Aquellas mañanas de verano con Weir Science

La premisa es sencilla: coges fotos de chicas atractivas según los criterios estéticos de los años 90, un ejemplar de la revista MAD, una entrevista de la revista TIME a Carl Sagan, cómics de ciencia ficción, un diccionario de inglés y partituras de Beethoven, metes todo ello en un ordenador a través de un escáner, accionas un ejecutable de MS2 y gracias a la oportuna caída de un rayo has creado a la chica perfecta que, por si fuera poco, ¡además tiene poderes mágicos! Lo sé, suena muy estúpido y en cierto modo lo es, pero era mi serie preferida cuando era pequeño. No puedo escuchar la canción Weird Science y no acordarme de las mañanas de verano cuando, después de almorzar, veía esta serie en la televisión.

Cada uno tiene sus series estúpidas preferidas y esta era la mía: tal vez fuera por los efectos especiales, o porque a veces hablaban de ciencia o por la idea de crear a una genio informático. ¡No lo sé!, pero veía esta serie y me entretenía. También recuerdo que gracias a ella alimenté mi imaginación y que, por si fuera poco, descubrí que el tipo con chaqueta americana que salía en Cosmos, además de contar cosas interesantes que me encantaban, podía de algún modo extraño estar involucrado en la creación de una entidad mágica con apariencia ciertamente interesante (incluso para un niño de mi corta edad).

Ahora bien, dejando esta vieja añoranza por mi infancia, detrás de esas historias endebles se encuentra un elemento vital: el poder de la ciencia ficción para generar historias entretenidas. No seré yo el que diga que la ciencia ficción no debe ser coherente: disfruto de historias complejas y bien montadas como Interestellar o Stargate Universe (por poner ejemplos de ciencia ficción televisada). No obstante, también soy partidario de que no todo tenga un cariz serio y abrumador: Dr. Who no tiene por que ser ciencia ficción dura para hablarnos de algunos conceptos que, de otra forma, mucha gente no habría escuchado jamás, como por ejemplo la edad de la Tierra o qué es una enana blanca. Del mismo modo yo aprendí algún que otro concepto interesante gracias a esta serie, y posiblemente ver Weird Science me llevó a otros tipos de ciencia ficción más compleja.

Soy un firme partidario de que la calidad no está reñida con la popularidad, y también de que el humor estúpido no está reñido con los contenidos de calidad. Y bueno, como recuerdo de esas tardes de verano y de la ciencia ficción de andar por casa, os animo a que veáis algún capítulo de esta serie que, si bien no era muy realista desde el punto de vista científico, de lo que estoy seguro es de que era altamente entretenida (que no es poco) y sembró en mí alguna semilla de interés por la ciencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *