Coronavirus, un año después: Los divulgadores científicos y la falsa letalidad de la gripe

Dentro de poco hará un año que murió el primer paciente por culpa del coronavirus SARS-CoV-2 en España. Fue un 13 de febrero de 2020 en Valencia [1], una ciudad que, de hecho, ahora presenta una de las mayores tasas europeas por habitante de infectados. Así que con esa perspectiva frente a nosotros, merece la pena mirar atrás. Ahora, con más de 80 000 fallecidos sobre la mesa, se han cumplido algunas de las peores previsiones que se podían esperar [2], sin que el aviso por parte de autoridades científicas y sanitarias, ni tampoco el recuerdo de los miles de fallecidos en la primera ola, hayan podido crear el ambiente político preciso para aplicar medidas eficaces para frenar el avance de la pandemia. Un fracaso en toda regla.

Ahora bien, si hoy resulta impensable —a no ser que uno crea en alguna conspiración— salir a la calle sin mascarilla, comparar el SARS-CoV-2 con la gripe u oponerse al desarrollo de vacunas contra esta nueva enfermedad, no siempre fue así. No obstante, los meses que hemos vivido a golpe de miles de muertos y las tragedias personales derivadas de la recesión económica, nos han hecho cambiar de tal modo nuestra perspectiva que es importante recordar cómo empezó todo a nivel informativo.

Divulgadores científicos

Antes de entrar en materia, es importante recordar que la divulgación científica no es una profesión reglada. Como bien explicó Natalia Ruiz-Zelmanovitch, el término de divulgador científico es muy confuso [18], puesto que cualquier persona que habla de ciencia, en realidad, está divulgando. Cosa diferente es que uno se dedique profesionalmente a ello en el campo del periodismo científico, la cultura científica o el activismo basado en la evidencia. Pero la realidad es que muchas personas que ejercen como divulgadores científicos no reciben una remuneración estable por su labor. Es importante remarcarlo porque muchos de los extractos que pondré en este artículo vienen de personas que, con su mejor voluntad, quisieron difundir información para ayudar a la ciudadanía. Además, las posiciones aquí expuestas por la gran mayoría fueron corregidas o modificadas tiempo después, por lo que en ningún momento la exposición de estos tweets, programas o informaciones pretende una exposición pública o linchamiento en redes de sus autores, algo despreciable y ajeno a cualquier intento racional de acercarse a un problema.

El motivo de realizar esta serie de artículos es poner en perspectiva, conforme avancen los meses, algunos cambios en los discursos por parte de informadores de temas sanitarios, para entender desde un punto de vista histórico lo sucedido. Por otro lado, actualmente se está instalando la idea de que la pandemia era algo impredecible y que es normal que muchos divulgadores no concedieran crédito a lo que estaba pasando, pero ¿fue realmente así? Y como equivocarse es humano, pero más humano todavía es aprender de nuestros errores, esto nos lleva de nuevo a enero del 2020.

El efecto bombero

Al comienzo del 2020, las noticias del surgimiento de una nueva enfermad comenzaron a aparecer en la prensa española. Pero, como suele ocurrir en estos casos, la alerta tampoco parecía demasiado firme. No obstante esto cambió el 14 de enero, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que se estaba «preparando ante hipotéticos contagios masivos» [3]. Pero este mensaje tampoco caló hondo. El periodista y comunicador científico José Mauricio Schwarz explicó muy bien qué estaba pasando[4].

Básicamente el problema era que la OMS lanzó una alerta similar hace años para la gripe A, así como para otras enfermedades, que ya sea por suerte o por la correcta acción de los organismos de salud, no llegaron a producir una pandemia. Es decir, se produjo un efecto de falacia del bombero, que podríamos resumir con una metáfora. Se inicia un pequeño fuego y un bombero acude para apagarlo antes de que se extienda, pero como el bombero tiene éxito, al cabo del tiempo deja de entenderse que sin su intervención tal vez el bosque se habría quemado. Como bien decía el periodista, estaba ocurriendo que mucha gente no estaba tomándose en serio la amenaza anunciada por la OMS porque otras veces se había logrado parar un patógeno a tiempo. No obstante, no todos los divulgadores y periodistas lo vieron igual de lógico.

