Dentro de poco hará un año que murió el primer paciente por culpa del coronavirus SARS-CoV-2 en España. Fue un 13 de febrero de 2020 en Valencia [1], una ciudad que, de hecho, ahora presenta una de las mayores tasas europeas por habitante de infectados. Así que con esa perspectiva frente a nosotros, merece la pena mirar atrás. Ahora, con más de 80 000 fallecidos sobre la mesa, se han cumplido algunas de las peores previsiones que se podían esperar [2], sin que el aviso por parte de autoridades científicas y sanitarias, ni tampoco el recuerdo de los miles de fallecidos en la primera ola, hayan podido crear el ambiente político preciso para aplicar medidas eficaces para frenar el avance de la pandemia. Un fracaso en toda regla.
Ahora bien, si hoy resulta impensable —a no ser que uno crea en alguna conspiración— salir a la calle sin mascarilla, comparar el SARS-CoV-2 con la gripe u oponerse al desarrollo de vacunas contra esta nueva enfermedad, no siempre fue así. No obstante, los meses que hemos vivido a golpe de miles de muertos y las tragedias personales derivadas de la recesión económica, nos han hecho cambiar de tal modo nuestra perspectiva que es importante recordar cómo empezó todo a nivel informativo.
Divulgadores científicos
Antes de entrar en materia, es importante recordar que la divulgación científica no es una profesión reglada. Como bien explicó Natalia Ruiz-Zelmanovitch, el término de divulgador científico es muy confuso [18], puesto que cualquier persona que habla de ciencia, en realidad, está divulgando. Cosa diferente es que uno se dedique profesionalmente a ello en el campo del periodismo científico, la cultura científica o el activismo basado en la evidencia. Pero la realidad es que muchas personas que ejercen como divulgadores científicos no reciben una remuneración estable por su labor. Es importante remarcarlo porque muchos de los extractos que pondré en este artículo vienen de personas que, con su mejor voluntad, quisieron difundir información para ayudar a la ciudadanía. Además, las posiciones aquí expuestas por la gran mayoría fueron corregidas o modificadas tiempo después, por lo que en ningún momento la exposición de estos tweets, programas o informaciones pretende una exposición pública o linchamiento en redes de sus autores, algo despreciable y ajeno a cualquier intento racional de acercarse a un problema.
El motivo de realizar esta serie de artículos es poner en perspectiva, conforme avancen los meses, algunos cambios en los discursos por parte de informadores de temas sanitarios, para entender desde un punto de vista histórico lo sucedido. Por otro lado, actualmente se está instalando la idea de que la pandemia era algo impredecible y que es normal que muchos divulgadores no concedieran crédito a lo que estaba pasando, pero ¿fue realmente así? Y como equivocarse es humano, pero más humano todavía es aprender de nuestros errores, esto nos lleva de nuevo a enero del 2020.
El efecto bombero
Al comienzo del 2020, las noticias del surgimiento de una nueva enfermad comenzaron a aparecer en la prensa española. Pero, como suele ocurrir en estos casos, la alerta tampoco parecía demasiado firme. No obstante esto cambió el 14 de enero, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que se estaba «preparando ante hipotéticos contagios masivos» [3]. Pero este mensaje tampoco caló hondo. El periodista y comunicador científico José Mauricio Schwarz explicó muy bien qué estaba pasando[4].
Básicamente el problema era que la OMS lanzó una alerta similar hace años para la gripe A, así como para otras enfermedades, que ya sea por suerte o por la correcta acción de los organismos de salud, no llegaron a producir una pandemia. Es decir, se produjo un efecto de falacia del bombero, que podríamos resumir con una metáfora. Se inicia un pequeño fuego y un bombero acude para apagarlo antes de que se extienda, pero como el bombero tiene éxito, al cabo del tiempo deja de entenderse que sin su intervención tal vez el bosque se habría quemado. Como bien decía el periodista, estaba ocurriendo que mucha gente no estaba tomándose en serio la amenaza anunciada por la OMS porque otras veces se había logrado parar un patógeno a tiempo. No obstante, no todos los divulgadores y periodistas lo vieron igual de lógico.
