Hoy le toca el turno a uno de esos libros eternos (guiño guiño) en el catálogo clásico de la ciencia ficción. Y ya sabéis que si hablamos de clásicos de este género es difícil que no sea un libro del polifacético Isaac Asimov, autor prolífico donde los haya. De todas formas, a pesar de todos los libros escritos por él, este es uno de los más famosos y que todo amante de la ciencia ficción debería leer alguna vez.
El libro está protagonizado por un Eterno llamado Andrew Harland. Los Eternos son los habitantes de una región extraña de la realidad llamada la Eternidad, la cual transcurre no solo a lo largo del espacio tridimensional sino también temporal, conectada a toda la historia habida y por haber del planeta Tierra. Bueno, realmente no cubre toda la historia “habida” ya que, aunque sí que parece que no tiene un final cierto, sí que tiene un comienzo definido cerca de la segunda mitad del tercer milenio de nuestra era. Los Eternos, pues, tienen la capacidad de viajar a cualquier punto temporal desde la Eternidad, y, bajo una fachada de actividad comercial, tienen una función más transcendental: cambiar el curso de la historia.
Así pues, como en prácticamente cualquier sociedad, los Eternos también tienen una jerarquía social. La entrada a la Eternidad es posible para cualquier persona del tiempo cubierto por la misma, y su posición social queda definida por los evaluadores que testan las capacidades de los nuevos integrantes. Los estratos más bajos están cubiertos por personas que no logran ser aptas para ninguna de las funciones importantes de la sociedad, quedando relegados a tareas de limpieza y mantenimiento, además de ser mirados por encima del hombro por todos los demás. Las otras clases son las que desempeñan esos roles de importancia, dentro de los cuales podemos ver a analistas, sociólogos y ejecutores. El estrato más importante parece ser el ocupado por los programadores, ya que ellos forman el comité que tiene el poder sobre lo que ocurre en la Eternidad. Estas clases o especializaciones son las encargadas de llevar esa importante tarea de modificar la realidad, y todas han de funcionar como un perfecto reloj para no fastidiarla mucho. Para no liarla parda, vamos.
Harlan es un Ejecutor, uno de los cargos con menos fama dentro del entramado de la Eternidad, pues son los encargados de evaluar toda la información disponible sobre un asunto concreto, y después de estudiar y deliberar en profundidad, realizar ese acto que cambie la realidad para adecuarla a los intereses de sus superiores. Para ello tienen que realizar el CMN, o cambio mínimo necesario, con el objetivo de obtener un resultado de máxima fiabilidad. Obviamente, jugar con el tiempo tiene su dificultad, y cualquier cambio mal estudiado y gestionado, puede tener consecuencias no deseadas en el tiempo.
Pero después de estar hablando sin parar de querer cambiar la realidad, y gente que viaja en el tiempo, ¿cuál es el objetivo detrás de estos cambios que buscan tan concienzudamente los Eternos? Ni más ni menos que la perpetuación de la especie humana en el tiempo. Si ven que en uno de los siglos está habiendo algún tipo de peligro que pueda poner en juego el futuro de la humanidad, se estudia y se propone uno de estos cambios mínimos en un tiempo anterior para intentar corregir la situación. Un aspecto curioso y que Asimov tuvo en cuenta en su novela es que cuando uno efectúa un CMN, no solo vas a afectar al hecho histórico de interés sino que la realidad se verá afectada también más adelante aunque con un efecto mucho menor (o eso es lo que normalmente se quiere), como si una onda avanzara por el agua perdiendo intensidad.
La Eternidad parece un organismo bastante estable que tiene la sartén (de la realidad) por el mango, pero eh, no hay novela sin argumento, y por supuesto podéis adivinar que toda esa supuesta estabilidad quedará en entredicho, algo en lo que Harlan será el eje central de toda la trama, dispuesto a pelear a vida y muerte por una mujer. Que conste aquí que una de las críticas que le hago al libro es cómo se trata a las mujeres en la Eternidad, ya que no me parece ni siquiera algo razonable a cómo debería ser en un entorno cuya base está fundamentada en una sociedad mucho más avanzada que la nuestra. Se intenta argumentar de alguna forma en el libro, comentando que las mujeres tienen un efecto mayor en los cambios de realidad que los hombres, pero personalmente nunca me llegó a convencer esa parte.
Es uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción, y todo amante de este género debería intentar echarle una lectura. Es un libro ágil de leer y que con el estilo tan directo de Asimov hace que se terminé en un par de sentadas. Sobre todo ahora que empieza a hacer algo de frío en este hemisferio y podemos aprovechar más esas tardes domingueras sin nada mejor que hacer. Y por cierto, el final me parece muy acertado.
Nos seguimos leyendo.
Daniel Martínez Martínez (@dan_martimarti) es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó el máster Biología molecular, celular y genética. Realizó su doctorado a caballo entre el FISABIO (Fundación para el fomento de la investigación Sanitaria y Biomédica) y el IFIC (Instituto de Física Corpuscular). Su labor investigadora está centrada en el estudio de la relación entre la composición funcional y de diversidad de la microbiota humana, y el estado de salud-enfermedad de los individuos. Durante los últimos años ha mantenido una actividad de divulgación científica escrita, además de participar en la organización de eventos como Expociencia. Actualmente trabaja en el Imperial College de Londres.