El valor del escándalo: pseudoterapias en el Jardín Botánico de Valencia

Recientemente ocurrió una polémica en las redes sociales y que tocó a una de las esencias de la divulgación científica. La situación fue la siguiente: el Jardín Botánico de Valencia —entidad que lleva años publicitando pseudoterapias peligrosas para la salud como las flores de Bach [1], la homeopatía o las sales de Schüssler [2], que matan a muchas personas al año— lanzó un curso de aromaterapia, una pseudociencia considerada poco peligrosa pero que, en realidad, sirve de caballo de Troya para otras pseudoterapias mucho más peligrosas y que, además, por sí misma se utiliza incluso para tratar sin evidencia científica a enfermos de cáncer [3]. Por si fuera poco, el curso estaba dado por Renaud Alain Regnier [4], un naturópata que, entre otras cosas, dice poder ayudar a enfermos de Alzheimer, niños autistas y además carece de titulación habilitante en temas de salud pública. Todo esto, no lo olvidemos, en una institución pública dedicada a la difusión del conocimiento. A continuación, el divulgador científico y médico Ignacio Crespo [5], abrió en Twitter una llamada de atención al Jardín Botánico, pidiéndoles que retiraran el curso [6]. El Jardín Botánico se mantuvo en silencio, hasta que en mensajes posteriores se hizo una llamada más escandalizante y hubo muchas reacciones por parte del público. Y justo cuando la gente se escandalizó, el Jardín Botánico canceló el curso.

La historia podría haber terminado ahí, pero poco después se creó una polémica con otros divulgadores que opinaban que el proceder por parte de Ignacio no era correcto. En concreto, la opinión que más llamó la atención fue la de la Asociación Valenciana de Comunicación y Divulgación de la Ciencia (conocidos en redes sociales como Piratas de la Ciencia [7] [8]), que mantenían desde su Twitter que esto debería haberse solucionado por las buenas y de otro modo. En conversaciones posteriores llevadas a cabo en la red social, se utilizaron varios argumentos interesantes que es importante analizar.

Escándalo frente a mediación

Una cosa que hay que entender antes de hablar de este asunto es que las pseudoterapias no son un fenómeno fácil de entender, y mucho menos de combatir.

Por un lado tenemos la vertiente social del problema. Hay mucha gente que cree en pseudociencias. Estas personas son potenciales víctimas y nunca hay que criminalizar sus creencias, puesto que es contraproducente. Por otro lado y siendo realistas, es difícil convencer a un creyente acérrimo. No obstante, la mayoría de consumidores de pseudociencias lo son por desconocimiento, así que pueden ser convencidos mediante argumentos racionales.

En segundo lugar, en todo esto hay una dimensión legal que hay que tener en cuenta, puesto que hay infinidad de leyes que protegen a los pacientes pero que no se cumplen. De hecho, se estima que en España hay unos 15.000 centros que incumplen la legislación de centros sanitarios y que ofrecen terapias que son —digámoslo sin miedo— una auténtica estafa que pone en riesgo la salud y destroza a muchas familias cada año.

Por último, en todo este problema hay una parte institucional, porque hay entidades científicas que, por motivos económicos o por conflictos de intereses, defienden las pseudoterapias. Un ejemplo es el Colegio Oficial de Médicos de Valencia, que defiende el uso de pseudociencias que dicen poder tratar el cáncer, el sida o detener la Esclerosis Múltiple [9], o el Consejo de Enfermería de la Comunidad Valencia [10], que también promueve el uso de pseudoterapias. ¿El motivo? Una gran parte de mala praxis profesional y otra de que algunos médicos y enfermeros viven de engañar a los enfermos. Otras instituciones, como las universidades, ofrecen cursos de pseudoterapias también por incultura científica y porque producen bastantes ingresos.

