Magufo es un término de moda en los pasillos de internet del entorno escéptico y divulgativo. El origen del nombre viene de mezclar mago y ufólogo, y como explicaba Alfonso Gámez, un buen periodista especializado en temas del misterio desde un punto de vista escéptico [1], «la palabra fue acuñada en 1997 en la lista de correo Escépticos por Xoan M. Carreira, y pronto ganó aceptación entre la comunidad escéptica de habla hispana»[1].
La realidad es que esta palabra se usa generalmente para hablar de quienes creen en teorías de la conspiración, en pseudociencias o a los practicantes de las mismas. Y aunque originalmente se usaba solo para los que vendían esas pseudociencias, la realidad es que su uso se extiende hasta cualquiera que —a ojos del que usa la palabra— se lo merezca. En realidad, el término se ha convertido en un tipo de insulto, a modo de la palabra hereje para la vieja inquisición, o para descalificar al oponente y reforzar el pensamiento chovinista de que somos mejor que el otro. También se utiliza a modo de parodia y para reflejar en bromas internas el prototipo de seguidor de pseudociencias. Pero, centrándonos en el uso serio, ¿aporta algo el término?
Chovinismos y disonancias
A pesar de su uso extendido, algunas personas del entorno escéptico consideran que utilizar el término es contraproducente. De hecho, el propio Gámez, reconocido escéptico, afirmó del término que nunca le ha gustado y nunca lo ha usado en ningún sitio ni foro, ni público ni privado [2]. El motivo es obvio, la palabra magufo es vista por quienes la reciben como un insulto, y ciertamente lo es porque parte de una simplificación grotesca de un fenómeno complejo, y se usa para delimitar a un grupo de forma ofensiva. Si quieres que alguien entienda que el tabaco es peligroso, le puedes decir que fumar mata —famoso eslogan que se utiliza para prevenir el tabaquismo—, pero nunca que los fumadores son unos hijos de puta, que además de no ser cierto, hará que piensen que el que les insulta no tiene razón. Y es que esa es una de las claves para entender por qué el uso de insultos no ayuda a la hora de intentar convencer a alguien.
Las personas tenemos, por norma general, disonancias cognitivas que permiten que tengamos dos pensamientos contradictorios al mismo tiempo, o directamente que refuerzan nuestros pensamientos cuando estos son atacados. Por así decirlo, tenemos tendencia natural a no cambiar de opinión. Esto tiene cierto sentido, si no estaríamos cambiando de opinión cada pocos segundos y nos hundiríamos en la indecisión. No obstante, este mismo mecanismo es un problema para aprender o mejorar. Siguiendo con el ejemplo del tabaco, una persona que sabe que el tabaco mata, pero al mismo tiempo fuma, puede solventar ese conflicto y seguir fumando con pensamientos del tipo «pero bueno, de algo hay que morir». Ahora bien, los argumentos del estilo fumar mata tienen alguna posibilidad de éxito, pero los insultos no. Y aunque un fumador tendrá resistencias para aceptar que el tabaco es peligroso, cuando socialmente se reconozca y se difunda el mensaje, tendrá más posibilidades de dejarlo si entiende desde el respeto que realizar el comportamiento concreto —en este caso fumar— no le produce ningún beneficio. De hecho, en el siguiente gráfico podemos ver cómo afecto al consumo de tabaco la introducción de la ley antitabaco del 2006 (que tardó un poco más en aplicarse de forma concreta) y que redujo de forma considerable el consumo mediante campañas de concienciación y restricciones como subidas de precio. Ahora fumar no solo mata, sino que además es caro. Un argumento más para romper la disonancia cognitiva.
Esto, llevado al mundo de las pseudociencias, es muy similar. Si uno está hablando con una persona que cree en pseudoterapias, insultarle no hará que cambie de opinión. Ni a él ni a todos los que vean la conversación. De hecho, ocurrirá todo lo contrario. La disonancia cognitiva hará que, al tener una impresión negativa del que nos insulta pensemos que no tiene razón porque nos cae mal. Además, si la tendencia es al insulto, esa persona quedará retratada ante los creyentes como alguien poco razonable, y difícilmente concederán valor a lo que pueda decir. Y si entonces no sirve de nada insultar al contrincante para convencerlo, ¿por qué lo hace tanta gente?
Lo que muchos persiguen de forma inconsciente cuando insultan es sentirse mejor con ellos mismos, y el uso del término magufo no es una excepción. Mucha gente recurre a él, sencillamente, para marcar con una equis de incultura al que tiene en frente y sentirse mejor intelectualmente. Además, cuando uno otorga una categoría intelectual inferior a alguien, se pretende de forma inconsciente reforzar el sentimiento de pertenencia a un grupo. En este caso el de los inteligentes escépticos frente a los estúpidos magufos. Y la realidad es que ni los unos son tan inteligentes, ni los otros tan estúpidos. La realidad es que, muchas veces, estar a un lado o al otro de la valla depende del azar, de haber tenido los mentores adecuados o de haber leído un libro en el momento oportuno de la vida.
