Hoy es un buen día para recomendar una serie española reciente, de la cual seguramente no has oído hablar. Se llama Conquistadores Adventvum y narra los veinte primeros años a partir del 12 de octubre de 1492, día en que las tres naves españolas —al contrario de la creencia popular no se trataba de tres carabelas, pues la Santa María era una nao— arribaron a las costas americanas, impulsando la edad de los descubrimientos y enterrando para siempre a la Edad Media.
Más allá de las tendencias revisionistas actuales, amantes de juzgar con ojos de hoy los hechos acontecidos hace cinco siglos, aquello supuso un cambio dramático de la cosmovisión de su época. Y el papel que jugaron algunos navegantes, cartógrafos, militares y un buen puñado de muertos de hambre (categorías no excluyentes), es hoy pasto del olvido y carne de conspiración (Colón era genovés, a pesar de haberse pasado su vida sobre barcos y hablar el sabir, el pidgin de los navegantes del Mediterráneo [1]).
Hoy mucha gente opina que no hay nada que celebrar el 12 de octubre, y más allá de entrar en la polémica de los festejos militares —de eso no trata este artículo—, lo que es innegable es que esa parte de la historia de la cual España fue el epicentro, ha marcado para siempre nuestra civilización. Aquel día dos mundos chocaron, destruyendo en el proceso culturas y concepciones vitales, pero a partir de ese mestizaje cultural se inició la época de las grandes expediciones, aventuras y descubrimientos.
Más allá de Colón existen otras figuras que fueron igual de importantes, e incluso más. Juan de la Cosa, cuyo primer mapa de América como parte de un único mundo aún se conserva en el Museo Naval de Madrid, organizó el primer viaje junto a Colón y fue el otro gran impulsor de la travesía —¿quién si no un cartógrafo sería el responsable de guiar una aventura a través de lo desconocido?—. De hecho, su nao La Gallega fue renombrada como La Santa María, apostando no solo su vida, sino también su patrimonio. Guió a los barcos e hizo los cálculos necesarios durante el recorrido. O como olvidar a Bartolomé de las Casas, el fraile que embarcó en el segundo viaje de Colón y que más tarde se convirtió en el primer gran defensor de los derechos de los indios. También personas como Vasco Núñez de Balboa, que pasó de ser porquero a polizón, y de ahí a convertirse en adelantado de la corona y ser el primer representante del viejo mundo en contemplar con sus ojos la costa del Pacífico desde América, después de cruzar el continente a pie. Entre medias, se casó con la princesa Anayansi y estableció el primer ejército mixto entre tropas indígenas y españolas. O Alonso de Ojeda, controvertido y sanguinario, al que llamaban el pequeño capitán en su primera época, para más tarde sufrir una conversión al naufragar en Cuba y ser el primer occidental en cruzarla a pie. Otros como Gonzalo Guerrero, nacido en Huelva y que naufragó en tierras que aún no habían visto al hombre blanco, que pasó de ser esclavo de los indígenas a convertirse en cacique de un importante grupo Maya. Años después, cuando llegaron los españoles, este onubense lideró la resistencia indígena y murió defendiendo unas tierras que se habían convertido en su hogar, una cultura de la que también formaban parte sus hijos, y todo ello sin saber que ese nuevo mundo existía unos años antes de pelear por él. Y por último —aunque faltan muchos más—, la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián el Cano. Este último llegó a comandar el viaje más por suerte que por valía, e hizo culminar con éxito el primer viaje alrededor del mundo después de perder 221 hombres de los 239 que comenzaron. Magallanes, hombre pertinaz y testarudo como él solo, consiguió encontrar el famoso estrecho que hoy lleva su nombre, pero fue uno de los centenares de exploradores que nunca regresó a casa.
Algunos de estos personajes —y los cientos que me he dejado en el camino— fueron grises incluso en su época. En una España hambrienta y comida por la miseria, y a falta de intervención divina, muchos intentaban cruzar el océano en busca de oro, riqueza y una vida mejor. Unos pocos tenían en las venas el impulso de ser los primeros en cruzar nuevos horizontes, y otros iban forzados a cambio de no morir en la horca o trabajar en las minas de sal. Barcos cargados de ratas y pulgas, pero poco que llevarse a la boca. Algunos fueron sanguinarios, otros compasivos; algunos valientes, otros cobardes. De todo hubo —como siempre lo hay—. Sin engaños ni maquillaje.
La serie que os he recomendado, al principio narra la vida de estas personas, desde Colón a Magallanes, y también nos adentra en cómo vivieron este proceso algunos de los poblados indígenas. Pero, ante todo, nos explica el nacimiento de una nueva época, bien narrada y con honestidad. Porque cuando los mundos chocan, los cimientos se tambalean. Pero a veces, entre las ruinas, la miseria y la desolación, germinan las raíces de nuevos mundos que, para ser entendidos, requieren conocer la historia desde sus orígenes. Y todo eso dio comienzo en un 12 de octubre de 1492.
[1] http://ulum.es/sabir-el-lenguaje-del-mar/
Fernando Cervera Rodríguez has a degree in Biological Sciences from the University of Valencia, where he also completed a master’s degree in Molecular Approaches in Health Sciences. His research work has focused on aspects related to molecular biology and human health. He has written content for various platforms and is an editor for Plaza Magazine and Muy Interesante. He has been a finalist for the Boehringer national award for health journalism and winner of the Literary Award for Scientific Dissemination of the Ciutat de Benicarló in 2022. He has also published a book with the Laetoli publishing house, which deals with skepticism, biomedical scams and pseudoscience in general. The book is entitled “The art of selling shit”, and another with the Círculo Rojo publishing house and entitled “In favor of animal experimentation”. In addition, he is a founding member of the Association to Protect the Patient from Pseudoscientific Therapies.
Palabras con sentido común, el menos común de todos los sentidos