Escépticos en el pub: divulgar con mierda de gato

Recientemente, el filósofo Angelo Fasce, en un artículo publicado en el blog La venganza de Hipatia [1], hizo una alusión personal a mi forma de divulgar en charlas sobre pseudociencia —en las cuales a veces uso heces de mi gato—, además de criticar los eventos organizados en Valencia por Escépticos en el pub. Soy partidario de las críticas respetuosas, pero este no ha sido el caso y por ello se ha cruzado una linea que me obliga, a pesar de no haberlo hecho hasta ahora, a responder de forma pública sobre varias cuestiones.

Uno puede criticar cualquier cosa, de hecho yo he sido el primero en criticar cosas que no me gustan dentro del movimiento escéptico [2], pero siempre he intentado hacerlo con respeto y no quemando puentes con gente que, en definitiva, persigue lo mismo que yo: fomentar el pensamiento crítico.

Escépticos en el pub

Uno de los puntos que quería tratar en este texto son las alusiones a Escépticos en el pub de Valencia, que ha realizado Angelo Fasce en el artículo que hemos mencionado anteriormente. Y es que tanto él como yo hemos participado en esos eventos (he tenido el placer de ir tres veces como invitado, dos en Valencia y una en Burgos). Y bueno, creo necesario decir ciertas cosas ante unas palabras que considero irrespetuosas hacia unas personas que respeto por su labor.

¿Hay cosas mejorables en Escépticos en el pub? Desde luego que sí, en toda actividad humana siempre hay cosas mejorables, pero también es cierto que, en primer lugar, hay que saber qué es lo que se va a criticar. Además, la crítica es un arte que hay que saber practicar, porque si uno lo hace mal corre el riesgo de, o conseguir que su crítica genere rechazo, o bien que el mensaje quede enmascarado por las formas y no sirva de nada. Analicemos algunos fragmentos del artículo de Angelo Fasce:

No conozco muy bien otros casos, pero os puedo hablar del caso de Valencia, que se las trae. Primer tema: que sean en un pub no quiere decir que tengan que ser en antros hediondos. […] Tampoco es que tengan que ser como los encuentros escépticos de EEUU, que son muy pijos y a veces o se paga o se cena caro en el sitio —aunque el ponente agradece mucho que por esos lares retribuyan económicamente su tiempo, algo que deberíamos comenzar a plantearnos—. Los científicos, y algunos de sus adeptos más acríticos, a veces toman la lamentable actitud de pensar que toda crítica que se le pueda hacer a la ciencia ya es un síntoma inequívoco de ser un magufo […]. Yo mismo lo he vivido muchas veces. Ejemplos tengo varios. Uno reciente fue cuando osé tener una actitud escéptica aplicando la matización crítica al uso de modelos animales en ciencia: lo que vi fue una actitud nivel fanático de la bioneuroemoción por parte de algunos científicos muy, muy vinculados al movimiento escéptico.

Calificar el pub donde se realizan las charlas de antro hediondo, sobre todo cuando no es cierto, es bastante curioso. ¿No es el pub donde se realizan las charlas del agrado de uno? Perfecto, pero hasta donde he podido ver cuando he ido, no cabe ni un alfiler en la sala, y ni el olor ni su calidad suponen un problema. No es el Hotel Palace, pero es un evento gratuito montado con toda la buena voluntad de un grupo de gente y un local que cede sus instalaciones sin cobrar nada. Y bueno, ¿habría que pagar a los ponentes? ¡Claro!, ¿y por qué no? También podrían regalarles un jamón y darles un reloj caro de diseño. Pero bueno, para eso ya se tienen charlas como El ser creativo, donde uno puede pagar 40€ por escuchar a unos ponentes que han cobrado por hablar en un local que ya quisieran algunos (ambientado con rosas y todo) [5]. Así que si alguien quiere que le paguen y hablar en antros «menos hediondos», siempre puede mandarle su currículum a los organizadores de ese tipo de eventos. Escépticos en el pub no deja de ser una iniciativa gratuita mantenida gracias a la buena voluntad de un grupo de gente que no se lucra con ello. Habrá ponentes mejores y peores, charlas buenas y malas, pero no hay que olvidar que se trata de una actividad gratuita.