Estas tres partes del problema tienen que tratarse por separado, pero tienen que tratarse. Uno jamás va a solucionar el problema de las pseudoterapias divulgando que son una estafa si la ley no actúa contra los estafadores y, al mismo tiempo, no se evita que las universidades y los colegios de médicos promuevan el uso de pseudoterapias. Y es aquí donde llegamos a la polémica que ha iniciado este artículo de opinión: ¿qué estrategia utilizar frente a instituciones que promueven pseudoterapias?

La respuesta no es sencilla. Ahora bien, cuando uno se inicia en el activismo en contra de estos fraudes lo primero que descubre es que nadie te hace caso. Puedes hartarte de visitar concejalías y alcaldes, puedes hablar con universidades y centros asociados, pero la realidad es que todo el mundo te ignora. De hecho, en los pocos casos en los que no te ignoran, lo que ocurre es que se logra retirar una charla y a la semana vuelven a hacer otra exactamente igual. La estrategia de la mediación no funciona, es así de sencillo. Por cada charla que se desmonta surgen muchas iguales, porque el objetivo no es desmontar una actividad pseudocientífica, sino que esos centros asuman su responsabilidad y dejen de ser parte del problema. Y además, todo el proceso consume las fuerzas de la gente que lucha en su tiempo libre y de manera altruista por defender a los enfermos. Pero hace unos años, gracias al auge de las redes sociales, los pensamientos viajan a la velocidad de la luz y en cuestión de minutos la población puede enterarse de las auténticas barbaridades que nos rodean. Y con el tema de las pseudociencias no es diferente. La única forma efectiva de que una institución publica te escuche es creando ruido, aparecer en periódicos o ser tendencia en las redes sociales. Y es muy triste que solo actúen llegados a ese punto, pero es la verdad. Y entre medias hay personas que siguen muriendo por abandonar su tratamiento o por los efectos secundarios de terapias alternativas inservibles, familias que son destrozadas por pseudoterapias del ámbito sectario como la Bioneuroemoción o la Nueva Medicina Germánica, y gente que es engañada con falsa formación que le hace creer que son capaces de tratar a enfermos. Y nadie hace nada desde las instituciones.

Uno podría verse tentado de intentar ser complaciente, es decir, yo mismo tengo relaciones personales y profesionales con las universidades y las entidades que critico. Y no por ello dejo de ser independiente, aunque haya tenido que pagar el precio por ello. Y es que lo segundo que aprendes en este ámbito es que uno no se mete en la lucha contra las pseudociencias para hacer amigos. De hecho, uno no puede permitirse perder efectividad cuando está en juego la salud de las personas y la ética de las instituciones científicas que nos representan. 

Además, por si todo esto fuera poco, el Jardín Botánico de Valencia está avisado desde hace más de dos años de que tiene cursos pseudocientíficos, como el de aromaterapia. ¿Cual fue su respuesta? Invitarnos a reflexionar [11]. De nuevo, resultó ser que hasta que no se hizo ruido nadie movió un dedo para dejar de colaborar en la estafa y muerte de miles de personas.

¿Una cuestión de libertad de expresión?

Piratas de la Ciencia apeló en redes sociales a una especie de libertad de expresión y a la inteligencia de los usuarios. Es decir, proponían que el curso de pseudoterapias (que ya lleva varias ediciones) se tendría que haber realizado. En ese caso, la solución propuesta era que hubiéramos ido a defender nuestra postura en frente del público, y que la gente habría salido del curso mejor informada. Es decir, la solución propuesta implicaba dar cabida en las universidades a pseudocientíficos —recordemos que les llaman charlatanes por algo— y debatir con ellos. En resumen, producir un fenómeno de equidistancia desde el propio Jardín Botánico de Valencia, que además se beneficiaría de forma económica. Pero ¿a qué me refiero con equidistancia? Básicamente a generar en el espectador la falsa sensación de que existe un debate en algo que, de hecho, no lo tiene. Poner al mismo nivel la pseudociencia con la ciencia desde instituciones públicas no solo es un error, sino una imprudencia, pues el riesgo de que el espectador se decante por una pseudoterapia es muy alto, porque recordemos que creer en pseudoterapias no depende de la inteligencia del espectador, sino de las falacias argumentales y las disonancias cognitivas que esos expertos charlatanes —que viven de engañar a la gente— son capaces de crear a pesar de intentar un debate racional con ellos. Las universidades no pueden dar cabida a la pseudociencia, o, en caso de hacerlo, solo como objeto de estudio desde la premisa inicial de que son una estafa. Y mucho menos las universidades deberían lucrarse con la transmisión de mentiras, pues está en conflicto directo con su código ético.

