Reseña literaria – 1984 (George Orwell)

El nombre de Eric Arthur Blair quizá no os sea muy familiar, pero si os digo que es George Orwell, la cosa cambia, ¿no? George Orwell es el pseudónimo que eligió Eric para firmar sus novelas, textos que han recibido innumerables halagos, premios, críticas y análisis desde que los escribiera este autor inglés. Al bueno de George le tocó vivir las dos Guerras Mundiales, además de estar presente también en nuestra Guerra Civil tanto como soldado raso como oficial (lo cual le inspiró uno de sus libros, Homenaje a Cataluña), así que no es raro que los temas que impulsan sus textos vayan desde el totalitarismo reinante en Europa en esa época, la injusticia social o la manipulación mediática entre otros. El ejemplo más claro, y el que más fama le ha dado con el paso del tiempo, es su novela 1984, publicada en 1949, cuyo estilo narrativo, temática e importancia social la han impulsado como una de las mejores novelas escritas en inglés del siglo pasado.

El núcleo central de 1984 es la distopía, es decir, una simulación de una sociedad indeseable o negativa. El otro nombre con el que se conoce a este tipo de temática es anti-utopía. Podemos encontrar ejemplos de distopías famosas fácilmente, como V de vendetta de Alan Moore, o Un mundo feliz de Aldous Huxley. ¿Debemos considerar entonces a 1984 como una novela de ciencia ficción? Mi respuesta es que no, pero sí como un ejemplo de construcción sólida de una sociedad ficticia, con todo lo que ello conlleva. Al fin y al cabo, esta novela es un desafío mental tanto para el autor como para el lector pues, ¿podría ser posible un tipo de sociedad tal y como la plasma Orwell?

Winston Smith es un trabajador ubicado en Londres, pero no la ciudad que ahora mismo tenéis en mente sino otra diferente. Pero en parte similar, uno no puede olvidar toda la historia detrás de un objeto tan inmenso como una ciudad. Este Londres está ubicado en la Franja Aérea 1, algo que en el pasado (quién sabe cuándo, o ni siquiera si es verdad) fue llamado Inglaterra. Esta zona pertenece a un súper-estado llamado Oceanía, uno de los tres que controlan y dominan prácticamente todo el planeta a día de hoy, y que podéis ver en la imagen de abajo. Concretamente, Oceanía esta gobernado por el Gran Hermano, personaje incorpóreo al que todo el mundo ama en esta gran nación. Lo veneran como se venera a un dios, a quien le ofrecen su amor incondicional, pues él es el creador y protector de todo lo que hay, el que ofrece cobijo para cualquier persona dentro de sus dominios y vela por su seguridad. Hasta aquí no parece del todo malo, ¿no? Sin embargo, el régimen que opera en Oceanía, al igual que en los otros dos gigantescos estados, es un sistema totalitario cuya intención principal es la autoconservación del poder en sí en el tiempo. Y para ello lo que importa no es el bienestar del individuo sino que la maquinaria social actúe como un solo conjunto y bajo unas normas estrictas que impiden la libertad individual.

Y ese es uno de los puntos más importantes del libro, la crítica del totalitarismo como medio para destruir la individualidad de las personas. Según expresa el autor en numerosas parte de la novela, es la única vía por la cual un sistema opresor puede perdurar en el tiempo, limitando la capacidad de las personas de salirse del camino marcado, de las restricciones que el propio sistema impone. Conseguir este objetivo no es sencillo, y de hecho debido a que es tremendamente complicado limitar totalmente la libertad de las personas las dictaduras no suelen ser sistemas muy estables. Sin embargo, en la sociedad ideada por Orwell hay unas ciertas mecánicas muy interesantes que usa el Partido (el régimen político comandado por el Gran Hermano) para estos fines.

Uno de estos mecanismos es la continua reescritura del pasado. Imaginaos que de pronto los libros de historia que hemos usado, o que usamos actualmente, dicen que la II Guerra Mundial nunca existió. A todos nos parecería una absoluta locura y pondríamos el grito en el cielo afirmando que eso es erróneo. Pero ahora pensad que este tipo de cambios en los libros de historia se hacen día a día, hora a hora, minuto a minuto. Uno abriría un libro de historia y podría poner cualquier cosa en ellos, ¿qué es verdad?, ¿qué no lo es?, ¿cuándo ocurrió ese evento que estás leyendo ahora mismo? El libro juega con la falibilidad de la memoria humana. Ya sabéis, “más vale lápiz corto que memoria larga”, como dice el refrán. Además, a este hecho hay uno que va unido y que es fundamental para que tenga éxito: cuando se cambia un registro, el antiguo hay que eliminarlo por completo de cualquier sitio que estuviera. Si no hay registro de algo, ¿cómo saber si de verdad ocurrió?, ¿no será que te estás volviendo loco? Pequeños cambios introducidos en la historia haría que uno casi ni se diera cuenta de que realmente hay algo que ha cambiado, que eso no debería ser así. Este es el trabajo del Ministerio de la Verdad, en el cual Winston trabaja, por cierto.

Sin embargo, cambiar la historia como única acción no es muy eficaz. Uno puede ser escéptico siempre y dudar de aquello que dicen los libros, los periódicos, o los registros en general. Hay un hecho todavía más fundamental en todo esto y es la aceptación incondicional (estrictamente incondicional) de todo lo que diga el Partido. Si el partido dice que 2 + 2 son 5, no es que digas que sí por temor a ellos sino que realmente, dentro de ti, sabes que 2 + 2 = 5 y no hay otra respuesta correcta. Desde niños se les induce a pensar de esta forma, y los que se escapan de esta forma de pensar simplemente se les captura y se les lleva al Ministerio del Amor, donde son “reeducados” para actuar en consecuencia de los mandatos del Gran Hermano. Para esto, claro, hace falta que la gente no pueda salirse de la forma de pensar impuesta desde arriba, desde el Partido Interno, que es el formado por las pocas personas encargadas de controlar la maquinaria. El método ideado por Orwell para restringir el camino de la libertad personal es el lenguaje.

Realmente Orwell, imagino que como buen periodista y escritor, sabía del poder de la palabra. Nos comunicamos con ellas, transmitimos nuestro conocimiento, nuestras inquietudes, desasosiegos, alegrías y esperanzas a través de frases; es el medio fundamental de la transmisión de la cultura entre generaciones y entre pueblos. La palabra es poder, por lo tanto, controlar el lenguaje es controlar una parte importante de la psique humana. Esta es la parte fundamental, para mí, de 1984: la neolengua, el idioma oficial del estado. Ésta se utiliza sobre todo en los sectores oficiales en el libro, aunque no en los estratos bajos de la sociedad, y consiste (entre otras muchas cosas) en una simplificación del lenguaje para eliminar ciertas características como los dobles sentidos, las palabras redundantes o la posibilidad de creación de nuevas palabras fuera de las esferas altas de poder. Con ello, lo que se intenta crear, es una vía estricta por la que se comunique la gente, un lenguaje en el que todo sea claro y que no existan ciertos vocablos que evoquen ideas determinadas. Las ideas son poder, ya sabéis, y si no existe la palabra para una idea, ésta no existirá en las mentes de las personas. Lo que estoy contando es un resumen extremo de lo que plantea el autor, porque está bastante más desarrollado en el libro.

Por lo tanto, controla el lenguaje y controlarás la mente, controla la mente y harás que la gente crea que 2 + 2 = 5, hazlos fieles, y el pasado podrá ser tan incierto como el futuro pues la gente lo aceptará como si siempre hubiera sucedido así. Un sistema cerrado, controlado, perfecto. Este es el núcleo de la sociedad fundada por el Gran Hermano.

Sin embargo, aunque realmente Orwell idea un estado cuyo funcionamiento parece férreo, implacable y perfecto, tiene fisuras bajo mi punto de vista. Y falla, precisamente, en la pieza fundamental de toda la maquinaria: el propio lenguaje. Si bien es cierto que la invención de la neolengua puede facilitar el borrado de ciertas ideas, uno no puede controlar la mente de todas las personas. Las ideas se crean a partir de otras como base, es un proceso sin fin y totalmente incontrolable por los métodos que se plantean en 1984. No puedes restringir la creación de nuevas ideas pues eso sería llevar al hombre a un estado casi primitivo, en el que montar cualquier tipo de sociedad es una utopía en sí misma. Creo que si de verdad existiera una sociedad con estas características, al final la cordura se impondría a la locura y el ciclo se rompería de una forma u otra. ¿Cuánto tardaría? Eso ya es más difícil de responder, y puede ser desde poco tiempo hasta milenios. Hasta ahora, y quiero pensar que no ha sido meramente cuestión del azar y la suerte, la humanidad ha salido al paso de los regímenes más estrictos impuestos por nosotros mismos. Quizá no en todas partes, pero sí en una gran mayoría. Al fin y al cabo la condición humana no puede esconderse eternamente. O sí, no sabemos si de verdad hay algún sistema que haga que retrocedamos hasta épocas en las que encender un simple fuego era toda una odisea.

1984 es un libro muy recomendado. Si no lo habéis leído, hacedlo cuando podáis. Es maravilloso cómo un solo hombre pudo adelantarse al tiempo en algunos aspectos y hablar sobre el control de masas por los medios de comunicación de forma tan clara que parece que lo haya escrito hace solo unos pocos años. Igualmente, parece que los estados totalitarios han evolucionado poco desde entonces y el régimen del Gran Hermano no queda tan lejos como podemos creer. Al fin al cabo somos humanos, para lo bueno y para lo malo.

Reseña literaria – 1984 (George Orwell) comentarios en «3»

  1. Un libro que hay que leer por lo menos una vez en la vida para entender las prácticas totalitarias de las dictaduras. Con una narrativa bien articulada y entendible para todos los públicos, es uno de esos libros que te hace pensar en cada frase que lees. 100% recomendable.

  2. Hablando con mi maestro de literatura hemos llegado a la misma conclusión de como la neolengua se articula como uno de los elementos más determinantes. Si bien es cierto que las ideas no pueden erradicarse porque nacen de manera espontanea en las personas, limitar la lengua desemboca en ideas que no pueden expresarse, lo que a mí parecer puede llegar a ahogarlas por completo.

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