Ejemplos de cómo se utiliza el término magufo para marcar una línea entre «los buenos» y «los malos» los tenemos a cientos, pero por llamativo veremos el de la web La ciencia y sus demonios [3]. Y digo llamativo porque esta web toma prestado el nombre de un libro de Carl Sagan titulado El mundo y sus demonios, que entre otras cosas contiene este conjunto de fragmentos que explican por qué insultar al que no piensa como tú no es una buena idea. «¿He oído alguna vez a un escéptico que se creyera superior y despreciativo? Sin duda. A veces incluso he oído ese tono desagradable, y me aflige recordarlo, en mi propia voz. El escepticismo científico puede parecer arrogante, dogmático, cruel, despreciativo de los sentimientos y creencias profundas de otros. A veces parece que la conclusión escéptica haya surgido antes, que se ignoren las opiniones sin haber examinado previamente las pruebas.(…) En la manera en que se aplica a veces el escepticismo a temas de interés público hay una tendencia a minimizar, condescender, ignorar el hecho de que, engañados o no, los partidarios de la superstición y la pseudociencia son seres humanos con sentimientos reales que intentan descubrir cómo funciona el mundo. (…) Si su cultura no les ha dado todas las herramientas que necesitan para emprender esta gran búsqueda, templemos nuestras críticas con la amabilidad. Ninguno de nosotros llega totalmente equipado».
Volviendo al ejemplo de la web La ciencia y sus demonios, vemos como los redactores trazan una línea entre quién es magufo y quién no, y además le atribuyen la propiedad de no cambiar de opinión jamás. O ejemplos como el de la web Mi mesa cojea [4], donde se retrata el estereotipo del magufo como a un perfecto imbécil incapaz de entender lo que un «no magufo» si podría. O el de la periodista Rocío Vidal, que acudió a una concentración de creyentes en pseudoterapias con un discurso conciliador, para luego titular el vídeo como Infiltrada en un festival magufo, algo que de poco sirve si hay algún propósito más allá de atraer visitas de la gente que ya piensa que las pseudociencias no son un campo de conocimiento legítimo.
Por experiencia propia me moví durante años en círculos de practicantes de pseudoterapias por un experimento social [5], y después de participar en charlas intentando concienciar a creyentes en pseudoterapias y teorías de la conspiración, puedo asegurar que, cuando uno los trata como a personas y añade buenas técnicas de divulgación que parten desde el respeto, muchas veces cambian de opinión. Lo he visto y he sido partícipe de ello, y a día de hoy aún mantengo contacto con antiguos creyentes de pseudoterapias que dejaron de lado esos pensamientos.
Cuando el «magufo» eres tú
Otro uso bastante habitual del término magufo es el de falacia ad hominem. Básicamente consiste en insultar o desacreditar a alguien mediante el insulto, para no tener que pensar en sus argumentos. Por poner un ejemplo reciente, cuando llegó la pandemia mundial del coronavirus gran parte de la comunidad escéptica y divulgadora española insistió, en contra de la evidencia y durante casi dos meses, en que se trata de poco más que una gripe [6]. Como ya expliqué en un artículo anterior, durante esos meses quienes comentaban algo en contra de las versiones mayoritarias, que se fundamentaban en datos falsos para la letalidad del virus de la gripe, se exponían a ser llamado, entre otras cosas, magufo.
Otros, ante la duda de si debían decir públicamente que las versiones imperantes no tenían sentido y no estaban respaldadas por la evidencia, callaban por el miedo de ser catalogados como magufos, o como decía Javier Sampedro en El país, mentirosos compulsivos, agentes interesados en empeorar las cosas y otros pelmazos de difícil adscripción [17]. En definitiva, el término magufo se ha utilizado, con razón o sin ella, para no escuchar los argumentos de quienes ofrecen una versión diferente a la predominante en un momento dado.
No hablo en estos casos de pseudoterapias ampliamente conocidas como tales durante más de cien años, como la homeopatía, me refiero a cuestiones no catalogables como pseudociencia. Sencillamente en los casos en los que, en lugar de pensar en los argumentos del contrario, se prefiere recurrir a catalogarlo como un magufo. Y puede que en muchos de esos casos se trate, efectivamente, se un defensor de pseudociencias. No obstante, el insulto ni hace a uno ganar el debate, ni convence a los que vienen detrás ni sirve de algo que no sea reforzar el propio autoconcepto y la sensación de pertenencia a un grupo.
