniendo, un impacto fundamental en el desarrollo de nuestra historia como seres humanos. Habrá quien esté más de acuerdo que otro, el que crea que el impacto ha sido negativo, o el que piense que es la solución a todos los problemas. Lo importante aquí no es tanto qué piensa uno, sino que, en general, existe una aceptación de que es uno de los factores más importantes que han ido moldeando nuestra cultura, nuestra existencia, y sobre todo, nuestra forma de pensar. Es decir, es innegable que la ciencia tiene un valor. Pero, ¿nos hemos parado a pensar alguna vez qué valor tiene? Seguramente muchos de vosotros sí, incluso un servidor ha tenido la oportunidad de recapacitar y discutir sobre ello. Una de estas personas que se sentó a pensar sobre este tema y lo plasmó excepcionalmente bien fue el físico americano Richard Feynman. Esta entrada es un pequeño homenaje a este carismático personaje, y a su excelente capítulo The value of science aparecido en el libro What Do You Care What Other People Think.

La manera en que Feynman justificaba el por qué estaba escribiendo sobre el valor de la ciencia era en base a algo que ocurría entonces, y sigue haciéndolo hoy en día. La gente piensa que si los científicos nos pusiéramos a pensar con más energía y fuerzas en los problemas sociales en vez de perdernos en desvaríos a priori inútiles, seguramente se solucionarían mucho más eficientemente. Lo que sucede es que realmente pensamos en ellos, pero de vez en cuando, ya que al no ser problemas puramente científicos (Feynman lo dice así textualmente) y de gran complejidad, no hay un botón mágico que sea capaz de otorgarles una solución. El valor de la ciencia es un tema con base social, y Feynman da tres razones por las cuales es importante.

La primera de ellas es bastante directa. La ciencia nos otorga la posibilidad de hacer todo tipo de cosas. El que uno haga cosas buenas o malas depende de su propia escala de valores pues no hay ningún libro de instrucciones que nos diga cómo utilizarla, pero indudablemente nos da la capacidad de realizar una gran cantidad de cosas. Feynman retrataba muy bien esta situación con un proverbio hindú que escuchó en unas vacaciones en Honolulú:

“A cada hombre le es dada la llave que abre la puerta de los cielos; la misma llave abre la puerta de los infiernos”[2]

Es cierto que a pesar de que la misma llave pueda abrir tanto una puerta como otra puede ser peligroso, pero, ¿cómo podríamos entrar a ese “cielo” de otro modo? Por lo tanto, y a pesar que la ciencia puede ocasionar situaciones nefastas, tiene el valor de que puede producir algo.

La segunda razón por la cual la ciencia tiene valor es la propia recreación que produce el saber cómo funcionan las cosas y por qué, ya sea por leer y aprenderlo o por trabajar directamente en ello. Como un buen amigo mío decía: “ese dulce momento de la comprensión”, que es el que incita a seguir tratando de saber un poco más. Sin duda es un punto importante, pues de él depende muchas veces que la gente siga trabajando en el duro camino de la investigación, donde estos momentos de comprensión son pequeños oasis en un desierto bastante árido.

De hecho, Feynman hace un pequeño llamamiento a no infravalorar la visión del mundo que nos da el conocimiento de cómo es en realidad, y comenta que “la imaginación de la naturaleza es bastante mayor que la del hombre”. De hecho, y utilizando el mismo ejemplo que usa, es mucho más extraordinaria la visión de que estamos pegados a nuestro planeta por una fuerza cuya acción también provoca que este mismo esté girando durante millones de años en el espacio; mucho más que la visión de que estamos siendo transportados en las espaldas de un elefante, el cual está a lomos de una tortuga gigante que nada en un océano sin fondo[3].

Es el misterio y las ganas de resolverlo lo que siguen impulsando nuestra voraz curiosidad. Da igual con cuántas piedras nos encontramos en el camino, puesto que cada una de ellas es importante a su manera y arroja tanto respuestas como preguntas interesantes que deben ser respondidas. Pero no es solo el intentar acumular conocimiento de cómo funciona nuestro alrededor, sino la propia idea en sí lo que es importante, como muy bien remarca el autor. De nada vale si solo nos fijamos si tal y cual investigación pueden curar el cáncer, ya que nos estaremos fijando en el uso de una idea, no en la propia idea en sí. Darse cuenta de la importancia de éstas no es algo trivial y se nos debería enseñar a tener esta visión desde pequeños, pues es algo que se va perdiendo gradualmente.

Y, ¿quién dijo que la ciencia es incompatible con el arte? Nuestro amigo se saca de la manga unos pocos “versos” que merecen la pena ser leídos:

Ahí están las impetuosas olas
montañas de moléculas
cada una estúpidamente ocupada de sus propias cosas
trillones de ellas
aún formando blanca espuma al unísono.

Edad tras edad
antes de que los ojos pudieran ver
año tras año
golpeando estruendosamente la orilla como ahora.
¿Para quién? ¿para qué?
En un planeta muerto
sin vida a la que entretener.

Nunca en reposo
torturado por la energía
desperdiciada prodigiosamente por el sol
lanzada hacia el espacio
Una pizca hace al mar rugir.

Profundo en el mar
todas las moléculas repiten
los patrones de otra
hasta que otras más complejas son formadas.
Ellas hacen otras como ellas
y un nuevo baile comienza.

Creciendo en tamaño y complejidad
cosas vivas
masas de átomos
ADN, proteínas
bailando un patrón aún más complicado.

Fuera de la cuna
hacia la tierra seca
ahí está
de pie:
átomos con conciencia;
materia con curiosidad.

Situado frente al mar
maravillándose ante el asombro:
un universo de átomos
un átomo en el universo.

Así pues, este segundo punto hace referencia a que la ciencia tiene una belleza mucho mayor que una simple descripción del mundo. Como bien decía Carl Sagan, “la ciencia no es solamente una acumulación de conocimientos, sino una forma de pensar”

El tercer valor es algo más indirecto que los demás, pero no mucho: el valor de la duda. La ignorancia en sí no es mala, solamente implica el hecho de que no sabemos algo. Los científicos están acostumbrados a este tipo de pensamientos, ya que la ciencia está hecha en base a “declaraciones con diferente grado de certidumbre: algunas no seguras, otras ciertamente seguras, pero nunca absolutamente ciertas” como dice textualmente Feynman.  Por lo tanto, el dudar de aquello que se nos plantea y no conocer nunca una respuesta definitiva forma parte de su día a día, algo que es impensable en otros ámbitos sociales donde las alternativas a la ideología “principal” son reducidas prácticamente a cero.

El pensamiento científico es una vía por la cual “no saber” no ha de significar, a la fuerza, algo malo, sino que puede abrir el camino a encontrar una solución a aquellos problemas a los cuales aún no nos hemos enfrentado, o siguen sin resolver. En palabras del propio Feynman, “la idea de que nadie sabía cómo gobernar llevó a la idea de que deberíamos arreglar un sistema por el cual nuevas ideas pudieran ser desarrolladas, probadas, y eliminadas si fuera necesario, en un sistema de prueba y error“. Esto es solo un ejemplo de cómo puede afectar, y mejorar, este tercer valor a la sociedad.

Por último, la mejor forma de concluir es transcribir directamente los dos últimos párrafos del texto, pues aun hoy en día siguen teniendo una validez abrumadora.

«Estamos en el principio de los tiempos de la raza humana. No es irracional que tengamos problemas, pero hay varios miles de años en el futuro. Nuestra responsabilidad es hacer y aprender lo que podamos, mejorar las soluciones, y transmitirlas. Es nuestra responsabilidad echar a la gente del futuro una mano. En la impetuosa juventud de la humanidad, existe la posibilidad de que tengamos errores graves que puedan impedir nuestro desarrollo en un largo tiempo. Es lo que ocurrirá si decimos que ya tenemos las respuestas, tan jóvenes e ignorantes como somos. Si suprimimos toda discusión, toda crítica, proclamando “Esta es la respuesta, amigos, ¡el hombre está salvado!”, condenaremos a la humanidad durante un largo periodo bajo las cadenas de la autoridad, confinada a los límites de nuestra presente imaginación. Ha ocurrido ya muchas veces.

Es nuestra responsabilidad, como científicos, conociendo el gran progreso que se consigue mediante una satisfactoria filosofía de la ignorancia, el gran avance fruto de la libertad de pensamiento, el proclamar el valor de esta libertad;  enseñar cómo dudar no ha de ser temido sino bienvenido y discutido; y exigir esta libertad como nuestro deber hacia todas las generaciones venideras.»

PD: para aquel que quiera leer el texto original, lo puede hacer aquí.


[1] Bajo mi opinión, es un texto que todo nuevo alumno de una carrera científica debería leer el primer día de clase en la facultad.

[2] Cabe destacar que la religión hindú carece de cielo e infierno en el sentido cristiano de la palabra.

[3] Aquí hace referencia a la geografía de Mundodisco, mundo imaginario de las novelas de Terry Pratchett.

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