Vista de Santiago de Chile y la contaminación presente

La crisis del COVID-19 y la contaminación atmosférica

Como cualquier situación en la que muere mucha gente y además otros muchos pierden su medio de sustento, tengo la potente sensación de que la crisis del COVID-19 no va a ser menos, y más allá del tiempo presente va a tener un papel transformador de nuestra sociedad, nuestra economía y en general de todo lo que nos rodea. Dejando a un lado la propia crisis sanitaria, me gustaría expresar los pensamientos que últimamente estoy teniendo acerca de los potenciales cambios que puedan ocurrir a medio y largo plazo, y además hacerlo sobre los posibles efectos que puedan darse en una materia concreta; el medio ambiente.

Sin entrar mucho en detalle, la historieta resulta ser algo así como que unos tipos comieron murciélagos o pangolines, o ambos en los mercados de Wuhan (China), el animalito llevaba regalo incluido y luego pues se lió la cosa. Y se lió hasta el punto de que la enfermedad se ha dispersado por todo el mundo, matando a miles de personas, confinado a otras tantas, parando economías y dejando al mundo en un frágil equilibrio de incertidumbres y dudas. El mundo globalizado en el que vivimos ha facilitado este grado de dispersión sin precedentes, poniendo a mi juicio en evidencia a muchos países, que se creían fuertes y ahora se sienten vulnerables y dependientes ¿o alguien en Europa o Estados Unidos pensaba que algo tan mundano como el trasiego de un mercado chino iba a causar una crisis de este calibre? Pero la historia de la humanidad ha ido acumulando sucesos que más o menos siguen la siguiente lógica; el humano se tumba a la sombra, a gozar de los placeres de la vida. Luego sucede algo negativo o directamente catastrófico y es entonces cuando mueve el culo y se pone a imaginar, a crear y a inventar hasta que consigue superar la adversidad. Evoluciona, y cuando ya no huele a peligro se vuelve a tumbar tranquilo hasta la próxima calamidad. Y ahora supongo que sucederá más de lo mismo.

Aunque es un problema global y como tal sería lógico que se tomaran ciertas medidas, políticas y directrices a nivel de comunidad internacional, la probabilidad de que esto suceda me suena a cuento de hadas. Además, en la mayoría de los países los gobiernos están asumiendo un gran control de absolutamente todo para detener la crisis, y la verdad es que tengo cierto miedo a que le cojan gustillo a eso de controlar verdaderamente todo. Por que seamos sinceros, desde hace décadas la inercia del sistema capitalista ha hecho que los gobiernos perdieran protagonismo frente a las empresas privadas, pero ahora los estados de todo el mundo están cogiendo la sartén por el mango para salvar la tortilla, y quién sabe si en el futuro pretenderán cocinarlo todo de nuevo. Por todo ello, mi opinión se perfila más hacía que los pasos para reducir la dependencia y vulnerabilidad experimentadas estos meses vayan encaminados a una cierta desglobalización (o globalización más restrictiva), un fortalecimiento de los gobiernos estatales, un aumento de la digitalización de las actividades e importantes avances en cuanto a ciencia y tecnología. Esto último parece que será así al 100 % en materia de sanidad, pero que se traslade a muchos otros aspectos va a depender mucho del agujero económico que se genere en cada lugar.

Dicho esto, y puesto que bajo mi punto de vista el medio ambiente constituye todo aquello que nos rodea y casi todo lo que hagamos puede acabar repercutiendo a los sistemas naturales, voy a proceder a exponer mis reflexiones acerca de lo que pueda suceder en el contexto de la contaminación atmosférica.

¿Cómo evolucionará la contaminación? 

A humano parado, aire limpio. Este viejo proverbio chino que me acabo de inventar viene genial para esta situación, y es que durante los últimos meses la contaminación atmosférica a descendido drásticamente en algunas de las zonas más industrializadas del mundo, tal y como se refleja en estos vídeos de la Agencia Espacial Europea y cuyos datos han sido tomados por el satélite Sentinel 5P. Os voy a dejar aquí el de la situación en España para el mes de marzo, pero en la web de la Agencia Espacial Europea podréis encontrar mucha más información al respecto.