El principal problema del texto de Angelo Fasce no es la crítica, sino la falta de humildad y la mala documentación, lo cual es bastante curioso, pues justamente gran parte de su argumentación habla de lo muy humilde que hay que ser y de lo mucho que hay que documentarse para hacer divulgación, y es que argumenta que cuando uno se atreve a hablar de escepticismo en el ámbito científico, a uno le atacan de sobremanera. Y para ello, como no podía ser de otra manera, recurre a un ejemplo del que también fui partícipe: un debate sobre experimentación animal y la posterior discusión que mantuvimos varios biólogos con él. Y es que, a pesar de lo que recomienda Angelo en su propio texto, tanto en el debate como en el texto que escribió en su blog, demostró no saber de lo que estaba hablando, dando en el proceso datos falsos, tergiversando algunos datos verdaderos, demostrando carencias conceptuales severas en el ámbito científico y, ante todo, ofreciendo un ejemplo de mala educación persistente cuando intentamos explicarle de forma argumentada en qué estaba equivocado (el artículo explicativo está aquí). Y es que, como él mismo recomienda, uno debe hablar de temas sobre los cuales se ha documentado o tiene experiencia y conocimiento, porque si no se corre el riesgo de acabar defendiendo cuestiones falsas con datos falsos, y encima creer que el problema es que los demás son unos fanáticos.

Mierda de gato

Desde hace años y a partir de un libro que escribí titulado El arte de vender mierda, realizo una serie de charlas sobre qué son las pseudomedicinas, todo ello a partir de una historia personal en la cual mi amigo Mariano Collantes y yo nos inventamos una pseudociencia basada en heces humanas, para infiltrarnos en ambientes pseudocientíficos durante varios años y demostrar la ausencia de filtros [3].

El publico objetivo de esa charla, por lo general, se puede dividir en tres categorías: partidarios de las pseudomedicinas, opositores a las pseudomedicinas y gente que no sabe acerca de estos temas. Esa distinción es vital, porque en función del público objetivo, un comunicador debe saber qué recursos utilizar, y es por ello por lo que hago tres charlas diferentes en función del sitio al que voy.

Por ejemplo, si uno va a predicar entre conversos, es decir, a exponer la historia a gente que ya piensa como tú (como un Escépticos en el pub), lo más importante es captar su atención, lograr entretener y además trasmitir la historia de forma correcta, ya que esa gente puede ayudarte al objetivo final: que la historia se extienda y sirva de ejemplo para otros públicos diferentes. El segundo tipo de público es la gente que no piensa como tú, donde prima ser capaz de sembrar la duda en esas personas, pues las creencias que tienen acerca de las pseudomedicinas son peligrosas para su salud y alimentan una estafa de grandes proporciones. Por último, hay un público que no tiene ideas formadas al respecto, en el que vuelve a primar que la historia les resulte interesante, trasmitirles los principios fraudulentos de las pseudomedicinas, y de algún modo ayudarles a entender los fundamentos que les permitirán ser críticos con ellas en un futuro. Obviamente, los recursos que se utilizan en cada caso son diferentes, pero uno que suelo utilizar con asiduidad en algunas de esas charlas son las heces de gato.

Heces y otros recursos

Para hablarle a un publico primero tienes que captar su atención, y después de eso tienes que mantenerla durante un buen rato. Por ello, cuando uno pretende hablarle a una audiencia debe hacerlo con suficientes recursos para conseguir el objetivo final, y cuando hablo de la homeopatía a un público que, o bien ya sabe que es una estafa, o bien no sabe qué es la homeopatía, siempre combino dos cuestiones: a) explicar por qué los principios de la homeopatía son falsos, y b) hacer demostraciones que capten la atención, para lo cual recurro a dos recursos: hacer una dilución homeopática y hacer un suicidio homeopático.

Para el punto a) sencillamente explico los fundamentos teóricos de la homeopatía. Para el punto b) utilizo una dilución de heces de gato junto a otras cuestiones asquerosas, lo cual ayuda a que el público entienda que en el último vaso y después de una dilución seriada, no queda ninguna partícula de la materia original. Es decir, me bebo la última dilución y eso siempre genera una reacción bastante interesante en el público, lo cual ayuda a hacer una demostración de lo explicado al principio, es decir, que en una dilución seriada no hay nada y que el efecto memoria no tiene sentido. Pero claro, eso sirve para captar la atención, pero no sirve como golpe de efecto final. ¿Y si estoy mintiendo?, ¿y si el efecto memoria es real y los productos homeopáticos funcionan? Lo que hago a continuación es mostrar que alguien, en directo, se come una cantidad enorme de medicamentos homeopáticos que, si tuvieran algún tipo de efecto, deberían provocarle la muerte —lo que se conoce en el ámbito escéptico como un suicidio homeopático—. Los productos homeopáticos son comprados en una farmacia y le enseño al público el envase original y la factura. Y esta vez sí, el público ve que no hay ni trampa ni cartón: los productos homeopáticos de la farmacia no funcionan.

