Texto escrito por Dani Martínez
Esta semana, con el motivo del nombramiento como Doctor Honoris Causa a Antonio Lazcano por la Universidad de Valencia, asistí a una charla del mismo que se titulaba “Por qué no soy astrobiólogo”. He tenido la buena y la mala suerte, depende de cómo se mire, de asistir a unas pocas charlas de este hombre y siempre comparten algo entre ellas: te podrías quedar horas y horas oyendo cómo expone con una soltura magistral cualquier tipo de concepto dándole una férrea base con sus enormes conocimientos históricos. Porque no se nos debe olvidar un aspecto clave que impera en cualquier suceso acontecido o por ocurrir, todos ellos están altamente influenciados por el contexto social, cultural, histórico y económico del momento en el que son.
Durante la interesantísima charla de Lazcano, y aludiendo a la historia del término de “astrobiología”, éste enseñó en una de las diapositivas el mensaje que Sagan mandó con las dos sondas Voyager que fueron lanzadas en 1977. Ambas sondas fueron lanzadas, en principio, para el estudio de los planetas más lejanos de nuestro sistema solar, pero Sagan, romántico él donde los haya y uno de los mayores impulsores del movimiento SETI (búsqueda de vida inteligente en el espacio), convenció a la gente necesaria para que ambas sondas portasen un mensaje, el mensaje de la humanidad. Esta entrada sirve como pequeño homenaje a este hecho.
Las dos sondas Voyager partieron de nuestro planeta el mismo año, solamente con una separación de una quincena de días entre ambas, y curiosamente fue la Voyager 2 la primera que nos abandonó. Ambas sondas compartieron ruta hacia Júpiter y Saturno, planeta tras el cual se separaron definitivamente en la infinidad del espacio. La Voyager 2 puso rumbo a Urano y Neptuno, y la Vogayer 1 siguió en línea recta con el objetivo de abandonar nuestro poco visitado vecindario el Sistema Solar de una forma más directa que su hermana. Podéis ver sus trayectorias en la imagen de más abajo. Gracias a estas sondas pudimos obtener imágenes de alta resolución de los planetas citados, y de una buena parte de sus satélites. Pero lo interesante es el mensaje que llevaban consigo hacia los confines de nuestro sistema y más allá.
Pongámonos en la piel de Sagan durante un momento. Nos han dado el visto bueno para meter nuestro mensaje en las sondas, algo que ha de representar lo que somos como especie no solo de forma biológica sino de forma cultural. ¿Qué es lo que meteríamos cada uno? Recordad que los discos Blue-Ray de triple capa son cosa del presente, y que las memorias USB de 1 terabyte que podemos comprar junto al café no estaban presentes como para introducir cualquier cosa que se nos ocurriera en formato digital. No, nuestros medios son mucho más limitados, lo que nos hace cuestionarnos de una forma mucho más seria qué es lo que les vamos a enseñar a esos seres extraños sobre nosotros. Como podréis imaginar, no es una respuesta fácil ni clara, y sobre todo, no es una respuesta única ya que, opciones, hay muchas.
Sagan lideró un comité que decidió qué iba a ir en ese mensaje. Finalmente se trataba de un disco de gramófono con diversos sonidos, y con un grabado ciertamente peculiar y que podéis ver en la imagen de abajo junto con la explicación de los diferentes elementos. Los sonidos que lleva este disco, llamado el Disco de oro, son tremendamente diversos. La primera parte consta de un saludo de la secretaría general de la ONU en inglés, seguido de saludos cortos en 55 idiomas. Lo siguiente que se podría escuchar son los “sonidos de la Tierra”, donde podemos oír el aullido del viento, el repiqueteo de la lluvia, o sonidos de varios animales entre otros sonidos particulares de nuestro planeta. La siguiente sección del disco es la correspondiente a la música, donde podemos encontrar una gran diversidad tanto de género como de país de origen, y donde suena tanto el segundo concierto de Brandemburgo de Bach como Johnny B. Good de Chuck Berry. Finalmente, también se incluyeron 116 fotografías donde tras la primera, que sirve como calibración, las otras siguientes dan una referencia de varios aspectos tanto de la humanidad en sí como del resto del planeta.
Cualquiera puede criticar y estar más o menos de acuerdo con el mensaje de las Voyager. De hecho, podemos cuestionarnos la validez de esta selección y la escasa probabilidad de que una especie extraterrestre la encuentre algún día. El propio Sagan ya decía que de haber alguna probabilidad de este suceso, eso ocurriría cuando la Voyager 1 se encontrara lo más cerca de la próxima estrella con la que se va a encontrar, Gliese 445. Tampoco hemos de olvidar que la sonda tiene una vida limitada, en teoría sobre el año 2025, y dejará de emitir radiación electromagnética por lo que será prácticamente «invisible».
Sin embargo no hay que ver este hecho tanto como un intento serio de comunicación extraterrestre sino como un mensaje en una botella que es lanzado hacia la inmensidad del océano, en este caso el inabarcable y oscuro océano espacial. Como decía Sagan:
La nave espacial, y el registro, solo serán encontradas si existen otras civilizaciones capaces de viajar en el espacio interestelar. Pero el lanzamiento de esta botella dentro del océano cósmico dice algo muy esperanzador sobre la vida en este planeta
Ese es el punto principal, el mensaje que nos estamos lanzando a nosotros mismos. La probabilidad de que “alguien” lea y escuche el disco de las Voyager es infinitesimal, pero el mensaje que queremos lanzar es alentador, es una oda a la exploración espacial. Puede que ningún extraterrestre nunca oiga el segundo concierto de Brandemburgo, pero lo que nosotros sí que hemos oído y visto es que la humanidad quiere salir, quiere explorar, quiere conocer. La propia sonda Voyager 2 realizó la famosa fotografía del “punto azul pálido” con la que Carl Sagan hizo uno de los discursos más emotivos que he tenido el placer de escuchar, y donde su mensaje acababa de una forma en la que aún se me ponen los pelos de punta cada vez que lo escucho.
La Tierra es el único mundo conocido, hasta ahora, que puede albergar vida. No hay ningún lugar, al menos en el futuro próximo, donde nuestra especie pueda migrar. Visitar, sí. Asentarse, no todavía.
La forma y el tono que utiliza en la última frase implica que aún no estamos preparados para formar colonias permanentes en otros lugares, pero que ese es nuestro objetivo. Esa es una de las implicaciones del optimista mensaje de Sagan. La humanidad saldrá algún día de este planeta y podremos decir que la aventura de nuestra especie comienza realmente.
Daniel Martínez Martínez (@dan_martimarti) es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó el máster Biología molecular, celular y genética. Realizó su doctorado a caballo entre el FISABIO (Fundación para el fomento de la investigación Sanitaria y Biomédica) y el IFIC (Instituto de Física Corpuscular). Su labor investigadora está centrada en el estudio de la relación entre la composición funcional y de diversidad de la microbiota humana, y el estado de salud-enfermedad de los individuos. Durante los últimos años ha mantenido una actividad de divulgación científica escrita, además de participar en la organización de eventos como Expociencia. Actualmente trabaja en el Imperial College de Londres.
1 comentario en «Un mensaje de y para la humanidad, las sondas Voyager»