Evolución de la concentración de dióxido de nitrógeno durante la cuarentena
Evolución de la concentración de dióxido de nitrógeno durante la cuarentena

Pero esto señores, creo que solo es flor de un día. Un pequeño parche que ayuda a aliviar ese ambiente cargado de nuestras ciudades pero que probablemente vuelva a su punto de inicio cuando todo vuelva a los niveles de actividad normales. Si es que volvemos a ellos, por que una cosa que puede suceder es que no seamos capaces de recuperar toda nuestra actividad a corto plazo aunque pongamos todas nuestras fuerzas en ello, lo cual dependerá de la duración de la crisis, pues no es lo mismo pisar por descuido un charco que despeñarse por un barranco. Así que podría suceder que la contaminación atmosférica descendiera por el mero hecho de que se destruya una parte importante de la economía.

Por otro lado, en ese contexto de mayor innovación tecnológica, especialmente en lo relacionado con la salud (hablo a nivel mundial, sin entrar en situaciones particulares ) y teniendo en cuenta que el COVID-19 acaba afectando a las vías respiratorias, y añadiendo también que el aire contaminado no suele sentar demasiado bien a todo ese engranaje respiratorio, creo que en el futuro se harán esfuerzos para mejorar cuestiones relacionadas con la reducción de la emisión de contaminantes desde industrias y medios de transporte; tales como mejorar la eficiencia de los motores, explorar nuevos tipos de combustibles, impulsar los que ya estaban como los motores eléctricos o desarrollo de nuevos modelos de movilidad.  Quizás se dejen otras cuestiones importantes de lado, pero todo lo que se pueda relacionar con el COVID-19 va a ser prioritario, por que además de necesario digamos que políticamente vende.  Acerca de los medios de transporte, es cierto que hay una cosa que me preocupa y mucho. El transporte urbano es uno de los grandes responsables de la contaminación de nuestras ciudades y por ello desde hace tiempo se ha intentado impulsar el transporte público en detrimento del privado, pero para evitar contagios hay que evitar aglomeraciones y la definición gráfica de esta palabra era un vagón de metro a las nueve de la mañana. Ahora, transportándonos al momento en el que volvamos libres, ¿volveremos a introducirnos dentro del gentío con la misma tranquilidad que antes? Yo tengo claro que no, y que habrá mucha gente que durante un largo tiempo evitará todo lo posible este tipo de situaciones, yéndose un poco al traste parte de los esfuerzos que se han realizado para fomentar el transporte público y favoreciendo la presencia de dióxido de nitrógeno y partículas inferiores a 10 y 2’5 micras, que son las que no se ven pero duelen cuando se te acumulan en tus pulmones.  Esta claro que mucha gente no tiene otra opción, pero muchos de los que lo puedan evitar lo evitarán por aquello de que más vale prevenir que curar.

Otra opción en cuanto al transporte que quizás se potencie todavía más en este contexto es la bicicleta, que para mí personalmente es el medio ideal ; económico, respetuoso con el medio y beneficioso para la salud (siempre que no te caigas, obvio). Pero este medio tiene una limitación importante a mi juicio, y es que para todo el mundo no es válido. Casi todo el mundo sabe ir en bici y sería capaz de hacerse unos cuantos kilómetros para ir al trabajo, el problema es cuando tu trabajo no está relativamente cerca, cosa que sucede habitualmente. En mi caso, tengo el trabajo a 10 km de casa, pero esos 20 km diarios no me suponen más que un agradable paseo. Es más hay días que voy en bici y otros corriendo, pero claro yo llevo miles y miles de kilómetros tanto en bici como corriendo desde que era un canijo y soy consciente de que todo el mundo no puede hacer eso. ¿Sería un buen aporte la generalización de la bicicleta eléctrica como medio de transporte urbano?

