Homo Problematicus I: Desertificación
Homo problematicus II. Contaminación atmosférica
Homo problematicus III. El mañana no existe
Homo Problematicus IV. Agua potable, el milagro de la buena vida
Texto escrito por Julián Chaves
Todos somos conscientes de que necesitamos respirar para vivir, no creo que sea necesario explicarlo aquí, pero, ¿somos conscientes de qué es lo que estamos respirando? Industrias, automóviles, incendios e incluso ese cigarrillo que disfrutas después de la comida son solo una parte de las actividades humanas que emiten sustancias contaminantes y que posteriormente se dispersarán por el aire circundante, enturbiando el cielo de muchas ciudades y generando problemas graves de salud en las poblaciones que respiran tales sustancias. Es evidente que nuestro progreso ha ido de la mano del aumento de emisiones, lo cual es comprensible y lógico dentro del nuestro actual sistema, y se admite que para conseguir ciertas cosas hay que desechar otras. En otras palabras, hemos elegido movernos en automóvil y comunicarnos por internet en lugar de vivir en un ambiente pristino y virgen, alimentarnos de inocentes conejos que caen en nuestras primitivas trampas y de los sabrosos frutos que nos ofrecen nuestros bosques. Y yo personalmente me alegro de tener internet, pero, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a avanzar en una dirección?, ¿puede ese camino llevarnos a un punto de no retorno en el cual nuestras condiciones y las de las generaciones futuras sean mucho peores?, ¿cuál debería ser el concepto de progreso para una sociedad? Además, también existe la otra cara de la moneda, y es que algunos de los mayores problemas derivados de respirar aires insanos se dan en lugares que se encuentran “en vías de desarrollo”, zonas donde la tecnología es muy incipiente y donde la mayor aspiración consiste en llegar al modus vivendi de los países occidentales, cuyas ciudades en la actualidad son muchísimo más “respirables” que hace tan solo unas décadas, ¿será su completo desarrollo posible ambientalmente?, ¿llegaremos al colapso si llegan al nivel de vida occidental?. Son todas ellas preguntas de difícil resolución, por que cambiar el rumbo probablemente implicaría renunciar a muchas cosas, aunque también es evidente que nadie quiere vivir en lugar cuyo aire es irrespirable y donde una mascarilla tenga que ser parte fundamental de tu indumentaria, además podrían producirse numerosas injusticias se avance por donde se avance. Cuestiones filosóficas aparte, hoy vamos a comentar cual es la situación de este problema, que posee una índole planetaria, y que conocemos como contaminación atmosférica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que se producen anualmente unas 3,7 millones de defunciones relacionadas directamente con la contaminación atmosférica, y que el 88% de estas muertes se dan en países en vías de desarrollo, especialmente en el sureste de Asia. De estas defunciones el 80% se deben a cardiopatía isquémica y accidente cerebrovascular, el 14 % es debido neumopatía obstructiva crónica o infección aguda de las vías respiratorias inferiores y el 6% restante a cáncer de pulmón.
Dejada patente la magnitud del problema a escala mundial, es necesario conocer de que estamos hablando concretamente, pues el término contaminación atmosférica puede resultar muy ambiguo, y es que existen cuatro componentes principales que son además los suelen evaluarse a la hora de determinar el grado de contaminación de un lugar; en primer lugar tendremos el ozono (O3 ), el situado a nivel del suelo (no el de la capa de ozono) y que se forma tras la incidencia de la luz solar, mediante reacciones fotoquímicas a partir de óxidos de nitrógeno (NOx) y compuestos orgánicos volátiles (COVs), en segundo lugar tenemos el dióxido de nitrógeno (NO2) , provenientes de diversos procesos de combustión y que está muy relacionado con bronquitis en niños y la aparición de enfisemas. El tercero es el dióxido de azufre (SO2), el cual además de provocar diversos problemas respiratorios, cuando se combina con agua forma ácido sulfúrico (H2SO4), es causante de la lluvia ácida y en consecuencia de graves problemas de deforestación. Por último tenemos la concentración de partículas en suspensión (inferiores a 10 μg ), quizás el indicador de contaminación más habitual y que expresa la concentración de partículas cuyo tamaño les permite llegar y permanecer en las zonas más profundas del pulmón, adicionalmente y si está disponible la tecnología, también se realizan mediciones de partículas inferiores a 2 μg. La distribución diaria de estas sustancias va a depender en gran medida de las condiciones atmosféricas, pues el viento dispersará más o menos los contaminantes, o los llevará hacia unas u otras zonas, siendo especialmente relevante la distribución de las masas de aire pues será un factor clave para la movilidad de las sustancias, que será menor cuanto mayor estabilidad se dé. En este sentido es necesario nombrar el proceso de inversión térmica, típico de zonas frías (ver foto de Ulan Bator) donde la temperatura aumenta conforme se aumenta en altitud, lo que induce un grado máximo de estabilidad atmosférica y que confina los contaminantes en las zonas más cercanas al suelo, pudiendo así hacer el aire verdaderamente irrespirable.
Antes de ningún comentario acerca de estos mapas, es necesario resaltar que los datos tomados pueden ser un tanto irregulares, por las diferencias técnicas entre los países, la preocupación de cada uno de ellos por esta cuestión, la localización de las estaciones, y la distinta fecha de las medidas tomadas. No obstante, me ha parecido relevante componerlos para poder observar aquellos lugares donde la situación es más benigna y cumple con las recomendaciones de la OMS y poder localizar hacia donde se concentran los problemas más importantes. De una sola mirada queda patente, que los países más desarrollados han mejorado enormemente su calidad de aire, aunque es cierto que en muchos lugares todavía se superan ligeramente los 20 microgramos por metro cúbico, medida que la OMS considera límite, queda patente también que Oriente Medio y Asia tienen en la actualidad los valores más grandes. Por último llama la atención la cantidad de países que no tienen medidas, especialmente en África, pudiendo sacar de las tres afirmaciones anteriores una breve conclusión; desarrollados igual a aire más o menos limpio; en vías de desarrollo igual a ambientes muy contaminados y cuyos valores medios anuales multiplican varias veces los valores máximos supuestos por la OMS para 24 horas; subdesarrollados igual a ausencia de datos.
Para concluir y acorde con los datos estudiados la ciudad que obstenta en la actualidad el dudoso honor de ser la ciudad más contaminada del mundo es Peshwar (Pakistán), donde la concentración en microgramos por metro cúbico de partículas inferiores a diez micras durante el año 2010, fue de 510, 25.5 veces superior a esos 20 microgramos límite. El podio se completa con las ciudades de Rawalpandi, también en Pakistan, con 448 microgramos por metro cúbico en 2010 y con Mazar-e Sharif (Afganistán), que obtuvo una media en 2009 de 334. En total 116 ciudades de esta lista superaban los 100 microgramos, y por el otro lado 21 ciudades obtuvieron valores inferior a 10, entre las cuales se incluye como Sidney, que cuenta con una población c ercana a los cuatro millones de personas.
Somos lo que comemos y también lo que respiramos, espero que la próxima vez que toméis una bocanada de aire os acordéis de lo importante que para vuestras vidas respirar un aire limpio e inmaculado. Que no te quiten el placer de respirar.
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.
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