Sagan, Gödel, los Simpson y proteínas hechas con Lacasitos: demostrar enunciados negativos

Hay veces en que las palabras nos empujan a callejones sin salida. Una de esas situaciones suele producirse cuando alguien afirma que no se puede demostrar un enunciado negativo. Pondré un ejemplo: imaginemos que Paco intenta averiguar si las proteínas no están hechas de Lacasitos. Si no entiendes nada de lo que voy a decir a continuación no te preocupes; es completamente normal. Siguiendo con el ejemplo, nuestro amigo imaginario dirá que como no se puede encontrar evidencia de que algo no existe, entonces no se puede demostrar la inexistencia de lo que no tiene evidencia, porque en el caso de existir, esa evidencia sí que se podría demostrar. Es decir, que solo se puede demostrar que algo es verdad, pero no que es mentira.

Puede que a estas alturas pienses que Paco es muy listo y tiene razón, que Paco es muy tonto y no la tiene, o que no tengas ni puñetera idea de lo que está hablando Paco. El problema surge cuando algunas personas repiten frases como un mantra —incluso algunos autodenominados escépticos— y al final se pierde el significado de lo que se pretendía decir porque está descontextualizado.

Un enunciado negativo sí que se puede demostrar, pero el problema viene de que existe una falacia lógica que consiste en dar algo por válido porque no existen pruebas en su contra. Esa falacia se conoce como ad ignorantiam, aunque el nombre me importa más bien poco. Lo relevante es saber reconocerla: imaginemos que alguien nos dice que una piedra de bolsillo espanta tigres porque no hay ninguno a la vista, ¿existe alguna prueba en contra de ese argumento? No, y si encima no hay ningún tigre cerca, ¡entonces funciona!

Volviendo a nuestro ejemplo, no hay que dar algo por válido porque no existan pruebas en su contra, pero como dijo Carl Sagan, la ausencia de pruebas tampoco es prueba de ausencia. Entonces, ¿qué hacemos? Sencillo, buscar evidencias. Y por mucho que algunos no lo crean, la evidencia negativa sí que existe.

En filosofía de la ciencia se conoce a la falsabilidad como la propiedad inherente a un enunciado que puede ser demostrado como falso al menos con una prueba, es decir, que se pueda demostrar que me equivoco al afirmar una cosa. Por lo tanto, en el mismo corazón de la ciencia —la falsabilidad es un concepto muy ligado al método científico— se dice que algo puede ser demostrado como falso a pesar de que alguien pueda hacer «ingeniería lingüística» para marear. Ejemplo: se demuestra que las proteínas están hechas de aminoácidos, pero Paco sigue diciendo que no se puede demostrar que las proteínas no están hechas de Lacasitos porque no existe la evidencia negativa. A estas alturas si queréis podéis tirarle la piedra espanta tigres a su cabeza, pero si tenéis paciencia —os recomiendo tenerla más allá del aire jocoso de este artículo— le podéis decir que al demostrar que las proteínas están hechas de aminoácidos, también hemos demostrado que no están hechas de Lacasitos. Este argumento suele ser usado, por ejemplo, por muchos defensores de la homeopatía con los cuales he hablado en medios de comunicación. Afirman que el conocimiento científico acumulado no puede demostrar que algo es falso y que, como mucho, puede demostrar que algo es verdadero, así que no consideran que se haya demostrado que la homeopatía no funciona.

Hay mucha gente que utiliza ese argumento en multitud de cuestiones (no solo sobre homeopatía), pero siempre hay que recordar que la evidencia positiva puede utilizarse para demostrar que algo es mentira. Ahora veamos la otra cara de la moneda, pero aplicada a un tema muy controvertido: Dios.