Coronavirus, un año después: Los divulgadores científicos y la falsa letalidad de la gripe comentarios en «6»

  1. Yo fui uno de los que hizo la comparación en su día. Me equivoqué y, como todos los que mencionas (hasta donde sé), nos tragamos nuestras palabras en su momento, comprendimos la gravedad de la situación y cambiamos nuestro discurso para amoldarlo a los nuevos datos una vez iban cristalizando.

    Somos personas, no robots, y sufrimos nuestras propias inercias que hacen que no siempre actualicemos «en tiempo real» la información que tenemos (o desinformación). De este artículo echo en falta precisamente ese importante punto: todo el mundo puede errar (y está bien lo que indicas sobre extremar la atención sobre el conocimiento más actualizado), pero lo peligroso sería permanecer enquistado en el error. No errar nunca sería lo insólito. Creer que alguien no yerra nunca y confiar ciegamente en su mensaje, inquietante.

    Creo que este artículo no aporta nada en la situación actual más que desprestigiar a un montón de gente que puede estar intentando, en estos momentos, luchar contra los problemas de desinformación que conocemos bien, con la lección aprendida en mayor o menor medida.

    Quizá hubiera sido interesante su publicación cuando ya hubiera pasado todo, dentro de un año o dos. Ahora mismo, desde mi opinión, el texto solo consigue generar más ruido, recelo y disensión contra un grupo de gente que es, para bien o para mal, prácticamente todo lo que tenemos en redes sociales para detener las acometidas de ingentes grupos de charlatanes infinitamente mejor organizados haciendo un frente común. Gente con mala baba, intereses deletéreos y con muchas ganas de cerrar bocas a los de la lista anterior, a ti y a mí mismo.

    En definitiva, no es el mejor momento, diría yo, para más Civil Wars, menos por un artículo que se puede resumir en «los divulgadores también se equivocan en situaciones caóticas». Pues bien. Bravo. Si alguien pensaba que eran seres de luz infalibles, lo siento por el desengaño. Pero para ese viaje no necesitábamos estas alforjas, diría yo. Sabes de primera mano el daño que ciertas brechas causan.

    1. Respeto tu opinión. Ahora bien, desde mi punto de vista el problema va más allá del dato puntual de la letalidad de la gripe (intentaré desarrollarlo en futuras entregas), sino que creo que esa complacencia con los datos que vienen directamente de fuentes oficiales, sin ser contrastados de forma crítica, es un problema muy real a día de hoy en la comunidad de divulgadores. Ejemplos tienes varios en los artículos que hemos ido ofreciendo en los últimos meses. Para algunas mentiras evidentes por parte de algunos de los gestores de la crisis, no he sido capaz de encontrar artículos críticos más allá de los publicados aquí (sino todo lo contrario). Eso, para mí, es un problema. Y lamento no coincidir, pero dentro de unos años este artículo (o los que pueda hacer a partir de ahora) no servirían de nada. La clave está en intentar que las personas que hacen comunicación científica, verifiquen la información que difunden más allá de las fuentes gubernamentales. Un abrazo.

      1. Diría que ahora mismo no sirve de nada. Esa gente ya cambió su discurso en su momento (corrígeme si a día de hoy alguno sigue diciendo que su mortalidad es como la de la gripe), y ha ido calibrando mejor dónde buscar información más fiable del asunto.

        Que no hayan salido a la plaza pública a fustigarse con látigos de siete colas, pues bueno, yo no lo considero necesario (cilicios los justos). Simplemente mi mensaje es que veo que estamos en medio del Abismo de Helm y con los héroes más preocupados de recriminar que a Théoden se le fuera en su momento la pelota con Lengua de Serpiente que de atender a lo que hay al otro lado de las murallas.

        Lo que escribas, mañana lo usará un antivacunas, un negacionista, un vendelejías o quien sea como aval de que esa gente no sabe de lo que habla, o simplemente para los seres de luz repartecarnetsdelverdaderoescepticismo.

