Más se traspapeló en Cuba

Cualquiera que haya pasado un par de meses seguidos en España habrá escuchado aquello de “más se perdió en Cuba”. Una frase histórica y polivalente, como España misma, con el notable mérito de haber sobrevivido más de un siglo en el refranero popular. A finales del siglo XIX se materializaba la independencia de la isla de Cuba, con unos 80 años de retraso respecto del resto de excolonias americanas. España perdía un enclave estratégico en el mar Caribe, una montaña de azúcar…y esos aires de metrópoli colonial que conservara tras el tsunami de las independencias americanas gracias a la pequeña y siempre fiel isla de Cuba [1]. Esta es solo una anécdota…y también la introducción perfecta para este breve artículo. En Cuba, en pleno siglo XXI, siguen perdiéndose cosas. Lo último, un brote de Zika en 2017.

Veamos, el virus del Zika se transmite a través de la picadura del mosquito Aedes aegypti. A pesar de haber sido oficialmente descubierto en mayo de 2015, un pico epidémico asoló las Américas en los años 2015-16 debido a una alta tasa de infecciones subclínicas y una sintomatología similar a la de otros virus como el dengue o el chikungunya. Afortunadamente, la epidemia parecía remitir ya a mediados de 2017, según datos de la  Organización Panamericana de la Salud (PAHO, por sus siglas en inglés). A pesar de ello, las cepas americanas del virus se han visto implicadas en brotes recientes reportados en países de África y Asia, lo que sugiere que la situación en América no era tan halagüeña como parecía. En este sentido, servicios de atención sanitaria ineficientes o parcialmente inaccesibles dificultan el diagnóstico preciso de las infecciones por Zika y alteran significativamente los datos que manejan las agencias sanitarias internacionales, lo que favorece la expansión del patógeno de la mano de viajeros infectados y acaba por dinamitar la eficacia de las políticas globales para el control de estas epidemias.

El diagnóstico de enfermedades infecciosas en viajeros internacionales —el travel surveillance, en inglés—  es capaz de revelar la circulación de patógenos oficialmente no detectados en países/regiones/comunidades con pocos recursos. La lógica es sencilla, el diagnóstico de una enfermedad infecciosa adquirida durante algún viaje desvela la presencia del patógeno correspondiente independientemente de si éste ha sido o no reportado por las autoridades sanitarias locales. De esta forma, los recursos sanitarios del mundo desarrollado “trabajan” en la detección de brotes infecciosos en curso en países del tercer mundo. En los tiempos que corren —auténtica edad de oro del turismo internacional—, el potencial de esta aproximación es enorme.

Pues bien, la combinación de travel surveillance, reportes epidemiológicos locales y la secuenciación genómica de cepas de Zika en viajeros infectados —epidemiología genómica—, permitió recientemente a un grupo de científicos revelar un importante brote de Zika en Cuba que pasó desapercibido para la PAHO en 2017, a pesar de sus grandes dimensiones y de que por aquel entonces los datos reportados por los países de la región sugerían la remisión progresiva de la epidemia en el continente. Digo revelar y no destapar porque no tengo elementos para juzgar el grado de intencionalidad de esta omisión. Tampoco es esa la intención del artículo, recientemente publicado en la prestigiosa revista Cell [2]. Para nadie es un secreto que las estadísticas sanitarias son parte esencial del discurso autolegitimador del castrismo, por lo que resulta cuanto menos llamativo este “descuido” en un país que se precia de tener un sistema sanitario universal de alta calidad —uno sin nada que envidiar a la media del primer mundo, según el dogma oficial—. A mí nada me sorprende: de no ser porque los radiómetros suecos dieron la voz de alarma, el desastre de Chernóbil se habría «traspapelado» para siempre en los archivos soviéticos. Lo único seguro es el enorme potencial de la propuesta metodológica que publica Cell, capaz de aflorar brotes infecciosos no oficiales al margen de limitaciones técnicas, conflictos de intereses o todas las anteriores, mejorando significativamente nuestro conocimiento sobre la epidemiología de algunas enfermedades infecciosas y la eficacia de las políticas globales para el control de las mismas.

[1] Término acuñado por la prensa española del siglo XIX para referirse a la isla de Cuba.

[2] https://www.cell.com/cell/fulltext/S0092-8674(19)30783-4

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