Cámaras réflex, lo básico: la sensibilidad ISO

Hace algún tiempo os hablé de la velocidad de obturación y de la apertura focal, dos de los principales parámetros que todo aficionado a la fotografía debería conocer y controlar con su cámara réflex. Hoy os quiero contar brevemente en qué consiste el último parámetro que podéis modificar en pos de la foto perfecta, esa que llene de emoción a la retina de la gente que la vea. Hoy le toca el turno al ISO (International Standard Office), concepto heredado de la fotografía analógica y relacionado con el material de fabricación de las películas fotográficas que se usaban antes de pasar a la era digital. Seguro que muchos de vosotros os acordáis bien de ellas. Personalmente he de reconocer que el paso al mundo digital ha traído sus cosas buenas y sus cosas malas en este aspecto, ya que el tener la posibilidad de disparar muchas fotos sin gastarte una millonada en carretes y revelado hace que la gente tenga una mayor capacidad de práctica, pero asimismo también una menor exigencia a la hora de pensar qué es lo que quiere en cada uno de sus disparos. Pero bueno, más allá de desvaríos artísticos, pasemos a la materia.

Como ya hemos comentado, el concepto de ISO viene directamente heredado de las películas fotográficas y tiene que ver con la sensibilidad a la luz de estos elementos. Para conocer un poco mejor el fundamento del ISO, lo mejor es conocer brevemente cómo están hechas las películas sobre las que se impresiona la imagen del objetivo. Están formadas por múltiples capas (como se ve abajo), entre las que se coloca una capa de emulsión fotográfica, que es la que se encarga de recoger la luz. La composición de esta capa es la que varía para dar lugar a las diferentes sensibilidades y está formada por una sustancia gelatinosa que contiene cristales sensibles a la luz como pueden ser los haluros de plata. El tamaño de las partículas de plata que están en la emulsión son las que confieren la sensibilidad a la luz, siendo ésta mayor cuando el tamaño también es mayor. Lo que también da como resultado que a mayor sensibilidad, el granulado de la imagen final sea mayor que una película con un ISO más bajo. Hasta aquí fácil, ¿no?

Ejemplo de película fotográfica con varias capas. Imagen sacada de Wikipedia.
Ejemplo de película fotográfica con varias capas. Imagen sacada de Wikipedia.

Pues bien, en fotografía digital el tema es más o menos similar en apariencia pero diferente en la base. Aquí ya no tenemos película fotográfica ni emulsiones de haluros de plata sino que tenemos un sensor, que es una de las partes centrales del cuerpo de la cámara (esto es, la cámara en sí, sin objetivos). Este chip se encarga de procesar la luz que le llega y lo convierte en información que se utiliza después para formar la imagen. Pensad en que cada uno de los píxeles que veis en la pantalla es la información que recoge cada una de las celdas de este sensor. Obviamente es una de las partes también más delicadas de la cámara. Pero bueno, entonces, ¿cómo funciona esto del ISO en un chip al que no le puedes “aumentar” el tamaño de sus píxeles? La respuesta no es trivial, pero tampoco es complicada. Imaginad que tomamos una foto al ISO mínimo disponible en nuestra cámara (habitualmente ISO 100) y sale oscura. Maldecimos en silencio, vemos que no le podemos cambiar mucho más los otros parámetros, y decidimos subirle el ISO a ver qué tal. Lo subimos mucho, por ejemplo, a 1600. Ahora la foto sale bien expuesta, pero tenemos unos puntitos blancos aleatoriamente distribuidos en la imagen. No son excesivamente molestos, así que la damos por buena.

¿Qué ha ocurrido aquí para tener ese granulado tan característico de las antiguas películas fotográficas? El proceso es simple. No podemos aumentar el tamaño de los píxeles, y tampoco podemos hacer que vean más luz de la que hay, pero sí que podemos hacer otra cosa. La información de cada uno de los píxeles se transfiere y se procesa para dar la imagen. Este procesamiento es el secreto del ISO, ya que la cámara es capaz de multiplicar la información de cada píxel para dar lugar a la información final. Cuando estamos en el ISO básico, esta multiplicación es muy poca, pero cuando lo subimos, la multiplicación de cada celda es mucho mayor para intentar capturar hasta el más mínimo cambio de luz que pueda haber habido. Lo que ocurre entonces es que, al mismo tiempo que se multiplica la información real de los cambios de luz, también se multiplica el ruido del propio sensor, dando lugar a esos puntos blancos. Este concepto es importante ya que muchas veces no se tiene en cuenta. Un sensor de cualquier cosa normalmente tiene un nivel asociado de ruido que es necesario filtrar o ignorar ya que no es información real. Así pues, si multiplicamos ese ruido, lo que estamos haciendo es dar como válida información que no nos es útil. Lo que ocurre con este tipo de cosas es que uno ha de alcanzar un equilibrio entre lo que está dispuesto a ganar multiplicando la señal y lo que pierde multiplicando el ruido.

Asediados por la lluvia

Foto propia hecha con ISO 6400. Si hacéis zoom sobre la imagen podréis ver los dichosos puntos blancos, que aquí no quedan del todo mal (ale ale, ya me basto yo para echarme flores)

Para acabar, ¿por qué aumentar el ISO en las fotos? O mejor dicho, ¿cuándo aumentarlo? La respuesta es que depende de muchas cosas. Yo os voy a contar mi opinión personal como aficionado totalmente amateur. El principal objetivo es, obviamente, contar con más luz en tus fotos cuando no tienes más remedio. En escenas de noche, cuando has puesto la apertura focal a tope, la velocidad de obturación al mínimo en el que las fotos no salen movidas, y aun así salen oscuras: ese es el mejor momento para darle un par de puntos al ISO. Alguno me dirá que se puede utilizar el flash, y no le falta parte de razón. Pero, bajo mi punto de vista, el flash es lo último que quiero utilizar en mis fotos. A no ser que tengas un buen flash y un muy buen dominio de él, normalmente la iluminación que te da es irregular y no queda bien. A mí me suelen gustar mucho las fotos con su propia iluminación natural, aunque haya que forzar un poco el ISO. También está la opción artística, y hay fotos en las que el granulado les da un toque que de otra forma no podrías conseguir. En definitiva, hay tantas opciones como fotos te puedas imaginar. Al fin y al cabo es otro elemento más que puedes manejar de una forma libre para dar rienda suelta a tu imaginación.

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