¿Y si te dijera que Thomas Alva Edison no fue el primero en inventar un aparato para grabar la voz? Sí, sé que él pasó a la historia como inventor del fonógrafo, pero como en muchas otras cosas Edison no fue el primero. Lo fascinante de esta historia no es que alguien inventó un aparato que registraba la voz 17 años antes que él, sino que la voz grabada no ha podido ser escuchada hasta el año 2008.
Esta breve historia comienza con el francés Édouard-Léon Scott de Martinville. Nuestro inventor galo era un impresor que, gracias a tener acceso a libros que hablaban sobre avances científicos importantes, decidió intentar hacer sus propios experimentos. La obsesión de Scott de Martinville era grabar la voz humana. No puedo evitar pensar que, tal vez por su oficio, nuestro impresor sabía que hay algo fascinante en conservar para la posteridad las ideas ajenas, pero ¿y si se lograba romper la prisión de papel en la cual estaban encerradas la palabras? De este modo se podrían conservar cosas que, de cualquier otra forma, siempre se perdían en la inmediatez: el tono afectuoso de una madre, la belleza impresa en la voz de una joven cantante o el cansancio en la voz de un anciano. Fue así como comenzó a interesarse por la taquigrafía, pero centrándose en encontrar un método que pudiese grabar sonidos sin interrupciones, y fue así como se le ocurrió intentar imitar el funcionamiento del oído humano usando aparatos mecánicos. Sustituyó en su imaginación el tímpano por una membrana elástica, los osículos por palancas, las cuales a su vez movían una aguja que presionaba una superficie recubierta por una coloración negra, lo cual dejaba unas líneas que registraban el sonido que llegaba. Nuestro inventor patentó su artilugio y lo fabricó; había nacido el fonoautógrafo.
Foto 1. Fonoautógrafo fabricado en 1847.
Esta máquina fue considerada por la comunidad científica del momento como una mera curiosidad para estudiar sonidos en el laboratorio. Por ejemplo, podía usarse para determinar la frecuencia de un tono musical. Tiempo después fue cuando se descubrió que, en realidad, la onda registrada por la máquina era una grabación de sonido que para reproducirse sólo necesitaba un mecanismo adecuado, pero para eso aún tendría que pasar mucho tiempo.
Nuestro inventor logró fabricar y vender algunos fonoautógrafos, pero no consiguió sacar rentabilidad a su máquina. Finalmente nuestro impresor continuó con su negocio basado en los libros sin saber que, en el año 2008, por fin alguien se daría cuenta de que esas grabaciones podían ser escuchadas. Y es aquí donde la historia transciende a nuestro librero e inventor, que sin saberlo alcanzó su sueño y registró por primera vez en la historia de la humanidad el sonido de una voz humana.
Un grupo de historiadores americanos tuvieron acceso en 2008 a uno de los papeles que Édouard-Léon Scott de Martinville había registrado 150 años antes, y usando los programas y la maquinaria adecuada lograron escuchar una voz que había estado encerrada en un papel durante más de 150 años. Pero, ¿qué fue lo que escucharon? [1]
Hay algo poético en el hecho de que una voz esté esperando más de un siglo para ser descubierta, y mucho más sabiendo que, en la historia de la humanidad, fue la primera en vencer al tiempo. Son una de esas cosas que, sin la técnica y la ciencia, no habríamos logrado. Lo que escucharon los investigadores en 2008 fue un fragmento de la canción popular francesa Au clair de la Lune, interpretado por una mujer. Si bien la calidad de la primera reproducción dejaba algo que desear, después de aplicar los filtros adecuados obtuvieron un sonido bastante nítido. Dejó aquí la voz de esa mujer de la que nada sabemos, excepto que fue la primera representante de nuestra especie en proyectar su voz más allá de la muerte. Y hago un inciso, no os dejéis engañar por las primeras reproducciones sin filtros de calidad:
Si habéis escuchado la voz tal vez no os haya parecido gran cosa, acaso unos segundos de algo poco importante. Pero ahora os pido que penséis en la historia en su conjunto, que os imaginéis a ese papel dando vueltas por el mundo durante 150 años, encerrando dentro de él un secreto que nadie más supo ver. Luego os pediría que pensarais en cómo sería vuestra vida sin poder registrar el sonido, sin poder escuchar música o la voz de las personas que amáis. Ahora tal vez podáis ver toda esta historia como la de una mujer de la que nada sabemos, la de un inventor muriendo pensando que no había logrado su sueño y la de una voz prisionera en el tiempo.
[1] Artículo
Fernando Cervera Rodríguez has a degree in Biological Sciences from the University of Valencia, where he also completed a master’s degree in Molecular Approaches in Health Sciences. His research work has focused on aspects related to molecular biology and human health. He has written content for various platforms and is an editor for Plaza Magazine and Muy Interesante. He has been a finalist for the Boehringer national award for health journalism and winner of the Literary Award for Scientific Dissemination of the Ciutat de Benicarló in 2022. He has also published a book with the Laetoli publishing house, which deals with skepticism, biomedical scams and pseudoscience in general. The book is entitled “The art of selling shit”, and another with the Círculo Rojo publishing house and entitled “In favor of animal experimentation”. In addition, he is a founding member of the Association to Protect the Patient from Pseudoscientific Therapies.
Una historia muy bonita. El echo de que esa grabación haya tenido que esperar tanto tiempo en ser escuchada es lo que la hace más preciosa, una voz grabada para la eternidad. A mi se me ponen los pelos de punta simplemente en pensar que la dueña de esa voz ni siquiera sabía la importancia de esa grabación. Yo tengo una anécdota parecida en la que yo mismo me escuché, siendo ya mayor, a mi mismo de pequeño jugando con unos coches y aviones de juguete. Estaba mi padre pasando una grabación de SUPER 8 en el salón y yo estaba en el fondo jugando con los juguetes y de alguna forma, no sé como, se grabó todos los sonidos que hacia mientras jugaba. Cuando lo escuché me emocioné. E imaginar que esos sonidos pueden pasar a otras generaciones posteriores es algo precioso ya que cabe la posibilidad de captar la emoción y los sentimientos de una persona con su voz.