La falsa letalidad de la gripe
Para finales de enero el discurso general ante el desconocimiento de lo que estaba pasando era que el coronavirus era poco más que una gripe y que la alerta era exagerada. De este mensaje participaron una copiosa cantidad de divulgadores, médicos y periodistas. Hasta cierto punto, era comprensible esta respuesta porque faltaba mucha información, pero todo cambió el 29 de enero. Ese día la OMS dio una rueda de prensa dando más datos de lo que estaba sucediendo, anunciando que la letalidad del coronavirus era del 2% [5] [6]. Este hecho, que puede parecer poco relevante, tendría que haber marcado un punto de inflexión en el tratamiento de la información por parte de los periodistas y divulgadores científicos. El motivo era sencillo: el 2% de la población española es 940 000 personas.
El mensaje de las cifras era claro: ese era el número hipotético final de víctimas al que nos podíamos enfrentar si el nuevo virus llegaba a nuestro país y toda la población se infectaba. Al tratarse de un virus nuevo y de no tener defensas contra él, se hablaba por aquel entonces de que se podría llegar a infectar un número cercano al 40% de la población —mes y medio después Alemania anunciaría previsiones al 70% [7]—. Igualmente las cifras eran pasmosas. Se trataba de cientos de miles de muertos si el virus lograba instalarse en el país. Y como no es lo mismo hablar de cráteres marcianos que de temas que pueden afectar a la salud de las personas, los divulgadores científicos que dieron un paso al frente para hablar de lo que estaba sucediendo tenían una responsabilidad ética con sus seguidores, que implicaba documentarse bien antes de emitir informaciones que podían costar vidas.
Volviendo a la situación, la OMS acababa de anunciar una letalidad del 2% para la nueva enfermedad. Atrás quedaba la época en la que el rostro del enemigo no tenía facciones y números. Ahora se sabía su letalidad y que era altamente contagioso, pero el mismo día que esto sucedía, en el programa Coffe Break —una referencia en el mundo del podcast de comunicación científica— se lanzó un mensaje contrario a la evidencia [8]. Se dijo en directo, a sus más de 58 000 oyentes, que con el coronavirus «ocurre como con la gripe de toda la vida, es lo mismo que una gripe de toda la vida, pero más fuerte». Para añadir más adelante que «no es un virus muy peligro a nivel de mortalidad». Ahora bien, ¿era esto cierto?
Cuando este programa se emitió, ya se sabía que el coronavirus era, —aproximadamente— veinte veces más letal que la gripe. Uno podría pensar que este dato erróneo por parte de estos divulgadores pudo deberse a lo novedoso del caso y la enfermedad, no obstante, también ofrecieron el dato correcto de letalidad del 2% para el nuevo coronavirus. Entonces, ¿qué estaba pasando? ¿Era la gripe igual de peligrosa que el coronavirus? ¿Estaba el mundo volviéndose loco, o estaban algunos comunicadores documentándose mal?
El origen de la falsa comparación
Durante finales del mes de enero y comienzos de febrero, muchos periódicos y televisiones ofrecieron un dato erróneo para la letalidad de la gripe diciendo que era del 1,1% o que incluso era mayor que la del coronavirus [9] [10]. Este dato, de hecho, volvió a repetirse semanas más tarde en el programa Coffe Break de mano de otro de sus colaboradores. Además, vale la pena recordar que fue el mismo Fernando Simón, portavoz del Ministerio de Sanidad en este asunto, quien se dedicó a difundir el dato en diversas televisiones, reforzando esta falsa comparación [11].
Fernando Simón en la televisión pública, lanzando el claro mensaje de que la gripe era igual o peor que el SARS-CoV-2
No obstante y a pesar de lo dicho por Fernando Simón y una gran cantidad de divulgadores, la letalidad de la gripe nunca ha sido del 1,1%, sino del 0,1% tal como se ha esforzado en difundir la OMS en multitud de ocasiones [12]. Entonces, ¿de dónde salió el dato falso? Parte de la explicación está en la siguiente infografía.
