Crítica literaria: Un fuego sobre el abismo

Hagamos un pequeño ejercicio mental. Nos encontramos en una conferencia sobre tecnologías emergentes y alguien nos pregunta, ¿cuál sería, para ti, la tecnología que haría un cambio gigantesco en nuestro día a día? ¿qué tecnología nos transformaría de una forma irreversible? No parece sencillo. Seguramente a algunos os saldrían respuestas sobre tecnologías quiméricas que no dejarían de ser una suma de las ya existentes. Eso no es mucho, ¿no?

A lo que yo me estoy refiriendo es a lo que podría ser la próxima singularidad tecnológica, que es ese punto en el cual habremos creado algo más allá del cual no podamos imaginar ni siquiera las repercusiones que tendrá. Como veis la pregunta tenía trampa, pero da que pensar. Realmente, ya hemos sufrido algunas de estas singularidades, ¿o no me creéis? La propia invención de la escritura fue una de ellas, de pronto pasamos de transmitir el conocimiento de una forma ineficiente a una con una fidelidad casi perfecta, lo que desembocó en el periodo de mayor crecimiento cultural y técnico que se conoce. La invención de las comunicaciones a distancia casi también se puede considerar algo parecido, de pronto ya no importaba dónde estuviera uno, todo el mundo estaba conectado.  Ahora imaginad no solo un punto donde creemos una tecnología sino un punto en el tiempo donde podamos sobrepasar el límite de nuestra inteligencia. Es complicado, ¿verdad?

Con todas estas preguntas e ideas juega el libro que tenemos entre manos, Un fuego sobre el abismo, de Vernor Vinge, antiguo profesor de matemáticas y ciencias de la computación en la universidad de San Diego.

El libro nos sitúa en un futuro bastante lejano, la humanidad hace tiempo que ha dejado su cuna terráquea y ahora forma parte de una compleja red de razas y civilizaciones intergalácticas. Lo interesante de todo esto es que la Vía Láctea se halla dividida en cuatro regiones concéntricas. La más interna de todas, las profundidades sin pensamiento, está situada en el núcleo de la galaxia y donde ninguna inteligencia puede existir. La siguiente capa sería la zona lenta o de lentitud, donde está situado nuestro actual planeta Tierra y donde ya se pueden empezar a conocer inteligencias pero que está limitada la movilidad por la relatividad y no se permiten viajes a mayor velocidad que la de la luz. La siguiente zona sería el más allá, done ya se permiten los viajes superlumínicos y por lo tanto una comunicación con otras civilizaciones con unos tiempos razonables. Y por último, en la capa más externa de todas, encontramos la zona de transcendencia, donde habitan aquellos que han podido sobrepasar al nivel de inteligencia o científico de las capas previas, y donde habitan los llamados poderes, seres cuyas acciones bien podrían tomarse como “divinas”. Aquí Vinge juega con la famosa cita de Clarke donde dice que cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

División de las zonas de la Vía Láctea propuesta por Vernor Vinge.

Cualquier persona que sepa un poco de física seguramente quedará horrorizado por la premisa de la posibilidad de viajes superlumínicos, aunque también es cierto que Vinge comenta estas zonas en su libro con algo de superficialidad, y nunca deja claro si son zonas “naturales” o por el contrario son obra de algo o alguien.

El libro empieza cuando una colonia humana, situada en el más allá, despierta uno de estos poderes, pero cuyo objetivo final queda lejos de establecerse simplemente en la zona transcendente, y de pronto comienza a atacar. Este tipo de poderes son denominados como “perversiones” en el libro y son poderes corruptos que solo buscan la destrucción de otras civilizaciones. Aunque claro, estamos hablando de superinteligencias cuyos objetivos seguramente estén a una distancia a la cual nosotros, simples humanos, no podemos llegar ni comprender.

Una nave consigue escapar de dicha colonia y consigue viajar hasta los límites de la zona de lentitud, donde aterrizan en un planeta donde vive una curiosa especie de pseudo-cánidos. Aquí Vinge juega bastante bien sus cartas y nos crea una especie muy interesante en su lectura, pero que puede sonar algo risible en su descripción. Esta especie está formada por unos animales de cuatro patas, inteligentes, pero que para formar un individuo han de cooperar y juntarse varios de estos animales simultáneamente. Es decir, estos animales tienen la capacidad de comunicarse de forma telepática, y cuando varios de ellos se juntan, se forma un individuo. Extraño, pero ya os avisé. Sin embargo son interesantes, ya que son individuos modulables, ya que pueden perder alguna de sus partes o incluir otra extra. Por lo general, a partir de tres cánidos ya se considera que el individuo tiene una inteligencia mínima para ser considerado normal, aunque no es raro ver otros individuos con 4 o 5 miembros. También, el que su comunicación sea telepática, hace que no puedan acercarse los individuos entre sí a distancias cercanas ya que empiezan a interferirse entre ellos. Al ser varios animales por individuo también han aprendido a aprovechar eso para poder operar todos de forma coordinada e interactuar con objetos complejos como la representación artística de más abajo.

Extraído de DeviantArt.

En este planeta ocurre prácticamente la mitad de la historia, centrándose en la historia de los humanos y su interacción con dos facciones enemigas en el planeta. Uno se va dando cuenta que esta especie tiene una inteligencia bastante avanzada y una capacidad de aprendizaje muy alta, pero siguen en una especie de estado medievalista que resulta en esa interesante separación de los hermanos por la acción de lo que podríamos llamar señores feudales.

La otra mitad del libro tiene lugar en el viaje que realizan un par de humanos junto con una pareja de alienígenas bastante curiosos, hacia las profundidades de la zona del más allá, en busca de la nave que he comentado antes pues sospechan que puede tener algún tipo de contramedida para la perversión que se ha despertado. La cual, por cierto, se ha vuelto muy agresiva y ha empezado a hacer de las suyas.

También tiene detalles muy curiosos sobre la forma en la que se hacen las comunicaciones. La novela está publicada en el año 1992 y se nota que en esa época las redes sociales no eran ni un ápice de lo que son ahora. En la novela, al inicio de muchos capítulos, aparecen unos mensajes que son tipo como cadenas de correos que se mandan si estás adscrito a algún grupo, tal y como funcionaba antes. De hecho, la forma del texto recuerda mucho también a los logs que muchas veces suelen tener los programas informáticos para informar de la salida que han generado, por ejemplo. Es un ejemplo muy curioso y que a mí, personalmente, me hizo mucha gracia.

El libro es un ejemplo claro de lo que es una space opera, pero que además juega mucho con las cuestiones que comentaba al principio. Es una novela donde hay algo de acción, pero donde todo se basa en intentar comprender por qué una superinteligencia ha comenzado a atacar a toda la civilización que se encuentra. Los personajes están bastante bien construidos y, si somos un poco perspicaces, podemos darnos cuenta de algunos detalles no contados sobre cómo tuvieron que ser esas primeras colonias humanas que superaron la barrera de la lentitud. El cual, dicho sea  de paso, es otro tema central ya que durante el libro se habla de civilizaciones que aparecen y desaparecen con relativa facilidad en el más allá, o de cómo una civilización anquilosada a los grandes tiempos de la lentitud puede verse totalmente modificada cuando cambian de zona, o incluso cuando los bordes de ésta varían, porque los límites no son algo estático sino que son dinámicos y se modifican en el tiempo.

Una gran novela, ganadora del premio Hugo, y que seguramente os proporcione unas cuantas horas de diversión durante su lectura, y tras ella.

thox84oeo2aidblhappv

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *