La vida puede ser muy injusta. No se me ocurre otra frase para comenzar un artículo sobre Alan Turing, pues de nada le sirvió ser un genio, un matemático brillante que es considerado el padre de la computación y por ende, de todos estos “cacharritos” que ahora utilizamos para casi cualquier cosa y que son los medios mediante los cuales puedes leer esta magnífica plataforma de divulgación científica, y que podrás utilizar para posteriormente mandarle un whatsapp a tus colegas y que ellos sean los siguientes en leerlo. Tampoco le sirvió haber sido una persona clave en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial, pues consiguió descifrar numerosos mensajes secretos de los nazis mediante su máquina descifradora “Bombe” y sus computadoras “Colossus”, precursoras ambas de la informática moderna. Tampoco le sirvió de nada ser un gran atleta, no le sirvió de nada para huir de la gran injusticia en la que su propio país le sumió, tan solo por tener una tendencia sexual distinta a la socialmente aceptada, tan solo por ser homosexual. Así, en 1954 y a la edad de 42 años, tras ser incapaz de superar el trauma que le causo haber sido condenado en 1952 de “indecencia grave y perversión sexual”, el gran genio y atleta, se suicidó.
Vamos a fijarnos en su faceta de atleta, una faceta quizás desconocida para el público general y que sin embargo fue un elemento vital en su vida, pues como el mismo reconocía, se machacaba tanto porque era la única forma de sobrellevar el estrés al que su trabajo le sometía. Además, no solo se conformó con ser un corredor ocasional, como el fumador que solo fuma en bodas, bautizos y comuniones, no, Alan Turling fue uno de los mejores corredores de su tiempo en Reino Unido e incluso fuera de él, pues tan solo hay que revisar algunas de sus magníficas marcas para darse cuenta de que tenía unas cualidades físicas excelentes, todo un «pata negra». A saber, su mejor marca en un maratón fue de 2 horas 46 minutos y 3 segundos (esto significa rodar a 3′ 54″ por kilómetro), situándose, por supuesto, muy lejos de los registros de los grandes maratonianos de la actualidad (los cuales solo se dedican a correr y no son padres de la computación), pero que sin embargo en aquella época suponía toda una proeza y que aún hoy en día, sigue siendo un tiempo muy alejado para la mayoría de los corredores populares. Dicha marca solo es 11 minutos superior a la que registró ese mismo año el argentino Delfo Cabrera, ganador de la prueba en los juegos olímpicos de Londres ’48, y donde el segundo clasificado fue el británico Thomas Richards, al cual Alan había batido varias veces ese mismo año en carreras de Cross Country.
Quizás traía «de serie» unas condiciones físicas excelentes, una tirada buena en la ruleta de la genética, quizás su mente privilegiada le permitió entrenarse con mayor orden y rigor que muchos de sus rivales, quizás toda la energía acumulada en forma de estrés se liberaba en forma de motivación constante y kilómetros en sus piernas, o quizás sucediera un compendio explosivo de todos esos factores, pero quizás lo más importante de todo esto es observar que el ser humano suele necesitar algo más que alimentarse y dormir, muchas veces necesitamos encontrar nuestra fuente de energía, esas pequeñas cosas que nos limpian por dentro y nos hacen olvidarnos de todo para poder volver al mundo real con muchísimo más ímpetu, borrando todos los archivos temporales e inservibles que nuestro navegador va acumulando a cada segundo e invocando de tal forma a la fluidez mental y a la paz interna.
Recordemos también que otros grandes de la ciencia fueron amantes del deporte, por ejemplo, Ramón y Cajal fue culturista y se dice que su diámetro de pecho superaba los 112 centímetros, Harald Bohr fue futbolista y jugó en la selección danesa, comentándose por aquel entonces que a la presentación de su Tesis fueron más futbolistas que matemáticos, Marie Curie era una gran aficionada a montar en bicicleta, Edwin Hubble fue boxeador y muchos otros seguro que también practicaron deportes, o eran aficionados a otras cosas que también les permitían desconectar del mundo real. Por supuesto esto también es ciencia, pues el deporte tiene mucha ciencia implícita y además porque a buen seguro permitió pensar con más sosiego a Alan Turing y a los demás citados, y es que a veces no todo es «producir» y hay que dar rienda a nuestros pequeños placeres, precisamente para eso, para ser capaces de afrontar nuestros retos de la vida, digamos, real. Y cuando hablo de esto, creedme, si vosotros supierais los kilómetros que llevan mis pies.
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.
Artículo muy interesante e inspirador para los que somos estudiosos y también algo alteras solitarios. Y qué bronca el desenlace de Alan…