Lo que hicieron muchos periodistas y divulgadores —en lugar de buscar alguno de los múltiples estudios que sitúan la mortalidad de la gripe en torno al 0,1%— fue hacer epidemiología de servilleta y coger el número de enfermos de gripe detectado en los hospitales y ver el número de muertos totales. Ahora bien, como muestra la infografía para los datos del 2017-2018, la mayoría de casos de gripe son leves y no llegan a ir al hospital, por lo que si solo cuentas los enfermos del hospital, te estás dejando fuera a la gran mayoría de pacientes de gripe. Y así fue como un 0,1% de letalidad se transformó para la prensa y muchos divulgadores en un 1%. Cuestión diferente y más grave es por qué las autoridades sanitarias, lideradas por Fernando Simón en esta pandemia, también cayeron en la comparación falaz de la letalidad de la gripe frente al coronavirus. Este hecho incomprensible reforzó esa idea falsa que se instaló en la ciudadanía gracias a presentadores, periodistas y políticos [nota 1].
Ahora bien, ante este error que parece tan evidente, muchos médicos y divulgadores deberían haberse dado cuenta durante febrero de que algo no cuadraba con las cifras, ¿no es así? Al fin y al cabo había un mes por delante para entender que los números de los que hablaban en redes sociales, televisión y prensa no tenían sentido. La OMS, cada pocos días, expresaba su preocupación por la letalidad y velocidad del virus, llegándolo a considerar para mediados de febrero como «el enemigo público número uno de toda la humanidad» [21]. Además ya comenzaban a llegar imágenes preocupantes de hospitales en otros países. Pero muchos divulgadores y periodistas siguieron quitándole hierro al asunto y difundiendo la comparación falaz de letalidad entre ambas enfermedades.
Durante el mes de febrero el discurso imperante por parte de algunos divulgadores muy mediáticos fue el mismo. Básicamente que una enfermedad que tenía una letalidad veinte veces superior a la gripe, en realidad era menos letal que la gripe o que mataba en números absolutos a menos personas —algo esperable para una enfermedad que llevaba circulando días en lugar de años—. El mensaje claro que emitían era que el coronavirus no era un peligro real. Y este mensaje tampoco cambió cuando la OMS, al principio de marzo, volvió a estimar la letalidad de la enfermedad, pasándola del 2% al 3,4%. En esta época y a principio de marzo, muchos divulgadores ya se esforzaban por contrarrestar la comparación falaz con la gripe.
Pocos fueron los periodistas y divulgadores que, al contactarles personalmente sobre la comparación errónea con la gripe durante el mes de febrero y marzo, accedieron a verificar sus fuentes por segunda vez. Ejemplo de lo contrario fue el de Ignacio Crespo, que no solo rectificó los datos de letalidad que había ofrecido semanas antes para la gripe, sino que añadió en la sección de ciencia que dirige en el periódico La Razón un cartel en los artículos avisando de que podían contener información desactualizada. Algo digno de emular por el resto de periodistas.
Pero la realidad es que muchos comunicadores aún ayudaban en marzo a difundir el dato erróneo de la letalidad de la gripe, todo ello a pesar de gráficas tan impactantes como la ofrecida por Daniel Lacalle en el tweet citado anteriormente. Al mismo tiempo también se viralizaba el grito desesperado de divulgadores como Tomás Pueyo, que explicaban con números y cifras que estábamos entrando en una crisis sanitaria sin igual en la historia reciente —y que se tradujo en pocos días a más de 40 idiomas y recibió más de cincuenta millones de visitas— [15]. Pero, en esa época aún era habitual encontrar a comunicadores ofreciendo mensajes de calma basados en el dato erróneo de la letalidad de la gripe, que había sido desmentido en multitud de ocasiones.
La verdad se hace evidente
Ya hemos visto que, desde que la OMS lanzó el anuncio a finales de enero de una letalidad aproximada del 2% y una tasa de contagio elevada para el SARS-CoV-2, ya estaban todos los elementos para haber tratado la información de manera diferente. Desde luego que no era posible prever qué iba a pasar, y había mucha información contradictoria para otras cuestiones como el uso de mascarillas, el contagio de asintomáticos y así un largo etcétera, pero en cuanto a la comparación falsa con la gripe sí estaban todos los elementos para no relativizar el peligro al que se enfrentaba la sociedad.
No obstante, lo que algunos comunicadores se encontraron al expresar opiniones contrarias al discurso imperante en la esfera comunicativa fueron acusaciones de cuñadear, ser alarmista o sensacionalista. O directamente uno se exponía a se ser catalogado como alguien que pretendía la intoxicación de las redes sociales por los mentirosos compulsivos, los agentes interesados en empeorar las cosas y otros pelmazos de difícil adscripción, como decía Javier Sampedro en El País en su artículo Los pelmazos del coronavirus, para concluir diciendo que si el Mobile de Barcelona se había cancelado, no era por motivos sanitarios, sino porque alguien buscaba beneficio con ello [17].
