Escrita por Arthur C. Clarke en 1979, «Las fuentes del paraíso» es una de las novelas del autor donde más se puede ver una de sus pasiones: el amor por la cultura y la mitología de Sri Lanka. Y si bien estamos ante un ejemplo claro de ciencia ficción al más puro estilo hard, la historia nos transporta hasta una atmósfera donde unas ruinas en la ficticia región de Taprobane —inspirada casi en su totalidad en Sri Lanka— nos adelantan que Clarke no solo va a hablarnos de ciencia, sino también de historia, cultura y las pasiones que mueven el mundo. Vannevar Morgan, el personaje principal, es uno de los mejores arquitectos del siglo XXII, famoso por haber construido un puente gigantesco sobre el estrecho de Gibraltar. Pero este incansable luchador tiene un sueño aún mayor: construir un puente hasta las estrellas.
Ahora bien, lo más curioso de todo es que el plan de Morgan no es nuevo. Como el mismo C. Clarke explica, el concepto de un ascensor espacial es bastante antiguo, en concreto, el físico y escritor Konstantín Tsiolkovski ya lo propuso en 1895, y el ingeniero ruso Yuri Artsutanov lo desarrolló de manera más elaborada dentro de un artículo del diario Pravda —la publicación oficial, durante la Unión Soviética, del Partido Comunista—. El texto, titulado В Космос — на электровозе, es decir, «Hacia el cosmos mediante un tren eléctrico», explicaba cómo lanzar un satélite hasta una órbita geosincrónica (es decir, que mantiene su posición respecto a nuestro planeta en una localización fija), dejar caer una cuerda desde arriba hasta la superficie terrestre y usarla a modo de ascensor. La pregunta obvia es: ¿aguantaría un cable de tantos kilómetros su propio peso? Artsutanov ya avisaba de que los materiales de la época no lo permitirían.
En el libro, estamos en el siglo XXII y Vannevar Morgan no tendrá que sufrir problemas de ingeniería de materiales, pero sí que tendrá que vencer a otras fuerzas de la naturaleza no menos problemáticas: la oposición religiosa por motivos varios, encontrar la financiación para un proyecto megalítico de esas características, lidiar con los intereses políticos de muchos partidos, convencer a los ingenieros y científicos que piensan que no puede hacerse, y por último, solventar miles de problemas técnicos de ingeniería. Y, aunque no parezca un tema apasionante a priori, lo es. Toda la hazaña del protagonista se ve acompañada de unas descripciones de la cultura y la sociedad del momento que reflejan belleza. Y, por si eso fuera poco, los pensamientos del protagonista y su visión de esa situación tan excepcional, nos arrojan un testimonio veraz de qué suponen este tipo de obras megalíticas, desde un punto de vista privilegiado.
Arthur C. Clarke fue uno de los grandes de la ciencia-ficción del siglo pasado, y si es considerado como tal no fue solo gracias a su precisión técnica, sino a la elaboración de personajes complejos de los cuales siempre podemos aprender algo. Las fuentes del paraíso, uno de sus mejores libros, fue merecedor de dos de los premios más importantes del género, el Hugo y el Nebula. Así que solo queda invitar al lector a que siga su propio puente hacia las estrellas leyendo esta obra genial del escritor británico. El tiempo invertido merecerá la pena.
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Fernando Cervera Rodríguez es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó un máster en Aproximaciones Moleculares en Ciencias de la Salud. Su labor investigadora ha estado centrada en aspectos ligados a la biología molecular y la salud humana. Ha escrito contenidos para varias plataformas y es redactor de la Revista Plaza y de Muy Interesante. Ha sido finalista del premio nacional Boehringer al periodismo sanitario y ganador del Premio Literario a la Divulgación Científica de la Ciutat de Benicarló en el año 2022. También ha publicado un libro con la Editorial Laetoli, que trata sobre escepticismo, estafas biomédicas y pseudociencias en general. El libro se titula “El arte de vender mierda”, y otro con la editorial Círculo Rojo y titulado “A favor de la experimentación animal”. Además, es miembro fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas.
Buena reseña. A Clarke le he leído algún relato corto, sin duda sus novelas merecen una oportunidad. Por cierto, el concepto de ascensor espacial lo rescata la última saga que escribió Terry Pratchet (La saga del mundo largo) muy recomendable. Me ha parecido por ello, especialmente interesante tu reseña. Siempre gusta saber de donde vienen los conceptos que te han llamado la atención.
¡Vaya tremenda coincidencia! Miro el correo, veo la entrada, la leo, a continuación entro en Twitter y veo los atentados que se han producido en ese país. País para el que hace 3 días habíamos comprado billetes de avión