Verdad y utopía

Llegados a este punto uno puede asumir la realidad o zambullirse en la utopía. Y como divulgador científico me duele decir esto, pero este problema no se soluciona con divulgación científica —aunque puede ser una herramienta útil—. La única forma de solucionar este problema es actuando a nivel social, legal e institucional. Y el escándalo y el ruido son dos herramientas indispensables para conseguir cambiar las cosas. Pero Piratas de la Ciencia, desde sus redes sociales, opinaba que la solución es educar a la población. Pero el problema de las pseudoterapias no puede solucionarse con divulgación científica, al menos no solo con ella.

Pensar en educar al 100% de la población mientras se deja carta blanca a las universidades (y en este caso al Jardín Botánico de Valencia) para poder difundir pseudoterapias, y pensar que al final la población se dará cuenta de que todo es una estafa, es el equivalente a decir que no hay que actuar contra los bancos que estafaron a sus clientes en la venta de las preferentes y dejar que la gente se de cuenta por sus propios medios, a lo sumo darles clases de economía. Al 100% de la población.

El problema de creer en utopías para frenar las estafas sanitarias reside en que, por cada minuto perdido, muere gente, familias son destrozadas y mucha gente pierde sus ahorros. En mi familia lo hemos vivido, y solo puedo decir que si queremos detener el problema y salvar de la estafa a miles de ciudadanos, no tenemos tiempo para utopías.

Coclusiones

He sido testigo de intentos durante más de una década de expulsar a las pseudociencias de la universidad y los primeros resultados se han conseguido gracias a la movilización ciudadana y al escándalo resultante. Cualquier otra suerte de procedimiento no ha dado resultados, al menos no desde los diez años que llevo implicado en esta lucha, y esto lo dice alguien que se ha reunido con más de una treintena de representantes públicos y de centros universitarios para intentar otras vías. No funciona.

La posición adoptada por la Asociación Valenciana de Comunicación y Divulgación de la Ciencia desde sus redes sociales no solo no es efectiva, sino que es peligrosa porque permite legitimar estafas sanitarias desde centros universitarios. Y como divulgadores científicos no podemos olvidar que la divulgación científica está al servicio de la sociedad, y que la pasividad (incluso la complacencia) frente a estas cuestiones, ya le ha costado la vida a mucha gente.

Nota del editor: Con posterioridad a la publicación de este artículo, el Jardín Botánico de Valencia, retiró los artículos con contenido pseudocientífico de su página web, y expresó su rechazo a ese tipo de prácticas. 

[1] http://espores.org/es/botanicos/edward-bach-i-el-control-de-les-emocions.html

[2] http://espores.org/es/botanicos/les-sals-del-doctor-schuessler.html

[3] https://www.nuevafitoterapia.com/about

[4] http://espores.org/es/component/k2/author/1169-renaudalainregnierjaumain.html

[5] http://www.sindromedestendhal.com/un-servidor-ignacio-crespo/

[6] https://twitter.com/SdeStendhal/status/955442551401648129

[7] http://www.piratasdelaciencia.com/

[8] https://twitter.com/piratas_ciencia/status/952122822603747328

[9] https://hipertextual.com/2018/01/colegio-medicos-valencia-rafael-torres-hidroterapia-colon

[10] https://t.co/EATJ3rfOG6

[11] https://twitter.com/JardiBotanic_UV/status/606176040868839425

El valor del escándalo: pseudoterapias en el Jardín Botánico de Valencia comentarios en «5»

  1. Resulta casi enternecedor ver como luchas contra lo que tu denominas «pseudoterapias», más que nada por la absoluta certeza de que no lograrás erradicarlas. La misma OMS recomienda incluir las terapias naturales (o complementarias, o alternativas, o como quieras llamarlas) en los sistemas nacionales de salud; otra cosa sería cuales y bajo qué condiciones, pero cada vez están más extendidas y ganan más adeptos.
    Dentro de ese mundillo ni todo es dañino ni todo es una estafa. Incluir todo en el mismo saco está al mismo nivel que decir que todas las terapias «oficiales» son efectivas e inocuas para la salud humana.
    Tanta bilis afectará a tu salud y, ni la ciencia ni la sanidad pública ofrecen soluciones terapéuticas para esos casos.
    Saludos.

    1. Buenas tardes. Lo de la OMS no es como dices, pero aunque lo fuera, sería un argumento sin validez. La OMS; por poner un ejemplo, también consideró a la homosexualidad como una enfermedad mental:

      http://quemalpuedehacer.es/blog/2017/02/27/estrategia-oms-sobre-medicina-tradicional/

      http://www.publico.es/politica/homosexualidad-dejo-considerada-oms-enfermedad.html

      Sobre las pseudoterapias, sí que carecen de evidencia científica.

      Saludos cordiales

  2. Creo que en la discusión mencionada ya comenté todo lo que podría comentar por aquí en general, que no es más que refrendar casi cada frase. No es del todo cierto que hacer ruido sea la única forma, porque todavía existen algunos lugares donde la contestación a un aviso de intromisión de movimientos peligrosos ha sido «Pues efectivamente nos la han colado, disculpad. Retiramos inmediatamente el apoyo y revisaremos los filtros para que no vuelva a ocurrir». De los centenares de lugares a los que he avisado, esto sucedió exactamente en tres de ellos (de los que guardo un afectuoso recuerdo, hasta el punto que en la primera ocasión que recibí esa respuesta después de decenas de «solo alquilamos el aula, no somos responsables de sus contenidos» me eché a llorar de gratitud por mostrarme que aún hay gente competente ahí fuera).

    Sí querría aportar un punto extra, que no sé si está en la conversación: Una Universidad, o un lugar público en general, no debe albergar desinformación sobre salud ya no por ética, sino por ley. La desinformación en salud no solo no se considera libertad de expresión sino que, a nivel constitucional, el artículo 43 y 51 protegen especialmente al ciudadano contra ella, justo para que sus decisiones puedan ser libres. Esto, por supuesto, se incumple sistemáticamente. Como tantísimas otras leyes y regulaciones en materia de sanidad.

    Supongo que es una lucha asimétrica en la que competimos con la necesidad que tiene la gente de creer y de los charlatanes de vaciarles los bolsillos haciéndoles creer, ante la inoperancia de las autoridades sanitarias que de hecho están obligadas por ley a velar para que esto no ocurra (y otra vez se incumple sistemáticamente). Quizá es una lucha que no ganemos nunca (por la ley de Brandolini y porque alguna gente tiene una cita ineludible con Darwin), pero la alternativa, que es cruzarse de brazos y buscar palomitas para seguir viendo cómo cae el siguiente «incauto» (que podría ser un ser querido tuyo, o tú mismo en un estado de alta vulnerabilidad), no es asumible para muchos.

    1. Hola Emilio, tienes toda la razón. En un pequeño porcentaje puede resultar efectivo, aunque yo soy más partidario de hacer la consulta de forma pública. En el caso del botánico, fueron dos intentos antes de optar por otras vías. Y ojo, que aún tienen contenido pseudocientífico en su página web.

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