Hemos hablado del transporte y la contaminación en áreas urbanas, pero lo comentado anteriormente también podría verse afectado por una cuestión, el impulso del teletrabajo. Hasta ahora la gran mayoría de empresas y administraciones ni siquiera contemplaban esta posibilidad, pero ahora por lo imperativo de las circunstancias se han visto obligadas a facilitarlo y además de una forma express, dejando claro que es totalmente factible. Por ello, imagino que de aquí en adelante será algo más común de lo que solía ser contribuyendo a reducir muchos desplazamientos que antes se realizaban. Menos desplazamientos, menos contaminación. En relación a esto, el comercio online va a tomar su impulso definitivo en detrimento de las tiendas «de toda la vida». Aquí en España, este tipo de comercio que puede abarcar productos de cualquier índole no ha parado en toda la cuarentena, por lo que muchas empresas se han podido salvar así «de la quema». Por ello, en cualquier mente empresarial supongo que está el disponer de la mayor parte posible de su activudad online pues resulta más segura ante cualquier eventualidad. Como beneficio colateral, y en relación a lo expuesto con el teletrabajo, se evitarían muchos desplazamientos y en consecuencia las emisiones nocivas asociadas. ¡Y es que habiendo wifi hay alegría!

Pero en el tema de la contaminación atmosférica, no todo me suena tan bonito, y es que en función de los recursos que queden se podrán hacer unas cosas u otras. Imagino que en aquellos lugares con una gran base tecnológica y que llevan apostando por la ciencia durante mucho tiempo implantar soluciones más limpias e innovadoras será mucho más fácil a pesar de las dificultades económicas. Pero en aquellos otros sitios donde no se haya tejido convenientemente esa «tela» de base científica y tecnológica se acabaran imponiendo los parches inmediatos, el sálvese quien pueda, y en general cualquier cosa que produzca algo de valor aunque sea a través de métodos viejos, contaminantes y de corto plazo. Y es que cuando si la necesidad manda sin tecnología a mano, cualquier cosa se dará por buena.

Alejemos ahora la lupa y situémonos en una escala global para analizar como está afectando y como puede afectar a la movilidad a gran escala, que es una de las características más reseñables de nuestro mundo en las últimas décadas. Hasta ahora ha sido relativamente fácil y relativamente barato viajar en avión por aquí y por allá lo cual ha sido muy positivo en el sentido de que ha permitido a muchas personas conocer otros lugares (viajar es para mí la mejor forma de emplear el dinero), ha facilitado las relaciones económicas y diplomáticas entre países y también ha contribuido mucho a la ciencia, pues desde las aeronaves se toman multitud de variables que luego son utilizados por los centros meteorológicos ( podéis ampliar esta cuestión a partir de este enlace datos meteorológicos desde aviones). Pero a su vez estos beneficios tienen un gran coste, pues la aviación constituye el medio de transporte más contaminante y es ahora que las aerolíneas están en el dique seco el momento ideal para analizar su futuro y su incidencia ambiental. Bajo mi parecer muchas de las compañías no van a poder sobrevivir a tanto tiempo de parón, y cuando comencemos a arrancar de nuevo las supervivientes querrán recuperar sus pérdidas durante el letargo. Pero esto no va a ser fácil, por que imagino que se impondrán bastantes restricciones para evitar contagios y la dispersión del virus, teniendo como resultado un encarecimiento de los vuelos, reducción del número de personas viajando y del número de vuelos y la consiguiente reducción de la contaminación generada por los aviones. Tanto en este aspecto como en muchos otros, creo que nos veremos forzados a cambiar nuestra forma consumista de actuar, pero en general no será por voluntad propia o conciencia ambienta,l si no por imperativo circunstancial.

¿Y que pasa con el transporte de mercancías?’ Pues aquí también auguro una reducción de los intercambios y de los viajes realizados. Mi razonamiento se basa, como he dicho al principio, en que la dependencia observada de muchos países respecto de otros por la deslocalización de las producciones y la globalización de nuestra economía hace sentir a muchos países frágiles y vulnerables ante potenciales nuevas crisis de toda índole, y como el consenso internacional es algo bastante complicado creo que se va a tender al proteccionismo y al intentar, en muchos sentidos, desarrollar algo más la economía del «yo me lo guiso, yo me lo como». No al 100 %, por que es imposible con la cantidad de bienes que usamos a diario pero si en un mayor porcentaje que el actual, teniendo como resultado una disminución del trasiego internacional de mercancías y la contaminación asociada. Pero cuidado, por que esto es un arma de doble filo, pues un elevado grado de proteccionismo estatal y de no atender demasiado a la comunidad internacional, puede desembocar en que se menosprecien (todavía más..) los acuerdos internacionales en materia de medio ambiente. Al final, que cada uno vaya a hacer lo que le de la gana en la materia solo puede desembocar en una cosa, en que se intente resucitar a la economía tal y como estaba, por la vía más rápida posible y haciendo los destrozos que sean necesarios con tal de conseguirlo, cuando quizás lo sensato sería plantearse una nueva forma de hacer las cosas. Y es que el medio ambiente es todo lo que nos rodea, y aunque a mucha gente en las ciudades le parezca algo alejado de sus vidas, está presente en su día a día de manera constante. Qué yo sepa la lluvia todavía cae de las nubes y las zanahorias crecen mas bien mal en el supermercado.

