Los niños que ya no querían ser astronautas

El contexto en el que uno crece le marca de por vida. Mis padres crecieron con el alunizaje del Apolo 11, fruto de la competitiva carrera espacial entre USA y la URSS. Más adelante, tanto mi hermano como yo crecimos con las enseñanzas del gran Carl Sagan en su magnífica serie Cosmos, gracias a que mi padre nos la ponía en la tele. Tanto ellos como nosotros, y como muchos de los otros niños de estas dos generaciones (y las del medio) crecimos con la emoción de estos grandes avances que generaba una respuesta típica cuando te preguntaban que qué querías ser de mayor: astronauta. Era un sentimiento generalizado dado por el afán de ampliar no solamente nuestro conocimiento sobre el universo, sino por expandir los límites de la humanidad un poco más allá de este planeta que nos había visto nacer.

Sin embargo, y aunque puede que solo sea una noción de alguien demasiado acostumbrado últimamente a oír malas noticias, noto que este entusiasmo por la exploración espacial se ha quedado en un punto muerto, un estado estacionario donde la gente parece no sentir ya la necesidad, y la utilidad, de seguir realizando esta gran labor. Pero, ¿a qué puede deberse esto? Por una parte pienso que el sector está falto de ideas y de ganas, como si éste se hubiera llenado de gente conformista y desganada que ya no tuvieran más ideas geniales que llevar a cabo, aunque me niego a creer tal cosa, por lo menos en su totalidad. La gente que está en este sector (sea la NASA, la ESA o de cualquier otro lugar) suelen ser científicos que tienen un afán natural por intentar expandir, pasito a pasito, la barrera del conocimiento humano. Incluso hay gente que se atreve a ir más allá y exploran otros terrenos como la ciencia ficción, como Alastair Reynolds, que estuvo trabajando en la ESA durante un tiempo. Por eso me niego a creer que no haya gente con la ambición y las ganas de explorar nuevos horizontes.

Entonces, ¿cuál puede ser una posible causa? Si hay gente que quiere pero no puede, normalmente es debido a las restricciones tecnológicas y las restricciones económicas. Las primeras se solventan con investigación, que depende en gran parte de la economía, por lo tanto nos queda que las restricciones de tipo económico son uno de los problemas que está minando la exploración espacial, tanto directa como indirectamente. Y para corroborarlo, hay datos que lo demuestran. Para ello me he centrado en la NASA, más que nada porque lleva ya muchos años funcionando y se pueden sacar bastantes datos interesantes de la misma.

En la siguiente gráfica podemos comprobar varios aspectos interesantes. No debemos hacer excesivo caso al total, en miles de millones de dólares, que le dan a la NASA cada año aunque veamos que tiene una tendencia positiva (qué menos…) porque la inflación hace que, para comprar lo mismo cada año, te tengas que gastar más. Lo interesante de la gráfica, a mi parecer, es la línea que nos dice el porcentaje de presupuesto federal que se destina a este sector. Se ve una tendencia a la baja desde los años 90, que contrasta mucho con el gran pico que hay a finales de los 60 con el tema de la mencionada carrera espacial. Creo que este valor sí que es un estimador bastante certero del interés político por la NASA.

Presupuesto histórico de la NASA. Están representados los valores de dinero total (en miles de millones) con las barras del histograma, y el porcentaje del presupuesto federal está representado con la línea azul en tanto por ciento. Fuente: https://rocketry.files.wordpress.com

Quizá estos datos no hayan sido del todo impactantes aún, pero porque falta compararlos con algo, ¿y qué mejor que hacerlo con el gasto en el presupuesto militar? Creo que esta gráfica que os muestro a continuación ya va a empezar a saltar las alarmas de más de uno. En ella podemos ver que el gasto de un solo año en defensa es superior al TOTAL de los presupuestos que ha recibido la NASA en toda su historia. Bueno, solo hasta 2011, pero no creo que la gráfica cambiara mucho. Aquí es casi automático que nos hagamos la siguiente pregunta: si con este dinero se ha conseguido llevar un hombre a la luna, lanzar multitud de satélites de tremenda utilidad, enviar diversos robots a Marte, e incluso una sonda a un asteroide… ¿qué podríamos haber hecho con un presupuesto como el de defensa?

Sin embargo, y para acabar de reflejar esta idea, os enlazo un cómic para que veáis la distribución monetaria de diversos sectores. No pongo aquí la imagen porque es tan gigantesca como desoladora. Comparad lo que se ha gastado en algunas de las últimas (y a mi modo de ver, muy evitables) guerras, por ejemplo, con otros gastos que hubieran sido mucho más útiles.

http://xkcd.com/980/

Sin embargo, y aunque se presenten estos datos, la pregunta sigue sin quedar respondida: ¿por qué no se invierte más? Una de las respuestas inmediatas es la acuciante crisis económica que invade a todo el planeta ahora mismo. Pero no nos debemos quedar en esta respuesta superficial. Yo pienso que la gente desganada de la que hacía mención antes no está en la NASA o la ESA sino en los gobiernos que deciden y que permiten qué proyectos se aprueban y cuáles no. Ellos son el cuello de botella de todo este parón. En la carrera espacial, «gracias» a Kennedy, la gente se puso las pilas enormemente y en poco tiempo estábamos enviando los primeros humanos a la Luna, ¿quién lo hubiera imaginado 10 años atrás? Ahora, sin embargo, las misiones importantes próximas, que no dejan de ser muchas veces ideas difusas o borradores, es enviar humanos a Marte dentro de más de 10 años. Impresionante…

Podría hablar y hablar sobre el tema, pero ya hay mucho escrito y de muy buena calidad, como lo hace nuestro amigo Yuri en su post sobre el 50 aniversario de la llegada de Yuri Gagarin al espacio. De hecho, la idea del astillero espacial que comenta en ese post es tremendamente atractiva y no tan compleja de hacer si se dispusiera de los fondos necesarios, lo cual no va a suceder a medio ni a largo plazo lamentablemente.

Así pues, personalmente veo dos problemas principalmente, que son la falta de medios y el desinterés de las altas cúpulas. Realmente el primero está derivado del segundo, y es algo que no solamente afecta a la exploración espacial sino a gran parte de las decisiones con índole científica que se toman en los gobiernos. ¿Quién nos manda? Nuestros gobiernos están llenos de economistas, abogados, e incluso gente sin la preparación adecuada. Que ojo, son totalmente necesarios, pero siempre que se guarde un mínimo de equilibrio entre las diferentes partes. El divulgador Neil DeGrasse Tyson hablaba sobre ello en el programa de Bill Maher, cuando comentaba que cuando uno mira al gobierno de los Estados Unidos de América, uno solo ve que hay abogados, abogados y abogados. Y lanza la pregunta «¿dónde están los ingenieros? ¿dónde está el resto de la vida?»

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No sé vosotros, pero a mí no me apetece que personas que no tienen ni la más mínima idea de qué utilidad tiene un satélite tenga tanto poder sobre a qué se le ha de prestar más atención en el terreno científico-técnico. Una parte de la culpa es nuestra, porque normalmente somos un campo muy pasivo en política, y si queremos que esta situación cambie, quizá nos deberíamos ocupar de estos problemas desde dentro.

No quería terminar con este aire de abatimiento con el que he estado escribiendo todo el post, pues, como reza un proverbio japonés, a pesar de que la oscuridad reine a los pies del faro siempre habrá una luz que nos guíe hasta un puerto mejor.

En la historia de la humanidad siempre se ha destacado a aquellos valientes que viajaban a los límites de lo conocido para ver qué había ahí. El ansia de la exploración de lo desconocido es una parte intrínseca de nuestra naturaleza, y se demuestra en varios formatos. Una vez hemos cartografiado con más o menos acierto gran parte de nuestro planeta, uno no ha de quedarse contento con lo conseguido, y ha de aspirar a mayores metas. Todo el mundo recuerda a los grandes exploradores, pues se jugaron sus vidas en sus largas y dificultosas travesías. Es hora de no solo acordarse de ellos, sino de intentar emularlos y dar el paso definitivo a la captura del escenario más difícil e inhóspito que nos hemos enfrentado nunca: el espacio.

Este texto se publicó originalmente en Nightscience, aunque ha sido actualizado.

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