El hombre del chándal: una historia sobre la disfunción eréctil

Imaginemos un congreso de urología. A priori no parece el sitio más interesante del mundo: un grupo de doctores hablando del estudio, diagnóstico y tratamiento de las patologías que afectan al aparato urinario y reproductor masculino. Pero este congreso es diferente porque Giles Brindley se dispone a dar una conferencia en chándal. ¿Quién es el señor Brindley? Y más importante aún, ¿por qué lleva un chándal? Responderemos una por una a esas preguntas.

Giles Skey Brindley fue un fisiólogo británico altamente conocido por su versatilidad. En la década de 1960 desarrolló una de las primeras prótesis visuales, la cual se puso a prueba en cuatro pacientes ciegos que gracias al experimento tuvieron algunas sensaciones visuales básicas. Su carrera investigadora tuvo lugar en la Universidad de Londres donde participó en unas cien publicaciones científicas. En 1986 le fue otorgada la cátedra Ferries de la Royal Society, y por si fuera poco este curioso investigador además fue músico, compositor e inventó un tipo de fagot electrónico. Vale, ya sabemos quién fue pero, ¿por qué llevaba un chándal?

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Giles Brindley tocando el fagot electrónico, inventado por él mismo en los sesenta

Volviendo a nuestro encuentro de médicos, se trató del 78º Congreso Anual de la Asociación de Urólogos Americanos, celebrada en Las Vegas el 18 de abril de 1983. Lo que os voy a relatar fue publicado en diversos medios, como por ejemplo en la British Journal of Urology [1]. Uno de los asistentes explicó que tuvo un encuentro con Brindley en el ascensor del hotel donde iba a realizar su ponencia. Lo primero que le llamó la atención fue que el hombre llevaba una caja de puros en la mano y vestía un chándal de deporte, atuendo poco recomendable para impartir una conferencia científica seria. Su exposición se titulaba Terapia vasoactiva en la disfunción eréctil.

Cuando comenzó la ponencia el investigador comentó que tenía ciertos indicios que sugerían un papel importante de algunos agentes vasoactivos en la erección del pene —un compuesto vasoactivo ensancha o encoge los vasos sanguíneos, y al fin y al cabo la erección se produce cuando al pene le entra una gran cantidad de sangre—. No obstante Brindley era un experimentador así que indicó que esto podía sustentarlo con pruebas. También comentó la dificultad de poder encontrar un modelo animal apropiado, además de que experimentar con humanos sin casos previos era casi imposible. Así que tal cual hizo Barry Marshall bebiendo una muestra de la bacteria Helicobacter pylori para demostrar que causaba úlceras —ganó un premio Nobel por ello—, nuestro hombre del chándal decidió experimentar con él mismo. Confesó que había estado inyectándose en su pene compuestos vasoactivos para probar su teoría. Brindley sacó de su caja de puros unas cuantas diapositivas poniéndolas en el proyector. Lo que allí mostraba eran fotos de su miembro viril momentos después de dichas inyecciones. Ahora bien, el científico comentó una cuestión importante, ¿cómo saber si sus erecciones se producían por la estimulación de tocarse el pene para inyectarse en vez de por los compuestos utilizados? Comentó que a pesar de ser una opinión subjetiva, creía que nadie podría alegar que dar una charla sobre urología era excitante desde un punto de vista sexual, así que unos minutos antes de impartir la conferencia se había inyectado uno de esos compuestos y se había puesto un chándal para poder mostrar los resultados. El conferenciante se hizo a un lado del atril y donde antes no había nada ahora lucía una gran erección. Al ver la reacción escéptica de la audiencia el médico reconoció que no era una forma satisfactoria de enseñar sus conclusiones así que se bajó los pantalones, los calzoncillos y la sala quedó en silencio.

Brindley entonces dijo que le gustaría poder enseñar de cerca el elevado grado de turgencia a pesar de no estar bajo estimulación erótica. Se acercó a las primeras filas e instó a los escépticos a tocarle. La gente estaba escandalizada, algunas mujeres gritaban y otros creían que todo se trataba de una broma, pero no lo era. Finalmente mucha gente comenzó a huir de la sala y Brindley se subió los pantalones convencido de que su descubrimiento no pasaría desapercibido. Y lo consiguió.

Es posible que este científico no siguiera una linea divulgativa convencional pero después de esta historia publicó sus resultados en revistas serias dando todos los datos para que otros científicos los verificaran. Finalmente este hecho puso de manifiesto algo elemental: la disfunción eréctil tenía solución.

La gran mayoría de hombres que presentan problemas de disfunción eréctil pueden recibir ayuda de manera efectiva si lo hacen bajo supervisión médica. Hay muchos casos diferentes pero algunos tratamientos tienen cosas en común: se basan en los descubrimientos que hemos relatado anteriormente. Por ejemplo se pueden utilizar los llamados inhibidores de la fosfodiesterasa-5, que pueden tomarse de manera oral sin necesidad de inyecciones. Todos estos compuestos tienen efectos vasodilatadores, por lo cual ante una estimulación erótica permiten la erección del pene en personas que anteriormente no podían tener una vida sexual normal. También hay otros tratamientos como inyecciones parecidas a las de Brindley, terapias hormonales, quirúrgicas o de muchas clases diferentes.

Ante las dudas o indicios de disfunción eréctil lo mejor es consultar a un médico y no fiarse de terapias poco contrastadas, porque lo que nos demostró Brindley —de manera poco ortodoxa— es que la ciencia ofrece soluciones ante estos problemas, y nadie tiene por qué no disfrutar de una vida sexual plena y satisfactoria.

La edad puede producir otros problemas como trastornos de la próstata, déficit de testosterona e hipertensión, pero desde nuestra revista invitamos a que nadie se avergüence de ello: tarde o temprano todos envejecemos. Lo importante es que entendamos que los adelantos en farmacología hacen nuestra vida más fácil, incluso en lo que se refiere a temas delicados como la sexualidad.

Este relato de inicio excéntrico nos muestra varias cuestiones. La primera es que la ciencia puede ofrecernos soluciones ingeniosas para los problemas de salud, la segunda es que ante una audiencia aburrida no hay nada como bajarse los pantalones para hacer historia.

Referencias

[1] http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1464-410X.2005.05797.x/full

[2] www.tenemosunaedad.com

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