Tal día como hoy del año 1553 quemaron vivo al médico y humanista español Miguel Servet, y en la editorial que ofrecemos cada mes en ULÛM he querido reflexionar sobre este hecho.
Siempre que pensamos en gente ardiendo en una hoguera tendemos a pensar en la Santa Inquisición y en la intolerancia religiosa, pero es bien sabido que, en la historia de la humanidad, nunca ha faltado gente dispuesta a matar y torturar en nombre de la libertad.
Un ejemplo interesante ocurrió en 1553, cuando en Suiza los protestantes calvinistas quemaron vivo a Miguel Servet. La vida de este pensador español está impregnada de dos palabras clave: Dios y ciencia. Sus principales disertaciones y análisis versaron sobre muchas disciplinas, como por ejemplo la astronomía, la fisiología, la anatomía, la física o la religión. Actualmente, sus tesis religiosas no son muy recordadas pero su reconocimiento reside en su trabajo sobre la circulación pulmonar, la cual fue descrita en su libro Christianismi Restitutio. Él fue la primera persona en hablar en el Occidente cristiano de la circulación pulmonar, explicando en sus textos que la sangre fluía por la arteria pulmonar hasta la vena pulmonar, pero que ese transvase se realizaba dentro de los pulmones donde, según Servet, se liberaban algunos vapores que daban el color oscuro a la sangre, pues tras ese proceso el líquido se tornaba más claro. Podemos ver que la descripción del español no estaba tan mal hecha para ser del siglo XVI. Pero ¿por qué quemaron los suizos a Servet? No fue por sus ideas sobre la circulación sanguínea, sino por sus ideas religiosas.
Servet negaba la trinidad y defendía que el bautismo debía de realizarse en la etapa adulta, y fue precisamente por expresar esas ideas por lo que los protestantes calvinistas lo quemaron: supongo que querían reformar la iglesia católica, pero no tanto. Servet realizó una estancia en Suiza antes de dirigirse a Italia, y fue en Ginebra (ciudad fiel a los principios de la reforma calvinista) donde fue apresado y juzgado por herejía. El mismo Calvino estaba al tanto de la ejecución y no se opuso a su muerte. La sentencia fue clara: Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.
De este modo los protestantes calvinistas vieron el reflejo de sus enemigos apostólicos romanos en sus propios actos, y muchos pensadores criticaron lo sucedido. Entonces se comenzó a hablar de que matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre.
Como la historia recuerda perfectamente, Servet no fue el último en morir por sus ideas y hoy en día siguen matando a muchos otros por atreverse a pensar. Nuestra especie, capaz de unir sus esfuerzos para enviar personas a la Luna, también es capaz de utilizar su tenacidad para perseguir y asesinar en nombre de ideales que, a priori, parecen correctos.
La ciencia tiene el potencial de iluminar nuestro entendimiento y hacernos más precavidos como especie, y la historia de Miguel Servet nos sirve para entender que la correcta divulgación, no solo del conocimiento científico sino de las pasiones e historias que hay tras la palabra ciencia, nos puede hacer comprender que la tolerancia hacia las ideas de los demás es uno de los pilares fundamentales del progreso, y que aunque las ideas no tengan derechos las personas sí los tienen. Sin el respeto y la crítica razonada la ciencia no podría existir, y por eso la historia de Servet tiene un interés especial.
Para terminar con un toque de esperanza, si bien Miguel Server fue hecho prisionero y asesinado, también un 27 de octubre nació una persona que refleja muy bien el poder de unión que tiene la crítica inteligente. Erasmo de Rotterdam estudió en la Universidad de París y allí fue testigo de la fuerza impulsora que supuso el renacimiento de la cultura griega. Este filósofo fue uno de los máximos exponentes del pensamiento libre y de la creación de ideas independientes. Gracias a él, la oposición a cualquier tipo de autoridad se entendió como un mecanismo necesario para el avance, y su crítica al fanatismo influenció en gran medida a Martín Lutero. Como homenaje, toda la red europea para los intercambios universitarios lleva su nombre, Erasmus.
Y por todo eso seguiremos contando historias como esta, porque no tiene sentido hablar del pasado si no es para buscar un futuro mejor, y la ciencia tiene mucho que ver con qué futuro queremos construir.
Fernando Cervera Rodríguez es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó un máster en Aproximaciones Moleculares en Ciencias de la Salud. Su labor investigadora ha estado centrada en aspectos ligados a la biología molecular y la salud humana. Ha escrito contenidos para varias plataformas y es redactor de la Revista Plaza y de Muy Interesante. Ha sido finalista del premio nacional Boehringer al periodismo sanitario y ganador del Premio Literario a la Divulgación Científica de la Ciutat de Benicarló en el año 2022. También ha publicado un libro con la Editorial Laetoli, que trata sobre escepticismo, estafas biomédicas y pseudociencias en general. El libro se titula “El arte de vender mierda”, y otro con la editorial Círculo Rojo y titulado “A favor de la experimentación animal”. Además, es miembro fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas.
Siempre habrá gente dispuesta a matar a los demás por no pensar como ellos. Bonita reflexión.