        Entiendo que sin poner ejemplos prácticos o dar nombres, el mensaje de fondo podría ser el mismo (aunque también generaría menos controversia, lo cual a su vez entiendo que va mejor para las visitas), pero no comparto. Si el problema fuera actual, si esa gente estuviera dando ahora datos incorrectos (objetivamente o a tu parecer), me parecería pertinente que se le llamara la atención sobre ellos. Ahora mismo, solo veo como resultado más disgregación, más mal rollo, más energías dedicadas a atender a estas historias y menos al maldito ejército de trolls, cada vez más numerosos y organizados, que tenemos ahí mismo. Creo que no hacía ninguna falta.

        1. Yo creo, Emilio, que tal vez el problema es que no estás entendiendo el sentido del artículo, y por ello, estás atacando unas premisas que aquí ni se han dicho ni se proponen. Te pongo un fragmento.

          También es necesario comprender que, en una situación de información compleja, hay un tiempo de maniobra desde que una información falsa es emitida hasta que es detectada. El problema ya no es equivocarse —pues todos lo hacemos— sino censurar la crítica, acallarla, tildarla de intoxicación o cuñadismo, sin hacer una reflexión crítica de los datos que están siendo cuestionados. Además, cuando esto viene acompañado de una transmisión pasiva de información oficial que viene de las autoridades, los comunicadores científicos dejan de serlo para convertirse en meros altavoces de mensajes prefabricados. Es cierto que era difícil imaginar para algunos que esas autoridades sanitarias podían manipular datos de forma tan descarada, pero, un año de pandemia después, las mismas actitudes de trasmisión pasiva de información siguen instaladas en gran parte de la comunidad divulgadora.

          Te vuelvo a decir lo mismo que antes (y lo mismo que en ese fragmento). El problema no es que alguien se equivoque, todos lo hacemos, son las actitudes de censura, presión de grupo, y así un largo etcétera, que hay dentro de la comunidad de divulgadores y también dentro del movimiento escéptico. Eso no ha desaparecido, y sigue ahí, en una comunidad que, a pesar de lo que se esperaría de ella, muchas veces adolece de sentido crítico. Te reto a encontrar pronunciamientos, artículos o críticas al hilo del artículo que publicamos aquí sobre un famoso divulgador que ofrecía productos carentes de evidencia. Y así muchos ejemplos. De hecho, lo que encontrarás más fácilmente (y prefiero no profundizar) es todo lo contrario: defensas irracionales. Y te considero una persona suficientemente crítica para pensar que entiendes el problema del que hablo.

          Luego haces una apreciaciones que me sorprenden. No, usar material original de redes públicas no es una estrategia para ganar visitas. Como digo al inicio, es una forma de ver las corrientes de pensamiento que habían en ciertos momentos. Y de hecho la crítica, como digo al final y al principio, no es en gran medida para aquellos que se equivocaron o lanzaron mensajes desafortunados, sino para aquellos que insultaron, desprestigiaron o colgaron dudosos calificativos para aquellos que decían cosas diferentes, sin pararse a pensar. Y eso (respondiendo a tu pregunta) no ha desaparecido. Ser crítico es indispensable para un comunicador, pero ser crítico no es no equivocarse. Y el problema persiste, aunque el número falso del que trata este artículo no. Y es indispensable que se entienda el peso que tenían algunos de los mensajes por venir de quienes venían.

          Por último, el argumento de que la crítica es negativa porque disgrega y nos hace perder fuerzas, es muy cercano a una falacia tremendista. La crítica es necesaria, y justamente la ausencia de crítica (por jugar también el resto de opciones que te dejas fuera) puede hacer que la gente nos vea como un grupo cerrado, elitista y opaco a las críticas, y que mucha gente no se anime a colaborar con nosotros por ese motivo.

          Ya me has dicho dos veces que no crees que el artículo hiciera ninguna falta, si quieres que continuemos intercambiando opiniones nuevas, no tengo problema, no obstante en el aspecto de la necesidad o no del artículo (y de los que vendrán) ya conocemos ambos nuestras respectivas opiniones.

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