“¿Has visto a Dios? Pruébame que existe” —me escribió—. “Si no hay pruebas de que existe, entonces no existe, porque es más sencillo un mundo sin Dios que con Dios, y ante igualdad de condiciones la hipótesis más sencilla es la correcta”. Esto lo he copiado de una discusión que tuve hace tiempo con alguien perteneciente a varias asociaciones escépticas. Cabe decir que soy más ateo que un percebe, ya que el percebe no se pregunta acerca de Dios, pero yo creo firmemente en su no existencia. No obstante, afirmar que Dios no existe porque no hay pruebas de su existencia es falaz, ya que, recordémoslo una vez más, la ausencia de prueba no es prueba de ausencia  —hasta hace poco no hubo evidencias de que había células madre en el cerebro humano, pero ahora se sabe que sí las hay—. Ahora bien, esa frase no nos da carta libre para hacer lo que queramos: hay evidencias negativas que demuestran que ciertos tipos de dioses no existen. Por ejemplo, el Dios creacionista que chasqueó los dedos e hizo aparecer a los seres humanos sobre la Tierra no existe, ya que la evolución biológica de las especies demuestra que los seres vivos no aparecieron de repente —del mismo modo que no hay proteínas hechas de Lacasitos—. Los dioses nórdicos que mataron a un gigante e hicieron la bóveda celeste con su cráneo tampoco existen, porque hoy sabemos de qué están hechos el cielo y las estrellas.  Es decir, existe evidencia negativa de que los seres vivos no han sido creados de la nada, o de que el cielo no está hecho con la cabeza de un gigante. Ahora bien, si definimos a Dios de forma diferente, incluso como algo indetectable, entonces ni se puede demostrar que existe ni que no existe, ya que está fuera del terreno de lo demostrable, y le duela a quien le duela, no hay evidencias —ni positivas ni negativas— que nos ayuden a tomar una decisión. Pero ahora es cuando llegamos a la siguiente parte de este artículo: el garaje de Carl Sagan.

Un dragón en mi garaje

Mucha gente, llevada a punto de que hay dioses para los cuales hay evidencia negativa, pero que también hay otros para los cuales no se puede demostrar si existen o no, recurren a un fragmento del libro El mundo y sus demonios, de Carl Sagan  —es el mismo texto del cual saqué la otra frase que cité anteriormente—.

«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca». Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!

—Enséñemelo —me dice usted.

Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.

—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.

—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.

Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.

—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire.

Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.

—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.

Sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible.

—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.

Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarmos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.

Carl Sagan, El mundo y sus demonios

Vemos que Carl Sagan nos dice varias cosas interesantes, y llegados al debate sobre de Dios —por poner un ejemplo polémico y extendido— el dragón suele citarse para —según la gente que lo usa— romper todos los demás argumentos. Dicen que lo que se «demuestra» aquí es que si algo no se puede detectar entonces no existe, pero ¿es eso lo que intenta decir el autor? No, en primer lugar lo que Sagan explica es que alguien puede ir cambiando las definiciones de algo para esquivar nuestros intentos por demostrar su existencia (o su no existencia), pero que la habilidad para esquivar argumentos no demuestra que lo que yo afirmo sea cierto. En segundo lugar, nos dice que si algo no se puede detectar, no sirve de gran cosa preguntarnos sobre ello. El equivalente del dragón al que sí se le queda pegada la pintura podría ser nuestro Dios creacionista, pero existe evidencia negativa para su existencia. Finalmente, en el último caso, llegamos hasta un dragón que no podemos estudiar, y por lo tanto, no podemos concluir si existe o no.

El problema real expuesto por Carl Sagan, según yo lo entiendo, es que si cambio las definiciones en función de mi conveniencia para esquivar los intentos de verificar lo que digo, tampoco se podrá demostrar que tengo razón. Esa es la esencia del dragón en el garaje.

Y ahora, según mi opinión, tendremos dos hipótesis sobre el último dragón y ninguna de ellas se podrá demostrar, a saber, que existe un dragón indetectable o que no existe. A pesar de que entiendo que no son dos opciones igual de probables, no nos podremos apoyar en datos, y si uno quiere decir algo sobre el dragón deberá hacerlo por fe (nota 1), pero no mediante pruebas. Lo mismo ocurre con Dios: uno no puede ser completamente ateo o creyente mediante pruebas, sino solamente por fe (nota 2). La única posición que no requiere de fe es el agnosticismo, que viene a decir que no se puede tomar partido en la decisión de la existencia de lo divino. Pero los ateos decidimos tomar partido, pero hacerlo requiere un último salto de fe (admitir eso incomoda a mucha gente), aunque no es el mismo salto de fe que requeriría creer en un dios. Así que como conclusión final, vamos a visitar a un viejo amigo, Kurt Gödel.