Y ahora hablemos de gases de efecto invernadero y de cambio climático. He visto muchos comentarios por las redes en relación a lo bien que le está sentando esto al planeta y a revertir el cambio climático. Uno, si me he de morir yo para que se salve el planeta mal vamos, y dos, a la atmósfera que estemos un mes parados no le hace ni cosquillas. Esto no funciona así, pues los gases de efecto invernadero (GEI) perduran durante décadas por lo que aún que estuviéramos parados años las concentraciones observadas seguirían siendo elevadas, y los cambios en el clima asociados pues igualmente inciertos. Aquí os dejo las declaraciones del directo del observatorio de Izaña al respecto.

Datos sobre la concentración de CO2 en Izaña desde 2018
Concentración de CO2 en Izaña en el último año

Gráfica que muestra la concentración de CO2 desde los años 60 en Mauna Loa (Hawaii)

En este sentido mi esperanza se desvaneció hace mucho tiempo, lo siento pero en ciertos aspectos no suelo tener fe en el ser humano, especialmente en lo que se refiere a que países con realidades distintas se pongan de acuerdo en un punto concreto; la reducción de emisiones, y ahora pues mucho menos. Primero por que aún no ha acaba de empezar la crisis sanitaria, lo cual pone lógicamente en standy todo lo demás, segundo por que cuando acabe muchas economías estarán arrasadas y será un completo «sálvese quien pueda», y bien es sabido que cuando uno está en apuros piensa en como salir del atolladero en ese preciso instante y no demasiado en el futuro, aunque este te aseguren que sea sombrío e incierto. Pongo un ejemplo, vas en tu catamarán (quién no tiene uno…) por el mar tan tranquilo y de repente ves que te hundes, cuando todo está casi perdido ves una tabla a la que agarrarte y vas con desespero hacia ella. Cuando está al alcance de tu mano observas que solo puedes agarrarte de un trozo de metal puntiagudo, el cual te hará una herida y probablemente te deje la mano tullida por siempre, e incluso hay papeletas para que mueras por la gigantesca infección que te va a provocar. Llegados a este punto, ¿tu que harías? Yo desde luego me agarro y luego ya veremos. Pues con las emisiones, los países y el COVID-19 igual.

Eso a corto plazo, a medio plazo y largo plazo mis esperanzas se centran en una posible mejora tecnológica y científica global y en una utópica descarbonización de la economía. Mis temores se centran en ese sentimiento de dependencia y vulnerabilidad comentado al principio, que puede encaminarnos hacia el menosprecio de los acuerdos internacionales y una posible tendencia al proteccionismo-nacionalismo hiperventilado, una corriente encabezada ahora mismo por los gobiernos de Estados Unidos y Brasil. Al final, esos acuerdos internacionales en materia de medio ambiente, aunque incumplidos muchos y papel mojado otros, han sentado las bases de políticas y directrices. Han marcado un rumbo a seguir durante décadas en multitud de materias, y no hay nada peor que navegar sin rumbo o navegar solo.

Correlación entre PIB (GDP) y emisiones de CO2 en China
El gráfico muestra la correlación entre las emisiones de China y su GDP (Producto Interior Bruto en inglés). El gráfico podría servir para muchos otros países y pone de manifiesto la relación entre el crecimiento económico y el aumento de las emisiones. Fte https://medium.com/

Y colorín colorado, este pensamiento se ha acabado, Un pensamiento lleno de preguntas y dudas, y sabiendo que todo lo expuesto podría llegar a pasar, o que podrían llegar a ocurrir solo algunas de las situaciones planteadas e incluso que nada de esto suceda nunca jamás. Pero yo se que me podréis perdonar, pues si algo caracteriza a estos tiempos de pandemia es que la única certeza es que la incertidumbre manda.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *