Taxateca – Historia de una pasión

Yo de mayor quiero ser como Carlos Galán. Y es que si tengo una imagen mental de qué es ser un aventurero moderno, en la era de internet y los teléfonos móviles, es él. Un auténtico Indiana Jones, y los que hemos tenido la suerte de ser Tapón —el niño asiático que acompañaba al héroe del látigo y el sombrero en El templo maldito— en alguna de sus aventuras, hemos sido testigos de su grandeza. No es ningún secreto que él era uno de los amigos de los que hablaba en mi historia del zorro en mi congelador [1], y tuve la suerte de compartir junto a él dos viajes a través del desierto, de los que aún guardo una copiosa colección de fósiles, buenos recuerdos y alguna que otra cicatriz.

A día de hoy trabaja para una universidad en Suiza, y cada poco tiempo lo envían a Madagascar u otros países del mundo, para encontrar nuevas especies. Un trabajo muy interesante pero que está repleto de peligros. No sería el primer investigador en morir allí, a semanas de la carretera más cercana, por una apendicitis, por una plaga, devorado por sanguijuelas o porque el líder de una tribu considera que la piel blanca es señal de mala suerte, cuatro ejemplos reales que no me he tenido que inventar.

Carlos, desde hace años, mantiene una web donde actualiza sus expediciones y la colección biológica que está organizando desde hace más de una década. Su nombre es www.taxateca.com, y aunque allí solo se puede ver el resultado parcial de su pasión —y no todas las aventuras que ha vivido en el camino—, quien tenga unos minutos para visualizar su web no saldrá defraudado. Toneladas de información y fotografías para hacerle a uno soñar.

Y, más allá de ser un aventurero, si tengo en mente el ideal del científico que alguna vez quise haber sido, es la imagen de mi buen amigo Carlos. Una mente analítica, alejada de prejuicios, imparcial y capaz de increíbles apuntes de genialidad y originalidad. En este mundo hay pocas personas en las que depositaría mi vida, y él es una de ellas.

Como recuerdo de su buen sentido del humor, en la universidad, cuando íbamos juntos por el campus y había cerca algún grupo de compañeros de alguna asignatura, yo le decía a Carlos frases supuestamente cariñosas —entiéndase esto como expresiones más allá de la amistad y que apuntaban a una relación erótico-amorosa bastante intensa— para expandir el rumor de que ambos éramos pareja. Rumor que funcionó durante algún tiempo, de hecho, y del cual aún nos reímos de vez en cuando. Esa es una de las múltiples anécdotas que tengo junto a él, como cuando le hicimos creer a otro de nuestros buenos amigos —y que además es coeditor de esta revista— que el cráneo del museo de geología de la universidad era, en realidad, el del padre de uno de nuestros profesores, que era famoso a la hora de corregir sus exámenes, y no precisamente por la alegría que producían sus calificaciones. O cuando nos hicimos pasar por pájaros cerca de un árbol para ver cómo la gente se paraba a buscar en las ramas, y el profesor anteriormente citado se paró a buscar al pájaro durante copiosos minutos de risas e incredulidad.

En definitiva, si aún no te has decido a pasar por la web de www.taxateca.com, debo insistir por última vez. Incluso tenéis allí un foro donde un grupo de amantes de la taxonomía os ayudará a identificar vuestras especies. Y una vez dicho esto, os invito a entrar en ese rinconcito de internet que nos enseña que los héroes y los aventureros aún existen, y que a veces la realidad supera a la ficción.

[1] Hay un zorro podrido en mi congelador – ULUM

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