La incompletitud

Kurt Gödel fue un matemático y filósofo austriaco, y es conocido por sus trabajos en el campo de la lógica. Algunos de sus teoremas más mediáticos son los de la incompletitud, y el más famoso de ellos establece que ninguna teoría matemática formal capaz de describir la aritmética con suficiente expresividad es consistente y completa, es decir, que incluso en un sistema aritmético y deduciendo a partir de algoritmos, existen enunciados que no pueden probarse ni refutarse. Esto viene a decir que nunca se podrá encontrar un sistema axiomático que sea capaz de demostrar todas las verdades matemáticas y, al mismo tiempo, no produzca falsedad. Ahora bien, Gödel no tiene nada que ver con lo que hemos hablado aquí, pero a modo de analogía me gustaría hacer una última reflexión: ¿cómo no esperar que en el lenguaje humano —que es mucho más ambiguo que el lenguaje matemático— no existan proposiciones que no se pueden demostrar, si ni siquiera podemos alcanzar esa exactitud en sistemas axiomáticos formales? Tal vez no es la mejor analogía del mundo, pero creo que la idea general queda clara, a saber, que sí que se puede demostrar un enunciado negativo y al mismo tiempo hay cuestiones no falsables.

Así que la próxima vez que alguien os diga que, o bien la ausencia de prueba es prueba de ausencia, o que no se puede demostrar que algo es falso, solo tenéis que ofrecerle un puñado de vuestros Lacasitos invisibles.

Anexo de notas

Nota 1: en su quinta acepción de la RAE, creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública.

Nota 2: según la RAE, un ateo es quien niega la existencia de cualquier dios, por lo tanto no se puede ser ateo de unos dioses sí, y de otros no. Uno puede creer o no creer en ellos, pero no ser ateo de un solo dios si nos atenemos a la definición exacta del término.

Sagan, Gödel, los Simpson y proteínas hechas con Lacasitos: demostrar enunciados negativos comentarios en «9»

  1. Eres un falso ateo. Una vergüenza que alguien como tú, con tu formación y convicciones, equipare creer en Dios con no creer en él. Tu paternalismo con la religión es enfermizo, cuando la religión está demostrado que es el peor cáncer del mundo, no sólo por lo que ya ha hecho, sino por lo que va a hacer en el futuro. Hay que extirpar la religión del ser humano para permitir su supervivencia, y que personas como tú digan que los ateos no creemos en Dios por fe es enfermizo. ¿Me puedes explicar como alguien que hace tanto bien como tú en un lado de la lucha, hace tanto mal al otro? Utilizaré tu lenguaje: eres un fariseo y el día que mueras y te encuentres ante la nada descubrirás que tus dioses no son más que mentiras, y que habrás defendido una mentira durante toda tu vida. Este blog debería ser clausurado en honor al buen gusto intelectual, porque tus palabras son veneno.

    1. Curioso que, por atreverme a pensar y argumentar por qué creo que el ateísmo (posición religiosa que profeso) tiene en última instancia un salto de fe, tenga que soportar insultos de gente mal educada como usted. Pero lo más curioso es que alguien como usted, que entiendo que se definirá como racionalista, recurra a falacias lógicas de forma continua en su argumentación. Su primera frase en un falso escoces en toda regla, a saber, catalogarme de falso ateo a pesar de que nada de lo que he dicho contraviene la definición de ateo. Falacia utilizada por movimientos partidarios de la promoción estatal del ateísmo a través de la supresión de la libertad de expresión y de culto. Puedo imaginarme perfectamente a Pol Pot y sus Jemenes Rojos diciendo: ningún auténtico camboyano es religioso, por lo tanto hay que matar a los católicos y los budistas porque no son auténticos camboyanos y son unos traidores. De hecho no hace falta imaginármelo, a grandes rasgos ocurrió así. Lo curioso es que ni siquiera me he definido como religioso, sino como todo lo contrario.

