Texto escrito por Fernando Cervera
Hoy quiero mearme un poco fuera de la taza, y por eso comenzaré hablando de cosas estrambóticas. Hay un anuncio que fue muy comentado en su momento, os dejo el vídeo porque creo que no tiene desperdicio y seguro que os logrará sacar una sonrisa:
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Ahora bien, esto es una página de divulgación científica y no puedo venir aquí a contar lo primero que se me ocurre, así que con esta excusa os explicaré algunas cosas interesantes.
En primer lugar, alguna vez os habrán dicho que en el espacio no pueden escucharse sonidos pero, ¿cuál es el motivo?, ¿es realmente cierto? Bueno, ese comentario suele hacerse porque el ruido necesita un medio para propagarse, y en nuestro caso ese medio está compuesto por átomos. Ahora bien, como habréis visto en el vídeo, la bandera de los EEUU no ondeaba en la Luna. Eso es debido a que la gravedad allí es muy baja, y eso a su vez hace que el satélite no retenga muchos gases en su superficie y no tenga una atmósfera propiamente dicha, es decir, que la cantidad de gases en la Luna es prácticamente nula. Ese es el motivo por el cual mucha gente dice que allí no podrían escucharse sonidos, ya que según ellos no habría un medio gaseoso donde propagar las ondas sonoras. Pero aquí es donde viene la parte interesante, ¿habría podido nuestro monstruo rosa escuchar el pedo del astronauta? Posiblemente sí.
La cantidad de gases en la Luna y en el espacio es prácticamente nula, pero no inexistente. El oído humano ha evolucionado para escuchar sonidos en la atmósfera de la Tierra, pero en el espacio profundo podríamos llegar a encontrar hasta dos átomos por centímetro cúbico, y en la Luna esa concentración sería mucho mayor, de unos 80.000 átomos, lo cual sigue siendo muchos millones de veces inferior a la concentración de la Tierra. Entonces, ¿un humano podría escuchar un pedo en la Luna? No, pero eso no quiere decir que otro organismo no pudiera hacerlo. Si un monstruo hubiera evolucionado en nuestro satélite no sería raro que hubiera desarrollado un oído mucho más sensible que el nuestro, es decir, que el astronauta estaría igualmente jodido.
En el espacio sí que hay ruido, pero nuestros oídos humanos no pueden percibirlo porque son sonidos demasiado agudos. En Marte la densidad de la atmósfera es cien veces menor que la terrestre, así que mientras en la Tierra un sonido es detectable por un humano durante un kilómetro, en nuestro planeta vecino solamente podría escucharlo a 15 metros de distancia. Este son el tipo de cuestiones que hay que tener en cuenta a la hora de mandar allí instrumentos para realizar mediciones.
Ahora mi pregunta es la siguiente. Si un instrumento humano pudiera escuchar sonidos en sitios como la Luna, ¿no podría hacerse un aparato para que los astronautas escucharan ruidos en el espacio? No se me ocurre ningún impedimento técnico para lograrlo.
Ahora es cuando me gustaría hacer una reflexión interesante. Estoy harto de leer en muchas páginas de cine cosas del tipo <<esta película tiene muchos errores, se escucha ruido en el espacio>>. La realidad es que el ser humano no es la unidad de medida de todas las cosas. Si dentro de nuestro propio planeta hay oídos mucho más sensibles que el humano, ¿qué no podría escuchar un gigantesco monstruo rosa evolucionado en la Luna?, quien sabe, tal vez hasta podría escuchar el pedo de un astronauta adicto a las judías.
Como conclusión, me gustaría recordar la película Alien, el octavo pasajero. En el cartel promocional se decía que en el espacio nadie podrá oír tus gritos, haciendo alusión a todo lo que hemos dicho en este artículo. La realidad biológica es mucho más terrorífica; en el espacio sí que se podrían escuchar tus gritos, el único problema es que ese alguien seguramente no sería humano y tendría mucha hambre.
Fernando Cervera Rodríguez es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó un máster en Aproximaciones Moleculares en Ciencias de la Salud. Su labor investigadora ha estado centrada en aspectos ligados a la biología molecular y la salud humana. Ha escrito contenidos para varias plataformas y es redactor de la Revista Plaza y de Muy Interesante. Ha sido finalista del premio nacional Boehringer al periodismo sanitario y ganador del Premio Literario a la Divulgación Científica de la Ciutat de Benicarló en el año 2022. También ha publicado un libro con la Editorial Laetoli, que trata sobre escepticismo, estafas biomédicas y pseudociencias en general. El libro se titula “El arte de vender mierda”, y otro con la editorial Círculo Rojo y titulado “A favor de la experimentación animal”. Además, es miembro fundador de la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas.