Editorial: El científico de las navidades pasadas, presentes y futuras

Soñamos días de mañana que nunca llegan
soñamos una gloria que no deseamos
soñamos un nuevo día cuando ese día ya ha llegado
huimos de una batalla en la que deberíamos pelear.
Y sin embargo dormimos.

Esperamos la llamada sin adelantarnos a ella
basamos nuestras esperanzas en el futuro
cuando el futuro no es más que vanos proyectos.
Soñamos con una sabiduría que evitamos cada día
llamamos con nuestras plegarias a un salvador
cuando la salvación está en nuestras manos
Y sin embargo dormimos.
Y sin embargo rezamos.
Y sin embargo tenemos miedo.

N. Kleinbaum, El club de los poetas muertos.

Hace seis años tuve el placer de graduarme en la Universidad de Valencia junto a personas a las que admiro. Algunas de ellas son parte activa de este proyecto, como Dani Martínez o Mariano Collantes, y a otros muchos les perdí la pista con el paso de los años, lo cual forma parte del proceso natural de ir creciendo.

El día de la graduación tuve el privilegio de poder hablar junto a dos de esas personas que, de un modo u otro, sabes que tendrán vidas dignas de mención. Eran Carmen Muñoz y Ximo Pechuan, y juntos acordamos hacer un discurso diferente: queríamos interpretar una adaptación muy particular del relato de Charles Dickens A Christmas Carol. Sí, ese cuento que hemos visto cientos de veces donde a una persona se le aparece el fantasma de las navidades pasadas, presentes y futuras, para mostrarle —varía según la adaptación— qué momentos le han llevado hasta su presente y cómo será su futuro. En concreto, nosotros queríamos interpretar al biólogo de las navidades pasadas, presentes y futuras, y hacer un recorrido por nuestro camino como jóvenes aprendices de científicos llenos de pasión, sueños e ilusiones.

Todos nosotros éramos hijos de la crisis. Y tal vez por eso —como a cualquier otro joven recién licenciado— la perspectiva de salir al mundo real con el título bajo el brazo nos producía ansia y emoción, pero también miedo. Los recortes económicos y la desesperación de otros compañeros que ya habían terminado no nos daban esperanza. Pero allí estábamos, a punto de enfrentarnos al mundo, y no por placer o porque sintiéramos que fuera nuestra obligación, sino porque el tiempo no tiene paciencia y nos había empujado fuera del nido en aquel preciso momento.

Carmen, en su discurso del biólogo de las navidades pasadas, dijo algo que aún recuerdo hoy en día: la carrera había sido una una maratón y todos nosotros la habíamos superado. Siempre he sido una persona que ha vivido sus sueños —ahora me refiero a los de dormir— de forma muy viva e intensa, y a día de hoy me sorprendo soñando que aún estoy en la carrera, nervioso y enfrentándome a esos últimos exámenes. Gracias a esos sueños me doy cuenta de que Carmen tenía razón: obtener ese trozo de papel que decía que éramos biólogos supuso mucho esfuerzo y desilusiones, pero también forjó lazos de amistad que han marcado a la persona que todos somos hoy en día. Yo, personalmente y a modo de testigo, tuve el placer de conocer a profesores y alumnos a quienes admiro de forma profunda por su modo de entender la vida. Por todo ello doy gracias.

Ahora bien, más allá de tener un papel que decía que éramos biólogos, el fantasma de las navidades presentes —es decir, Ximo— dijo algo muy importante: el legado más importante que nos ofreció la universidad fueron las herramientas necesarias para desenvolvernos por nosotros mismos. Y es que, más allá de enseñarnos datos, la universidad nos mostró un modo de pensar. No éramos científicos en potencia porque un papel dijera que éramos biólogos, sino porque habíamos aprendido a desafiar a la autoridad, a buscar respuestas por nosotros mismos, y porque habíamos adquirido en el proceso un modo de entender las cosas. Y es que la ciencia, más allá de ser un conjunto de conocimiento, es un modo de pensar. Y todo esto nos lleva hasta el fantasma del biólogo futuro, es decir, a mi parte del discurso.