      Su segundo argumento, a saber, que hay que eliminar a la religión por lo que podría hacer en un futuro, es un ejemplo clásico de argumentum in terrorem, es decir, utilizar el miedo a cosas que nadie sabe si van a pasar para argumentar una posición. Por ejemplo Hitler la usó muy bien a lo largo de su mandato, y ojo, que ese argumento es utilizado por los que se autodefinen como enemigos de la ciencia. No creo equivocarme al definirle como enemigo de la religión, pero al menos si quiere oponerse a ella utilice mejores argumentos que una falacia argumental utilizada por los padres para asustar a sus hijos de cuatro años (si no te comes todo el puré el monstruo del armario saldrá y te comerá).

      Sobre su apreciación, ni creo que yo haga bien a un lado de la lucha ni creo que haga mal al otro. Seguramente soy más irrelevante de lo que a sus insultos le gustaría. Si por atreverme a pensar y escribir lo que pienso usted considera que hago algún mal a alguien, el problema lo tiene usted y no yo, así que no entraré en el juego de ver quien la tiene más grande.

      Sobre su ultima apreciación acerca del día de mi muerte, creo que además de no saber argumentar no sabe leer, pues en el texto (que no deja de tener una parte de reflexión personal) explico que no albergo en mí (ni nunca lo he hecho) sentimiento religioso alguno. Por ello he soportado los cuestionamientos e insultos de personas altamente religiosas, pero jamás pensé que por defender mi posición iba a recibir los insultos de alguien autodenominado ateo.

      Que tenga un buen día y una larga vida.

      1. Muchas gracias por responder con ideas racionales un ataque a todas luces irracional. Una luz en medio del mundo y sus demonios.

  2. (Teclado americano, disculpen la ortografia).
    Segun entiendo el articulo, lo unico que dice el autor es que tanto la posicion creyente como la atea basan sus creencias en fe, ya que la existencia o no de Dios no puede demostrarse cientificamente. Esta afirmacion no es ninguna opinion personal, se trata de la unica postura posible cuando se enfoque la existencia de Dios desde el metodo cientifico, guste o no en algunos ambientes.

    Yo soy un cientifico cristiano (para mas informacion, trabajo como investigador postdoctoral en NIH en EEUU) y he tenido que lidiar con burlas de todas las formas y colores. Creo que si hay algo que hace danyo a la Ciencia y la busqueda de la verdad, es la actitud terrorista-fascista de que hace gala GGB invalidando todo lo que hace Fernando por el mero hecho de no criticar a la religion.

    El autor no lo ha dicho porque es ateo, asi que ya lo digo yo: ser creyente es perfectamente compatible con ser cientifico. Quien no sea capaz de entender eso, esta cometiendo el mismo grado de obtusidad del que equivocadamente ha hecho gala la Iglesia Catolica en el pasado.

    1. Hola talcualmal, si no he dicho que ser religioso es compatible con ser científico no es porque soy ateo, es porque para mí esa pregunta tiene la misma respuesta obvia que preguntar si es compatible ser negro con ser científico: conozco a muchos científicos altamente religiosos así que para mí, quien niegue eso, niega la evidencia. Le podrá parecer mejor o peor a la gente crítica, pero esa es la evidencia innegable así que tampoco ahondo mucho porque para mí no tiene mucho sentido ahondar en ello más que ahondar en que si suelto una piedra caerá al suelo.

      Como persona que intenta hablar de ciencia de forma crítica, confirmo al 100% lo que dices: hay un sesgo de confirmación por parte de personas dentro de movimientos escépticos o antireligiosos para atacar a la religión incluso con argumentos pseudocientíficos (por ejemplo, intentar correlacionar religiosidad con inteligencia, que parte de las mismas falacias que intentan correlacionar ser negro con ser menos inteligente (https://ulum.es/ateismo-e-inteligencia-una-critica-a-los-intentos-de-correlacion/). Un abrazo y suerte por EEUU.