Esa charla la realizo para alumnos de colegio, no en lugares donde sé que es posible que haya partidarios de la homeopatía, y ese dato es relevante, ya que la dilución de heces de gato solo la uso «predicando entre conversos» o ante públicos adolescentes donde cuesta mucho captar y mantener la atención. Y la verdad es que el recurso funciona.

Ahora bien, esa charla la realicé una vez con Angelo Fasce en Torrevieja y ante un público de alumnos de varios colegios, y sobre ella se refirió hace poco de la siguiente forma:

Divulgar escepticismo no consiste en contar generalidades ni en divertir al personal; divulgar es enseñar. […] y, además, para que la divulgación sea buena y no un señor vomitando datos, se ha se captar al oyente emocionalmente poniendo de relevancia las implicaciones que lo que te está contando tiene en tu vida, en tus aspiraciones y demás […]. Yo mismo he visto a gente tratando de convencer a las personas de que la homeopatía es una pseudociencia en base a hacer homeopatía en directo con escupitajos o con mierda de gato. ¿De verdad hay quien cree que puede vencer la disonancia cognitiva de alguien que pone su salud en manos de homeópatas en base a una ridiculización tan superficial como esa? Ponte en la mente del oyente. «[…] Hoy he visto a un tipo salido de la nada que me ha hablado de un modo que parecía bastante poco informado, porque no ha demostrado tener realmente una experticia intelectual que me despierte confianza. Ha sacado un bolsa de plástico con caca de su gato y ha hecho algo que él dice que es homeopatía, aunque contradice a esta gente en la que confío tanto, y después se ha bebido el preparado. Me ha parecido una payasada y una guarrada. ¿Qué hago? ¿Cambio mi creencia?». ¿Crees que esa persona va a abandonar sus creencias cuando reciba nueva retroalimentación en su centro de homeopatía de confianza? ¿Crees que así le has hecho algún mínimo rasguño a los homeópatas? Divulgar escepticismo es algo que requiere preparación y seriedad, si no es más inocuo que el agua con azúcar y las imposiciones de manos que se quieren derrotar.

Siento disentir, pero parte de divulgar, y sobre todo si vas a divulgar frente a adolescentes, consiste en «divertir al personal», porque desde luego que aburrirlos no va a ayudarte a promover tu mensaje, y es que hay gente que cree que divulgar ciencia o pensamiento crítico consiste en hablar sobre ciencia o pensamiento crítico, y yo no comparto esa opinión. Eso sí, divertir no sirve de nada si no logras trasmitir tu mensaje, y por ello explico fundamentos teóricos y hago demostraciones que no solo buscan captar la atención, como por ejemplo un suicidio homeopático. Y es que esa charla no va dirigida a personas que sí que creen en la homeopatía, sino a gente que nunca ha oído hablar de ella, y sinceramente, dudo mucho que un adolescente se diga mentalmente que «Hoy he visto a un tipo salido de la nada que […] no ha demostrado tener realmente una experticia intelectual que me despierte confianza», y no porque crea que los adolescentes sean tontos —que no lo son—, sino porque yo también he sido adolescente y he pasado seis años de mi vida dándoles clases. Conozco a ese público. Sí, tal cual indica el texto de Angelo, divulgar escepticismo y ciencia es algo que requiere preparación, pero ante todo requiere que tengas un público que quiera escucharte. El problema es que hay un grupo de gente que piensa, a modo de un moderno Jorge de Burgos, que la risa o el entretenimiento, cuando se trata de divulgación científica o escéptica, no son herramientas útiles [4]. Yo no comparto ese pensamiento.

Caricaturas

El texto que he mencionado anteriormente y que criticaba mi charla no deja de ser una caricatura de la realidad, una simplificación falaz: cuando el público al cual me dirijo puede tener una proporción de gente que cree en la homeopatía o en otras pseudociencias, los recursos utilizados son otros, ya que intento no generar rechazo en el espectador. Hay que saber dónde y ante quién habla uno. Sin ir más lejos, he dado charlas en réplica a otras de Josep Pàmies [5], y he participado en programas de radio y debates dirigidos a un público «alternativo» que creía en pseudoterapias. Como es de imaginar, en esas charlas que no van dirigidas ni a conversos ni a adolescentes, no saco una bolsita con heces de gato, sino que todo se vuelve más serio y duro, porque lo que está en juego es vencer disonancias cognitivas severas en un público que se va a sentir atacado por tus palabras (de eso hablamos en este artículo). Y, ¿cuál es el resultado?, ¿hay gente que ha cambiado su opinión tras esas intervenciones?

