El libro que esta vez nos ocupa es uno de esos escritos a cuatro manos, dos cabezas y muchas ideas. En este caso junta a dos nombres que hay que escribir con letra bien grande: Stephen Baxter, escritor de ciencia ficción dura con bastante experiencia detrás, y bueno, el otro es Terry Pratchett. ¿Necesitáis presentación de este último? Es el creador de Mundodisco, y el segundo autor británico que más ha vendido en la sección de ficción por detrás solamente de J.K. Rowling. A pesar de no conocer mucho su obra no tengo la menor duda de que es uno de los mejores autores de toda la historia en literatura fantástica, donde mezcla historias muy interesantes con un humor británico muy característico. Buenas risas me he echado yo con su libro Guards! Guards! en el metro. Así pues, al juntar a dos escritores sobresalientes uno tiene unas expectativas muy altas en lo que han creado. ¿Esto es así con este libro, La Tierra Larga? Pues… no.
Primero de todo, no es un mal libro para nada, lo he leído en cuatro ratos y tiene bastantes partes positivas, pero las expectativas me han jugado una mala pasada. Para centrarnos, la historia comienza cuando aparecen en internet los planos para crear una pequeña máquina electrónica que cabe en una pequeña caja, con un interruptor con tres posiciones (Este, centro/apagado, Oeste) y alimentada… por una patata. Ese toque es muy Pratchett. Pues bien, lo que hace esta máquina es permitir que una persona que la ha construido, pueda cruzar entre las distintas Tierras paralelas que hay hacia un lado (Este) o hacia el otro (Oeste). Me explico, tú estás en la calle, le das al interruptor hacia uno de los dos lados, y apareces en una especie de Tierra paralela en la que no ha habido contacto con el hombre antes. Así que claro, pensad en todo lo que eso puede desencadenar: una gran parte de la humanidad es capaz de ir de una Tierra a otra de una forma tan sumamente sencilla como es crear esa sencilla máquina y presionar un botón. Adiós a la escasez de recursos, de espacio, batallas por el territorio… ¿No te gusta tu vecino? ¡Te vas a otra Tierra! Así que claro, a partir de ahí surgen varias preguntas interesantes: ¿cuál es el límite de Tierras, infinito, finito? ¿son todas iguales? ¿desde cuándo se puede cruzar? ¿por qué una patata?
Los personajes principales del libro son también interesantes. Por un lado, tenemos a Joshua, un joven que tiene la capacidad de cruzar de forma natural, es decir, sin necesidad de máquina con su correspondiente solanácea como batería. Desde el primer día que se pudo cruzar, Joshua demostró que era un explorador nato y que se sentía mucho mejor en tierras vacías de personas que en la Tierra Datum (la Tierra que nosotros conocemos), ya que esta última no le permite escuchar el Silencio. Y por otro lado, tenemos a Lobsang, una IA ultrainteligente basada en un mecánico tibetano (otro toque muy Pratchett), “dueño” de una multinacional que se especializa pronto en la exploración de la Tierra Larga. Juntos emprenderán un viaje para conocer los confines de este nuevo mundo y tratar de desentrañar las múltiples preguntas que asaltan las cabezas.
La premisa es original, la idea es atractiva y tiene mucho potencial. Los personajes del libro no están mal del todo y son simpáticos. ¿Entonces qué falla? El ritmo, esencialmente. En ningún momento de esta novela noté que quisiera leer un capítulo más a ver qué pasaba, qué misterios había en los siguientes mundos. El ritmo es muy irregular, se intercalan hechos interesantes con otros capítulos que paran la inercia y eso hace daño al conjunto. Eso sí, hay una cosa que me ha gustado y son los capítulos que no son parte de la pareja protagonista, ya que ayudan mucho a crear un universo consistente y son relevantes durante el transcurso de la historia.
De todas formas, y como conclusión, a pesar de los fallos que veo en el libro, me han dejado con suficiente interés para que al menos le dé una oportunidad al segundo libro a ver si desarrollan mejor todo esto que llevan entre manos. No hay que olvidar que el maestro Pratchett siempre puede sorprender, incluso aunque ya no esté en esta Tierra.
Daniel Martínez Martínez (@dan_martimarti) es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó el máster Biología molecular, celular y genética. Realizó su doctorado a caballo entre el FISABIO (Fundación para el fomento de la investigación Sanitaria y Biomédica) y el IFIC (Instituto de Física Corpuscular). Su labor investigadora está centrada en el estudio de la relación entre la composición funcional y de diversidad de la microbiota humana, y el estado de salud-enfermedad de los individuos. Durante los últimos años ha mantenido una actividad de divulgación científica escrita, además de participar en la organización de eventos como Expociencia. Actualmente trabaja en el Imperial College de Londres.