  3. Muy buen artículo Fernando. Pensaba dedicar un rato a responder a la soberbia de Golondrinas Gigantes de Bután, pero nada que no hayas hecho tú ya con calma y decoro.

    Creo que el problema radica en que muchas personas creen que para obtener el carnet de escéptico hay que ser ateo, estar en contra de la homeopatía y haber leído un par de libros de filosofía (a elegir mientras no sean de Savater). Personalmente soy agnóstico porque el ateísmo siempre me ha parecido una postura tan soberbia, aunque no tan ridícula, como la creencia en Dios. Pero lo más seguro es que esté equivocado.

    Para mi lo más importante es no estar nunca convencido de nada. Y eso lo explicas muy bien en tu artículo.

  4. Yo entiendo la postura de algunos agnósticos y ateos que dicen que hay una parte de fe en el ateísmo, pero no es una fe comparable a la del creyente en dios o dioses. Es fe desde el momento en que realmente no se puede demostrar la inexistencia de Dios. Sí, es cierto que se pueden demostrar ciertos inexistentes por su más que evidente contradicción, como es el claro ejemplo del círculo cuadrado. No obstante, en cuanto a negar a Dios, no hace falta llegar a nombrar la fe de la misma manera que negar la existencia de los elefantes de quinientas mil toneladas de peso y que vuelan con sólo mover sus orejas, no creo que dicha negación tenga nada de fe.

    Si la existencia de esos ingentes paquidermos es inverosímil, mucho más inverosímil es la existencia de una inteligencia sin materia y que, además, haya sido capaz de crear la materia cuando en la observación científica y empírica vemos que siempre ha sido al revés: primero es la materia y, luego, todos los productos emergentes que podríamos tildar – y entre comillas- de inmateriales, como son las ondas, las ideas y todo el mundo mental que necesita de un soporte material como es el cerebro.

    Dudo mucho que en cuanto a la existencia de dichos elefantes pueda haber “agnósticos”. Más bien diría que cualquier persona racional los negaría sin más. Por la misma razón, dudo que sea necesario la prudencia y negar “por si acaso existieran”. ¿Qué probabilidad hay de que unos bichos de esa envergadura pudieran existir? Yo creo que, según la ciencia y en sentido común, no hay ninguna. ¿Se puede demostrar fehacientemente la inexistencia de esos elefantes? Yo creo que no y, sin embargo, la inmensa mayoría de personas los negaría por completo.

    ¿Por qué se adopta esa actitud de prudencia ante la negación de Dios? Yo defino a Dios como una “idea-trampa”. Dios es mucho más que una simple palabra aséptica o trivial. El hecho de que la misma palabra provoque un sentimiento religioso o espiritual y un montón más de diversos sentimientos de respeto, sumisión y admiración, ya es, de por sí, un handicap para poder hablar de él de forma neutral.

    Hay una frase de Dostoiewski que dice: “Si alguien me probara que Cristo no es la verdad, y si se me probara que Cristo está fuera de la verdad, antes me quedaría con Cristo que con la verdad”

    Dicha frase es enormemente significativa y refleja en gran parte lo que quiero decir cuando tildo la palabra “Dios” como una “idea-trampa”. Estamos empapados de Dios, al menos los que hemos superado los cincuenta. Y esa idea deja huella, aunque sea a nivel inconsciente. Y es esa huella la que, precisamente, hace que tratemos esa palabra de una forma totalmente diferente a cualquier otra que solamente expresara la existencia, por ejemplo, de un simple planeta, algo completamente indiferente a los astrónomos que no tienen ningún interés en que exista o deje de existir.

    Podría alargar más el tema, pero lo dejo ahí.

    Por cierto, el artículo es muy interesante y aclara ciertos mal entendidos.

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