En este punto, voy a recurrir como ejemplo a una conversación privada que tuve con un divulgador científico, ocultando el nombre y algunas informaciones que podrían identificarlo claramente. La intención es que se entienda a qué se enfrentaban muchos comunicadores cuando expresaban que los datos ofrecidos por la prensa o el gobierno no eran correctos.
Fragmento 1 (13/02/2020):
Buenos días XXXXXXX. Respecto al artículo publicado en XXXXXXX, el dato que ofreces para la letalidad de la gripe es erróneo, no es del 1,1%, sino del 0,1%. Ten en cuenta que eso indica que la letalidad del coronavirus es veinte veces superior al de la gripe. Es posible que el error venga de haber hecho el cálculo mal, es decir, de que hayas dividido el numero de fallecidos detectados entre el número de detectados en hospitales. ¿Podrías revisarlo? Saludos cordiales.
Fragmento 2 (13/02/2020):
Gracias por tu preocupación Fernando, pero el dato es firme y contrastado. Saludos.
Fragmento 3 (13/02/2020)
Buenas tardes XXXXX, lamento insistir, pero ese dato no es correcto. ¿Podrías verificarlo? Ten en cuenta que con esos datos si el virus llega a España estaríamos hablando de decenas de miles de muertos, o incluso cientos de miles. Saludos cordiales.
Fragmento 4 (13/02/2020)
Fernando, tengo bastante trabajo y te pido que dejes de insistir. Ya hay demasiada desinformación sobre el tema para añadir la de una persona que considero con suficiente formación y trayectoria para ver que estamos frente a un bulo y una desinformación brutal. Por una simple gripe se está paralizando el mundo, no echéis más leña al fuego.
Fragmento 5 (14/02/2020)
Buenos días XXXXX, no se trata de un gripe, su letalidad que sepamos es veinte veces superior, así como su capacidad de propagación es elevada. Multiplica por 0,02 el número de personas que conoces que han pasado una gripe y mira el resultado. Ese es el número de muertos que dejará el coronavirus si llega hasta aquí, y las cifras de otros países comienzan a ser preocupantes.
Fragmento 6 (14/02/2020)
Fernando, todas las fuentes que he consultado me dicen que la letalidad del coronavirus esa hinchada por la poca detección de casos leves.
Fragmento 7 (14/02/2020)
XXXXXX, ¿te das cuenta de que es el mismo sesgo que estás aplicando en tu cálculo de la letalidad de la gripe? Y aunque no fuera tan letal por ahora, ¿te das cuenta de la cantidad de ingresados que hay todavía? Sí que es cierto que puede haber un sesgo de infradiagnóstico de casos leves, pero también lo es que en las etapas iniciales de una pandemia que deja a mucha gente convaleciente (como es este caso) también hay un sesgo si se cuentan a los pacientes activos como supervivientes, porque además los que estén más graves y por desgracia vayan a morir, gracias a la medicina moderna aguantarán, pero es posible que mueran dentro de semanas. Podemos hacer cábalas si quieres, pero ¿no sería más sensato trabajar con el dato del 2% de la OMS, y del 0,1% real para la gripe? Te pido por favor que reconsideres tu posición.
A lo largo de febrero tuve conversaciones similares con otros comunicadores, ya fuera por mensajes de twitter o artículos en prensa y blogs. Otros compañeros, que en esa época expresaban planteamientos similares fundamentados en la evidencia, tuvieron respuestas similares, llegando incluso a ser acusados de agitadores, partidarios de la extrema derecha, sensacionalistas o creadores de paranoia. El discurso de que la auténtica pandemia era la del miedo calaba fuerte, y aquellos que evidenciaban los fallos en esa corriente de opinión eran considerados personas que echaban leña al fuego, un discurso que se alargó durante marzo. En mi caso y tras colaborar de forma gratuita durante dos años en el programa A ciencia cierta [19], y tras haber propuesto el tema del coronavirus y participar en su programa especial una semana antes —en el que pedí por privado y sin éxito que no se usara la comparación con el virus de la gripe—, se me dijo que para el siguiente especial del coronavirus querían escuchar otras voces diferentes. Una respuesta curiosa, dado que el siguiente programa versó sobre evolución del coronavirus, no contó con ningún biólogo evolutivo y siendo que en mi caso fui colaborador durante seis años en un laboratorio de biología evolutiva de virus, particularmente en el grupo que hizo las primeras secuenciaciones del SARS-CoV-2 en España. Pudo haber otros motivos, pero la confluencia de factores es, cuanto menos, interesante [20].