Muchas veces me escriben personas, o me hablan en las mismas charlas donde participo, diciendo que después de escucharme o haber leído El arte de vender mierda, he sembrado dudas en su cabeza o han cambiado su punto de vista y han entendido la diferencia entre ciencia y pseudociencia; repito, gente que antes creía en temas como la homeopatía o el biomagnetismo. Es decir, que por los datos que he ido obteniendo y el feedback que recibo, creo con bastante certeza que la estrategia funciona. No sé si existen maneras mejores de hacer las cosas, pero al menos esa da resultados.

Conclusión

Lo que he intentado reflejar en este texto, que no deja de ser una réplica ante un artículo que hacía alusiones sobre mi trabajo y el de otras personas, es que uno puede criticar de forma abierta cualquier cuestión: ahora bien, lo que uno critica de forma abierta puede ser respondido de igual manera. Y si lo que uno va a hacer es acusar a un elevado grupo de gente de ser censores, de no saber acerca de materias en las cuales trabajan, de ser unos cutres organizando eventos, de ser malos divulgadores, etc., y encima pretende que le tomen en serio, mas vale que fundamente bien lo que dice. Y si se va a exigir exactitud, excelencia y buena documentación sobre los temas que se van a divulgar, más vale que uno no acuda a tertulias divulgativas con datos falsos, fallos conceptuales graves a nivel científico, y recurra a simplificaciones falaces del trabajo de los demás para criticarlos, exigiendo al mismo tiempo excelencia y humildad desde una posición de soberbia.

Referencias

[1] La venganza de Hipatia – artículo

[2] Crítica al movimiento escéptico

[3] El arte de vender mierda

[4] Jorge de Burgos

[5] Josep Pàmies

[6] El ser creativo

Escépticos en el pub: divulgar con mierda de gato comentarios en «6»

  1. En el curso pasado Fernando Cervera vino a mi instituto a hacer una charla sobre «Ciencia y pseudociencia». La charla fue un auténtico éxito. Un año después los alumnos todavía hablan de la «performance-experimento» de suicidio homeopático con mierda de gato. La visión crítica de la homeopatía fue transmitida de una manera clarísima y no sólo a los alumnos. Algunos profesores no tenían claro que era la homeopatía e incluso pensaban que era «medicina porque la venden en las farmacias», después de la charla entendieron que la homeopatía no cura nada.

    Gracias Fernando por la charla que tanto divirtió y en la que tanto aprendieron los alumnos.

  2. No sé por que lo han tomado como algo exagerado, acaso ¿no existe la orinoterapia? Un día la enfermera que me atendía antes de entrar al ver al médico me dijo «Había de probar la orinoterapia». ¡¡!! Ojalá en México hubiera científicos haciendo esa clase de divulgación. En lo personal me duele que personas cercanas a mi acudan a estos charlatanes y no hay manera de convencerles de que eso no es ciencia. Saludos.

  3. Dios, he leído el artículo del filósofo, y es veneno puro y arrogancia. ¿Qué se le ha pasado a esa persona por la cabeza? Cualquiera que lo leyera podría pensar que no es un filósofo con un blog, que es un individuo perteneciente a la élite cultural y divulgativa de este país. Sería gracioso si no fuera por la pena que da que tenga esas ínfulas: un Quijote de la filosofía.

  4. Yo leí algunos de sus artículos hace tiempo (me refiero a Angelo) y bueno, no escribe mal, tal vez demasiado arrogante y sexualizado para mi gusto. El problema ya no es su estilo, que puede gustar más o menos, es que sus textos recurren a muchos argumentos blanditos y simplificados para justificar algunas tonterías. Al leer el artículo de la experimentación animal y la critica que le habéis hecho, te das cuenta de que ni se lee las referencias que da. Como divulgador de contenidos científico es muy flojo, y como divulgador de temas de filosofia y pensamiento critico es bastante mediocre, falaz y arrogante, y eso no es un buen comienzo.

  5. A mí el filósofo del artículo que se crítica, me dio una charla que fue un auténtico coñazo. Es verdad que saqué provecho de algunas de las referencias que nos dio, pero algunas cosas que dijo estaban muy sesgadas, y sobre todo estaba muy mal enfocada la charla, aunque iba de sobrado y no tenía motivos para ello.

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