El día de antes de la graduación intentaba imaginarme dónde estaría en unos años. En ese momento estaba comenzando un proyecto empresarial con unos amigos de la carrera y me sentía dividido, pues amaba la ciencia y me encantaba hacer divulgación científica, pero al mismo tiempo tenía otras inquietudes que sabía que debía materializar por caminos menos convencionales. Y pensando en todo eso me di cuenta de que seguramente mi vida futura sería muy diferente de lo que imaginaba, ya que los objetivos sirven como punto de referencia pero rara vez llegamos a alcanzarlos. Siempre hay imperativos económicos, sociales o familiares que modifican nuestros intereses y nuestros planes, por lo que saqué la conclusión de que lo importante no era llegar al destino marcado, sino vivir el camino con pasión, ímpetu y sin dejar de luchar.

Todos teníamos sueños y éramos muy jóvenes, pero no sé qué fue de cada uno de mis compañeros de promoción y espero que hoy en día, echando la vista atrás, no se arrepientan de nada. Yo no lo hago.

He usado esta historia personal como excusa para hablar de ULÛM, y es que una de mis pasiones era escribir. De hecho, uno de los días más felices de mi infancia fue cuando gané, con ocho años, un concurso de escritura en el colegio. Y desde entonces nunca dejé de darle a la tecla. Parecía obvio, pues, que al entrar en la universidad comenzara a escribir no solo historias cortas, sino que también hiciera textos de divulgación científica. Y fue así como nació tubiologia en el año 2007. Pero todo lo que nace muere: estábamos cargados de ideas, energía y ganas de innovar; quisimos hacer una página web con foros, blogs, libros online, documentales, y un montón de cosas que creíamos que podían marcar la diferencia; queríamos dar a la Facultad de Biología una plataforma donde poder intercambiar ideas, apuntes, opiniones sobre asignaturas, consejos y cualquier cosa que pudiéramos imaginar. Nos reunimos muchas veces, pero la realidad era que todos teníamos muchas obligaciones y poco a poco tubiologia fue muriendo. Mi gran amigo Carlos Galán, que escribe en ULÛM y es editor de www.taxateca.com, reutilizó el viejo foro y lo convirtió en una plataforma de identificación online de especies, y estoy orgulloso de que una de las páginas de identificación online más completas aún lleve el nombre de tubiologia como recuerdo de aquella época (podéis ver la web aquí). Una vez más los objetivos no sirvieron para ser alcanzados, sino que resultaron ser un excelente punto de mira.

Dani Martínez, Julián Chaves y yo mismo, decidimos reutilizar las ruinas que había dejado tubiologia y el ambientoblog —un proyecto personal de Julián— para crear lo que hoy en día es ULÛM. Una gran cantidad de colaboradores se subieron en este barco y nos ayudaron a navegar por los mares del conocimiento —a todos ellos les damos las gracias—, y una vez más, marcamos objetivos y poco a poco fuimos construyendo con cuidado esta plataforma de la cual todos estamos orgullosos. No ha llegado aún el día en que dejaremos morir a ULÛM, pero sí que ha llegado el momento de cerrar el telón una temporada más y reorganizarnos, buscar gente nueva, refrescar ideas y marcar objetivos que nos sirvan de punto de mira para los próximos años, ya que hemos agotado gran parte del combustible que nos ha traído hasta aquí.

ULÛM cierra por una temporada más pero lo que vendrá después aún no lo sabemos. En el camino que nos queda por recorrer aparecerán personas y otras se irán, cambiaremos nuestro modo de ver las cosas, y es posible que hasta el cansancio y el abatimiento nos esperen a la vuelta de la esquina. Y sin embargo no tenemos miedo.

 

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