Cada cual debe decidir qué es correcto decir y no decir durante un intercambio de opiniones. No obstante, más allá de las parodias o los chistes, de poco sirve un término ligado a un estereotipo falso que es entendido como un insulto. A no ser que uno quiera, de hecho, caer en las mismas cosas que critica con ese término.
[1] Magonia – Sobre el término magufo – Alfonso Gámez
[2] Alfonso Gámez – Uso de magufo
[3] La ciencia y sus demonios – Magufo
[5] El arte de vender mierda – Laetoli
[6] Coronavirus, un año después: Falsa letalidad de la gripe – ULUM
Fernando Cervera Rodríguez es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó un máster en Aproximaciones Moleculares en Ciencias de la Salud. Su labor investigadora ha estado centrada en aspectos ligados a la biología molecular y la salud humana. Ha escrito contenidos para varias plataformas y es redactor de la Revista Plaza y de Muy Interesante. Ha sido finalista del premio nacional Boehringer al periodismo sanitario y ganador del Premio Literario a la Divulgación Científica de la Ciutat de Benicarló en el año 2022. También ha publicado un libro con la Editorial Laetoli, que trata sobre escepticismo, estafas biomédicas y pseudociencias en general. El libro se titula “El arte de vender mierda”, y otro con la editorial Círculo Rojo y titulado “A favor de la experimentación animal”. Además, es miembro fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas.
Yo uso la palabra entre gente afín, para entendernos, «en la intimidad», por decirlo así. No lo uso si discuto con alguien ni se lo aplico. Suele ser algo que pone término a la conversación sin resultado alguno.
Buenas tardes José Luis. Si, ese es el uso al que me refiero como humorístico o interno, que es diferente al uso del que hablo aquí. Un saludo.
Es muy hipócrita de tu parte hasta ahora venir a reconocer que el término magufo es despectivo y se puede añadir discurso de odio. En una parte afirmas que Gámez rechazó ese término, ¿se te olvida decir que Gámez quería introducir la definición de magufo en el DRAE y la Wikipedia? De lo otro quedan muy claras tus malas intenciones, «experimento social» donde hablas de manipular verbalmente a las personas a fin de que te sigan. Salir de una secta, en caso de que así lo sea, para meterse en la secta escéptica donde las cosas no son mejores y existe denigración, acoso y actitudes sectarias y de violencia, es muy, muy perverso de tu parte. Catalogar todo lo que no te gusta como «pseudociencia» es pecar de superioridad moral. Espero que sufras con las consecuencias de lo que tú mismo promoviste años anteriores, de lo que tú mismo callaste y quedabas como mero espectador o incluso participas en linchamientos colectivos. Ahogate con tu propio veneno y que te sirva la lección, porque no se olvida.
En condiciones normales habría borrado tu comentario por a) anónimo y b) faltar al respeto, pero no lo he hecho por el valor que pueda tener la respuesta a pesar de la poca educación, reflexión y veracidad del comentario que la origina. Pero allá vamos.
El término subnormal también aparece en el DRAE, porque la RAE recoge términos y los clasifica, y no por ello defiendo yo ni la RAE que se utilice el término en cuestión en ningún contexto determinado. Desconozco si Gámez apoyaba la inclusión del término magufo en el DRAE, pero desde luego que yo sí lo apoyaría, puesto que tiene un uso amplio. La RAE no hace una labor de activista en ningún área, se dedica a lo que hace y punto, es decir, recoger términos para que se puedan consultar los significados de las palabras. Si eso te molesta, el problema lo tienes tú.
Por otro lado, calificar al movimiento escéptico de secta es faltar a la verdad y además hacerlo de forma torticera. Si tu razonamiento fuera correcto, yo, persona que aparezco en medios y tengo relación con la mayoría de asociaciones escépticas de Europa, debería ser expulsado de tan ilustre secta por mostrar disconformidad (como hago habitualmente y por mi naturaleza propia). No entiendes el significado de la palabra secta, y te pediría más respeto y reflexión antes de usar palabras que desconoces.
Por último, yo no he ayudado a crear a nada, ni me he quedado jamás callado, ni he catalogado todo lo que no me gusta de pseudociencia. Supongo que detrás de tu anonimato se esconderá alguien que, en algún momento, se ha visto dolido porque la homeopatía, la acupuntura, el reiki, la astrología, o cualquier cosa que objetivamente sí es una pseudociencia, se ha catalogado conforme a lo que es. Eso, desde luego, que no es mi problema, y mientras las pseudoterapias maten a gente con nombres y apellidos, con familia, hijos, padres, hermanos y amigos, me tendrás en firme oposición y activismo, incluso arriesgando mi patrimonio y vida personal. Y si te quedan ganas de seguir esta conversación, hazlo de forma pública, o directamente tus mensajes irán a la papelera y sin ser leídos.