No obstante, a partir de marzo la comparación del coronavirus con la gripe se hizo insostenible. Comenzaron las escenas dantescas de hospitales abarrotados y cientos de muertos al día, y cuando España decretó el estado de alarma por segunda vez en la historia de su democracia y los muertos no dejaban de crecer, la realidad golpeó a los discursos imperantes. Y fue entonces cuando la verdad se hizo aún más evidente: la sociedad española —incluyendo a divulgadores científicos— a pesar de los datos llevaba meses tratando una amenaza real como si se tratara de poco más que un simple resfriado.
En los meses siguientes otras cuestiones técnicas como el uso de mascarillas, los datos manipulados de letalidad o conceptos como la inmunidad de grupo, también tuvieron sus cambios de discurso imperantes y sus polémicas. Pero, en estos casos, se trató de cuestiones más complejas con más matices y que merecerá la pena abordar de forma independiente en otros artículos.
Conclusiones y moralejas
Si algo podemos aprender del inicio de la pandemia, es que incluso los datos erróneos o falsos pueden calar hondo en comunicadores científicos de enorme valía y trayectoria. Algo que no es nuevo, puesto que los humanos cometemos errores. No obstante, en temas de salud pública, donde la información veraz puede suponer que alguien no se contagie de una enfermedad, o que se tome en serio una amenaza que puede poner en riesgo su vida, los estándares deben ser más elevados.
También es necesario comprender que, en una situación de información compleja, hay un tiempo de maniobra desde que una información falsa es emitida hasta que es detectada. El problema ya no es equivocarse —pues todos lo hacemos— sino censurar la crítica, acallarla, tildarla de intoxicación o cuñadismo, sin hacer una reflexión crítica de los datos que están siendo cuestionados. Además, cuando esto viene acompañado de una transmisión pasiva de información oficial que viene de las autoridades, los comunicadores científicos dejan de serlo para convertirse en meros altavoces de mensajes prefabricados. Es cierto que era difícil imaginar para algunos que esas autoridades sanitarias podían manipular datos de forma tan descarada, pero, un año de pandemia después, las mismas actitudes de trasmisión pasiva de información siguen instaladas en gran parte de la comunidad divulgadora.
Hoy en día, cualquier persona tiene a golpe de click hacerse comunicador. Al fin y al cabo, en nuestras redes sociales podemos alcanzar a miles de personas. Y cuando uno acompaña esos mensajes de una profesión, como puede ser la de un médico, un científico, un técnico sanitario o un periodista, se debe tener cuidado con los mensajes que se ofrecen.
¿Habría sido la pandemia diferente en España si el mensaje falso de la gripe no se hubiera mantenido durante casi dos meses? Nunca lo sabremos. Pero, con 80 000 muertos sobre la mesa, bien habría merecido la pena no tener que hacer esa pregunta.
Nota de editor: Si alguna de las cuentas aquí citadas desea que se pixele su cuenta, a pesar de ser mensajes públicos y disponibles por búsqueda simple, puede contactarnos para que realicemos el cambio.
[1] Primer fallecido por coronavirus – Gaceta Médica
[2] La letalidad de la pandemia – ULUM
[3] Primer aviso de OMS – Enero
[5] OMS – Letalidad 29 enero 2020, transcripción
[6] OMS – Letalidad 29 enero 2020, vídeo
[7] Alemania – 70% de infectados posibles
[8] Coffe Break – Enero, programa sobre el coronavirus
[9] ABC – Coronavirus 28/02/2020
[10] Público – Coronavirus 25/02/2020
[11] La Sexta – Fernando Simón
[12] OMS – Letalidad de la gripe
[Nota 1] En este vídeo externo que no es de realización propia, la presencia de Iker Jiménez es debida a que en uno de sus programas, entre la gran cantidad de datos falsos ofrecidos (algo que iría en aumento durante los siguientes meses) también ofreció un mensaje de alarma sobre el nuevo coronavirus. No obstante es de remarcar que Jiménez ni es ni ha sido un referente informativo de calidad sobre la pandemia debido a la gran cantidad de informaciones falsas que ha ayudado a difundir.
[14] OMS – Letalidad 2/03/2020 – Comunicado
[15] Coronavirus: Why You Must Act Now – Tomás Pueyo
[16] OMS – Letalidad 2/03/2020 – Comunicado
[17] Javier Sampedro
[18] La palabra divulgador/divulgadora – Natalia Ruiz-Zelmanovitch
[19] A ciencia cierta – Especial coronavirus
[20] A ciencia cierta – Evolución coronavirus
[21] El enemigo número uno de la humanidad, según la OMS – La voz de Galicia
Fernando Cervera Rodríguez has a degree in Biological Sciences from the University of Valencia, where he also completed a master’s degree in Molecular Approaches in Health Sciences. His research work has focused on aspects related to molecular biology and human health. He has written content for various platforms and is an editor for Plaza Magazine and Muy Interesante. He has been a finalist for the Boehringer national award for health journalism and winner of the Literary Award for Scientific Dissemination of the Ciutat de Benicarló in 2022. He has also published a book with the Laetoli publishing house, which deals with skepticism, biomedical scams and pseudoscience in general. The book is entitled “The art of selling shit”, and another with the Círculo Rojo publishing house and entitled “In favor of animal experimentation”. In addition, he is a founding member of the Association to Protect the Patient from Pseudoscientific Therapies.
Aunque parece irreal, eso fue lo que aquí ocurrió hace una año. No debería olvidarse.
Yo fui uno de los que hizo la comparación en su día. Me equivoqué y, como todos los que mencionas (hasta donde sé), nos tragamos nuestras palabras en su momento, comprendimos la gravedad de la situación y cambiamos nuestro discurso para amoldarlo a los nuevos datos una vez iban cristalizando.
Somos personas, no robots, y sufrimos nuestras propias inercias que hacen que no siempre actualicemos «en tiempo real» la información que tenemos (o desinformación). De este artículo echo en falta precisamente ese importante punto: todo el mundo puede errar (y está bien lo que indicas sobre extremar la atención sobre el conocimiento más actualizado), pero lo peligroso sería permanecer enquistado en el error. No errar nunca sería lo insólito. Creer que alguien no yerra nunca y confiar ciegamente en su mensaje, inquietante.
Creo que este artículo no aporta nada en la situación actual más que desprestigiar a un montón de gente que puede estar intentando, en estos momentos, luchar contra los problemas de desinformación que conocemos bien, con la lección aprendida en mayor o menor medida.
Quizá hubiera sido interesante su publicación cuando ya hubiera pasado todo, dentro de un año o dos. Ahora mismo, desde mi opinión, el texto solo consigue generar más ruido, recelo y disensión contra un grupo de gente que es, para bien o para mal, prácticamente todo lo que tenemos en redes sociales para detener las acometidas de ingentes grupos de charlatanes infinitamente mejor organizados haciendo un frente común. Gente con mala baba, intereses deletéreos y con muchas ganas de cerrar bocas a los de la lista anterior, a ti y a mí mismo.
En definitiva, no es el mejor momento, diría yo, para más Civil Wars, menos por un artículo que se puede resumir en «los divulgadores también se equivocan en situaciones caóticas». Pues bien. Bravo. Si alguien pensaba que eran seres de luz infalibles, lo siento por el desengaño. Pero para ese viaje no necesitábamos estas alforjas, diría yo. Sabes de primera mano el daño que ciertas brechas causan.
Respeto tu opinión. Ahora bien, desde mi punto de vista el problema va más allá del dato puntual de la letalidad de la gripe (intentaré desarrollarlo en futuras entregas), sino que creo que esa complacencia con los datos que vienen directamente de fuentes oficiales, sin ser contrastados de forma crítica, es un problema muy real a día de hoy en la comunidad de divulgadores. Ejemplos tienes varios en los artículos que hemos ido ofreciendo en los últimos meses. Para algunas mentiras evidentes por parte de algunos de los gestores de la crisis, no he sido capaz de encontrar artículos críticos más allá de los publicados aquí (sino todo lo contrario). Eso, para mí, es un problema. Y lamento no coincidir, pero dentro de unos años este artículo (o los que pueda hacer a partir de ahora) no servirían de nada. La clave está en intentar que las personas que hacen comunicación científica, verifiquen la información que difunden más allá de las fuentes gubernamentales. Un abrazo.
