Hace unas pocas semanas tuve la gran suerte de asistir a las semifinales del Open 500 de aquí, en Valencia, y ver un partidazo de dos tenistas de gran nivel: nuestro paisano David Ferrer y el escocés Andy Murray. Soy un gran aficionado a este deporte, y tener la ocasión de ver un partido así no se tiene todos los días. El partido empezó con el típico tanteo de los primeros puntos y juegos, una medición de fuerzas donde cada uno juega de una forma más o menos segura. Sin embargo, en uno de los juegos donde servía Murray, éste hizo uno de sus poderosos saques. Inmediatamente un grito se oyó en la pista.
“Out!”
Uno de los jueces de línea acababa de invalidar el servicio del jugador británico, se había marchado fuera. Pero no parecía que Murray estuviera muy por la labor de aceptar esa decisión, ¡él había visto a la bola entrar! Con un alzamiento de su brazo, el juez de silla, amo y señor de las últimas decisiones en el terreno de batalla tenístico, pide un ojo de halcón para Murray.
¿Un ojo de halcón? Seguro que aquellos más o menos asiduos a ver algún partido de tenis sabéis de qué se trata. Gracias a un sistema de cámaras especialmente ubicadas, y con una gran capacidad para medir el movimiento de la pelota, unos potentes ordenadores calculan la trayectoria de la bola para mostrar en pantalla si ésta ha entrado o no. Tan solo unos pocos instantes después de que la jugada haya sucedido. Sin duda es una de las numerosas muestras de que la tecnología está ayudando al deporte en estos últimos años.
El ojo de halcón está presente en el mundo tenístico desde unos 8 años, concretamente desde el Open de tenis de Estados Unidos del 2006. De hecho, fue a raíz de las numerosas erróneas decisiones arbitrales de ese mismo torneo dos años atrás, en 2004, cuando se empezó a plantear la posibilidad de darle algún tipo de solución. Y es que no hemos de olvidar que, al fin y al cabo, los jueces son humanos y pueden errar, sobre todo cuando alguna de estas bestias golpea la bola en los servicios a más de 220 kilómetros por hora. Nada trivial como podréis ver.
¿Cómo funciona esta magnífica tecnología? Bien, como ya he comentado, se basa en la colocación estratégica de un cierto número de cámaras, en una posición de altura, para que puedan seguir la pelota sin interrupción. Cada cámara hace el seguimiento de la bola y le da unos valores de colocación espacial a cada tiempo, los cuales se comparan entre todas para tener una representación fidedigna de la trayectoria de la misma mediante triangulación. Básicamente como se hace con los GPS. Gracias a las leyes de la física, bien conocidas para estos casos, unos ordenadores calculan estas trayectorias y les hacen una serie de correcciones dada la incertidumbre que tienen estos sistemas, o respecto a la deformación de la pelota por ejemplo. En la imagen de abajo hay un esquema de cómo están situadas estas cámaras.
Fuente de la imagen: Training with James
Siguiendo con la historia del principio, una de las cosas que más me sorprendió de la repetición del servicio de Murray fue que la bola se separaba de la línea por una distancia ínfima. Pero ahí estaba. Entonces me pregunté: ¿realmente la bola ha botado ahí o este sistema tiene algún margen de error? Porque la misma situación se fue repitiendo varias veces a lo largo del partido y era algo que me descolocó. ¿Hasta qué punto son fiables estos datos?
Intentando indagar un poco en ese aspecto, lo máximo que he conseguido conocer es que estos sistemas tienen un error de 2 a 3 milímetros, lo cual me lleva a considerar que las repeticiones que ofrecen al final son el resultado de cálculos algo conservadores. Cuando uno tiene incertidumbre en su sistema se tiene que basar en la estadística, y las soluciones finales que da no son aquello que realmente está pasando sino lo más probable, por decirlo de una forma sencilla.
Desde luego, el sistema no está exento de críticas, sobre todo cuando se ha instaurado en uno de los deportes más conservadores que hay. Por poner un ejemplo, en el campeonato de Wimbledon, uno de los cuatro grandes que hay en el calendario del tenis, hay una serie de normas y tradiciones que se siguen respetando casi desde su concepción, como el tener que llevar ropa casi totalmente blanca. Por lo tanto algunos jugadores han sido altamente críticos con el sistema, como por ejemplo el maestro de maestros Roger Federer. Curiosamente, éste ganó el US Open del 2006, justo el torneo en el que se estrenó el sistema.
Como opinión personal, creo que estos sistemas ayudan a que el deporte sea limpio y sin engaños. Casi todo el mundo es seguidor de tal o cual equipo, jugador, corredor, o lo que sea, y siempre sucede que en algún acto uno ha sentido que no se ha sido del todo justo en las decisiones tomadas durante el mismo. Estas tecnologías ayudan a que los errores humanos dejen de ser los protagonistas innecesarios y podamos disfrutar de competiciones justas. Al fin y al cabo es de lo que se trata.
Daniel Martínez Martínez (@dan_martimarti) es licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Valencia, donde también realizó el máster Biología molecular, celular y genética. Realizó su doctorado a caballo entre el FISABIO (Fundación para el fomento de la investigación Sanitaria y Biomédica) y el IFIC (Instituto de Física Corpuscular). Su labor investigadora está centrada en el estudio de la relación entre la composición funcional y de diversidad de la microbiota humana, y el estado de salud-enfermedad de los individuos. Durante los últimos años ha mantenido una actividad de divulgación científica escrita, además de participar en la organización de eventos como Expociencia. Actualmente trabaja en el Imperial College de Londres.
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