Sale en los telediarios prácticamente a diario y muchas personas se muestran extremadamente alegres por tal circunstancia meteorológica. Y es que durante los últimos meses gozamos (o soportamos) temperaturas más propias de la primavera que de los otoños e inviernos habituales. Siento decir que en contra de la opinión general, a mi y todos los aficionados a la meteorología, esta estabilidad nos produce un sopor y un aburrimiento indescriptible. No hay nada más tedioso que encender el ordenador, abrir páginas con multitud de modelos meteorológicos con la esperanza de atisbar una borrasca, una masa de aire polar cercana o cualquier otro evento significativo y volverte a encontrar con lo mismo que lleva sucediendo desde primeros de noviembre. Anticiclón en vena, que se instala en nuestras latitudes como un huésped indeseado al que tu cortesía te impide echar de casa.
La cuestión es que el verano y los comienzos del otoño fueron interesantes, pues después de un julio tórrido vinieron unos meses de agosto y septiembre mucho más húmedos y fríos de lo habitual, especialmente en la vertiente mediterránea (tengo una teoría para explicar esto, pero será en otra ocasión, no nos dispersemos).
Y tras estos infernales calores, llegó un mes de agosto húmedo y fresco que dejó a muchos algo contrariados. A partir de la segunda quincena de este mes suelen darse tormentas en zonas montañosas, pero en esta ocasión estas precipitaciones fueron mas abundantes y abarcaron a más zonas del territorio.
Y septiembre prosiguió en esta tónica húmeda, siendo además un mes especialmente frío para lo que suele ser un mes de septiembre en estas latitudes y en estas longitudes.
Después de estos tres meses llenos de fenómenos meteorológicos especiales e interesantes, llegó un mes de Octubre vetusto, de transición. Pasarela de cambio que se terminó en los primeros compases del mes de Noviembre cuando comenzaron a imponerse situaciones anticiclónicas sobre el oeste del continente europeo, el cual aleja cualquier atisbo de perturbación durante la mayor parte del tiempo, tan solo permitiendo que estas rocen las costas gallegas y prohibiendo absolutamente el paso a las masas de aire frías que se tienen que conformar con quedarse en el norte de Europa y ver el Mediterráneo tan solo por su lado este. Resultado, nieblas matinales, escasas precipitaciones y monotonía meteorológica.
Pero es que diciembre llegó y dejó más de lo mismo, salvo alguna cosa muy puntual.
Y ha llegado enero y la cosa no ha cambiado mucho, de hecho ya estamos casi a finales y seguimos enfrascados en esta monótona situación. Pero incluso de la monotonía surgen cosas excepcionales y podemos ver, por poner un ejemplo, almendros en flor donde normalmente no lo hacen hasta principios de marzo. Las plantas andan trastornadas con esta primavera anticipada.
Pero después de todo, y a pesar de que este tiempo me parece un tanto aburrido dada su alargada persistencia, la meteorología siempre nos ofrece espectáculos dignos de admirar. Y es que con esta situación de estabilidad y casi ausencia de perturbaciones se dan las condiciones ideales para la formación de nieblas en zonas bajas, las cuales, observadas desde las alturas forman los denominados «mares de nubes». Un espectáculo superlativo.
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.