Diría que ahora mismo no sirve de nada. Esa gente ya cambió su discurso en su momento (corrígeme si a día de hoy alguno sigue diciendo que su mortalidad es como la de la gripe), y ha ido calibrando mejor dónde buscar información más fiable del asunto.
Que no hayan salido a la plaza pública a fustigarse con látigos de siete colas, pues bueno, yo no lo considero necesario (cilicios los justos). Simplemente mi mensaje es que veo que estamos en medio del Abismo de Helm y con los héroes más preocupados de recriminar que a Théoden se le fuera en su momento la pelota con Lengua de Serpiente que de atender a lo que hay al otro lado de las murallas.
Lo que escribas, mañana lo usará un antivacunas, un negacionista, un vendelejías o quien sea como aval de que esa gente no sabe de lo que habla, o simplemente para los seres de luz repartecarnetsdelverdaderoescepticismo.
Entiendo que sin poner ejemplos prácticos o dar nombres, el mensaje de fondo podría ser el mismo (aunque también generaría menos controversia, lo cual a su vez entiendo que va mejor para las visitas), pero no comparto. Si el problema fuera actual, si esa gente estuviera dando ahora datos incorrectos (objetivamente o a tu parecer), me parecería pertinente que se le llamara la atención sobre ellos. Ahora mismo, solo veo como resultado más disgregación, más mal rollo, más energías dedicadas a atender a estas historias y menos al maldito ejército de trolls, cada vez más numerosos y organizados, que tenemos ahí mismo. Creo que no hacía ninguna falta.
Yo creo, Emilio, que tal vez el problema es que no estás entendiendo el sentido del artículo, y por ello, estás atacando unas premisas que aquí ni se han dicho ni se proponen. Te pongo un fragmento.
Te vuelvo a decir lo mismo que antes (y lo mismo que en ese fragmento). El problema no es que alguien se equivoque, todos lo hacemos, son las actitudes de censura, presión de grupo, y así un largo etcétera, que hay dentro de la comunidad de divulgadores y también dentro del movimiento escéptico. Eso no ha desaparecido, y sigue ahí, en una comunidad que, a pesar de lo que se esperaría de ella, muchas veces adolece de sentido crítico. Te reto a encontrar pronunciamientos, artículos o críticas al hilo del artículo que publicamos aquí sobre un famoso divulgador que ofrecía productos carentes de evidencia. Y así muchos ejemplos. De hecho, lo que encontrarás más fácilmente (y prefiero no profundizar) es todo lo contrario: defensas irracionales. Y te considero una persona suficientemente crítica para pensar que entiendes el problema del que hablo.
Luego haces una apreciaciones que me sorprenden. No, usar material original de redes públicas no es una estrategia para ganar visitas. Como digo al inicio, es una forma de ver las corrientes de pensamiento que habían en ciertos momentos. Y de hecho la crítica, como digo al final y al principio, no es en gran medida para aquellos que se equivocaron o lanzaron mensajes desafortunados, sino para aquellos que insultaron, desprestigiaron o colgaron dudosos calificativos para aquellos que decían cosas diferentes, sin pararse a pensar. Y eso (respondiendo a tu pregunta) no ha desaparecido. Ser crítico es indispensable para un comunicador, pero ser crítico no es no equivocarse. Y el problema persiste, aunque el número falso del que trata este artículo no. Y es indispensable que se entienda el peso que tenían algunos de los mensajes por venir de quienes venían.
Por último, el argumento de que la crítica es negativa porque disgrega y nos hace perder fuerzas, es muy cercano a una falacia tremendista. La crítica es necesaria, y justamente la ausencia de crítica (por jugar también el resto de opciones que te dejas fuera) puede hacer que la gente nos vea como un grupo cerrado, elitista y opaco a las críticas, y que mucha gente no se anime a colaborar con nosotros por ese motivo.
Ya me has dicho dos veces que no crees que el artículo hiciera ninguna falta, si quieres que continuemos intercambiando opiniones nuevas, no tengo problema, no obstante en el aspecto de la necesidad o no del artículo (y de los que vendrán) ya conocemos ambos nuestras respectivas opiniones.