Hacía frío, pero por suerte, su cuerpo era insensible. Bajo su cobertura metálica solo había circuitos, sensores y piezas sin alma. Con el atardecer, el cielo se había teñido de rojo, a juego con la oxidada superficie de Marte. La rojiza luz que bañaba sus velas había atravesado la atmósfera marciana, acumulando a su paso toda la información que TGO necesitaba.
TGO es un orbitador y entre sus misiones está resolver de una vez por todas uno de los mayores misterios del planeta rojo. ¿Qué está alterando el metano de Marte? Las mediciones anteriores nos hablaban de niveles de metano que cambiaban durante el año y picos que aparecían y desaparecían por arte de magia. Algo estaba produciendo y eliminando metano, pero ¿algo vivo? Lo más probable es que no fuera por motivos biológicos, pero… ¿y si sí?
La noche llegó pronto y el cielo quedó en tinieblas. TGO había terminado de analizar su muestra y el misterio estaba a punto de complicarse un poco más. En aquella luz no había señales de metano.
TGO orbitando en torno a Marte (Imagen de la ESA)
NEGACIÓN
¿Es posible que todas las mediciones estuvieran equivocadas? De todos los aparatos que hemos llevado a Marte, TGO tiene los detectores de metano más sensibles. Sin embargo ¿significa eso que hemos de obviar todo lo sabido hasta la fecha? Hemos estado midiendo metano desde 1999, cuando el telescopio CFHT de Hawái detectó 10 partes de metano por mil millones (10ppb) en la atmósfera marciana.
Desde entonces la tecnología ha permitido una mayor precisión, menos ruido. Los últimos datos apuntaban a que las concentraciones medias de metano durante el año, fluctuaban entre 0,2 y 0,7 ppb, aumentando en verano y disminuyendo en invierno. Creíamos saber que esas 10ppb que había medido el CFHT correspondían a las rápidas subidas y bajadas que se producen durante el año. Unos picos que pueden llegar a las 7 o 9 ppb y que desaparecen tan rápido como aparecen. ¿Cómo es posible que todo esto fueran errores de medida?
Cambios anuales en los niveles marcianos de metano medidos por el rover Curiosity en el cráter Gale (gráfico de la NASA)
Existen incluso hipótesis sobre el origen de tanto metano. Marte tiene dos grandes casquetes helados que cambian con las estaciones. Las fluctuaciones anuales coinciden con su deshielo, aumentando el metano en verano, lo cual, apunta a que podía encontrarse atrapado en lo que se llama “hielo de clatratos”. Básicamente se trata de moléculas de agua que toman la estructura de una “jaula” encerrando en su interior otro compuesto. En la Tierra los hielos de clatratos son una realidad, pero hasta la fecha no han sido detectados en Marte. Sin embargo, se sabe que el deshielo tiene una gran influencia en la atmósfera marciana. Durante los inviernos los casquetes polares crecen y capturan gases como el CO2, que constituye el 95% de la atmósfera marciana, haciendo que esta reduzca su profundidad, o sea, que se encoja.
IRA
Aunque bueno, lo cierto es que ya hemos cometido errores antes. Por ejemplo, las primeras medidas que se tomaron con telescopios terrestres estaban contaminadas. Los niveles de metano que detectaban eran demasiado altos y el motivo era sencillo: estábamos midiendo nuestra propia atmósfera. Hicieron falta Mars Express y el rover Curiosity para conseguir unas medidas más reales. Y ya que hablamos del Curiosity, tampoco se libró de fallos. En sus primeras mediciones, las cámaras donde tenía que detectar el metano contenían todavía aire terrestre.
¿Y si TGO ha cometido un error? Por lo que vemos no sería el primero en nuestros intentos de resolver el misterio. Puede que TGO cuente con los dos mejores detectores de metano que jamás hemos enviado a Marte, pero no es perfecto, nada lo es.
De hecho, algunos expertos apuntan a que, durante las mediciones, una tormenta de polvo pudo haber enturbiado los 2 kilómetros inferiores de la atmósfera marciana. Si el metano estuviera limitado a esos primeros kilómetros su detección habría sido imposible, ya que el polvo impide el paso de luz a través de la tormenta, haciendo muy complicado detectar metano en ella.
Tormenta marciana de polvo fotografiada por MARCI (fotografía de la NASA)
NEGOCIACIÓN
Por otro lado ¿qué son 2 kilómetros de atmósfera? Los vientos marcianos son capaces de inyectar vapor de agua y polvo a varias decenas de kilómetros de altura. Es difícil creer que el metano, menos denso que el dióxido de carbono, pudiera verse completamente restringido a las capas más bajas. Tal vez la clave esté en algo intermedio. Puede que se esté inyectando por encima de los dos kilómetros, pero que algún mecanismo desconocido lo estuviera destruyendo.
El gran problema es que no se trata de una destrucción cualquiera. Ha de ser lo suficientemente fuerte como para acabar de un plumazo con el metano inyectado. Se ha teorizado mucho sobre mecanismos destructores del metano, en parte porque la hipótesis de los clatratos no es capaz de explicar por completo que el metano se duplique de una estación a otra; es un cambio demasiado grande.
Casquete polar norte de Marte (imagen de la NASA)
Puede que la solución a ambos problemas esté en los percloratos, unas sales que, al ser irradiadas por el Sol con luz ultravioleta, reaccionan formando lejía y destruyendo el dichoso metano. Sabemos que los percloratos constituyen entre el 0,5 y el 1 % del suelo marciano, y aunque estas concentraciones son muy superiores a las terrestres, no parecen suficientes para reducir tanto los niveles de metano atmosféricos. Por suerte, esta hipótesis gana fuerza si tenemos en cuenta que los vientos de Marte levantan grandes tormentas de polvo. Estas, supuestamente, arrastrarían por los aires a los percloratos potenciando su acción al aumentar su exposición a la radiación ultravioleta.
DEPRESIÓN
¿Sería suficiente con esto? Para ser sincero, todavía no se tiene claro. Puede que sea suficiente, puede que sea la suma de muchas otras reacciones o puede que simplemente estemos equivocados.
Siendo realistas, los datos son los que son. La vida media del metano en la Tierra es de alrededor de 9 años y en Marte se calcula que tendría que ser entre 3 y 4 siglos. En cambio, contra todo pronóstico, los picos de metano parecen regularse en cuestión de días para recuperar sus valores normales. Las piezas no encajan, da igual cuánto fantaseemos.
Selfie del rover Curiosity (NASA)
Si nos empeñamos en ello, podemos dejar volar la imaginación y suponer que tras todo este misterio está la mano de la biología. Podemos pensar que unas pequeñas bacterias metanógenas están contribuyendo a liberar metano, o incluso consumiéndolo. Queremos con todas nuestras fuerzas encontrar un compañero de universo, y ¿qué mejor lugar que nuestro vecino rojo? Las moléculas orgánicas del rover Curiosity, el lago subterráneo de la Mars Express o el caprichoso metano son clavos ardiendo a los que nos agarramos. Pistas débiles que mantienen a flote nuestra esperanza de no estar solos en este sistema solar. A mí, personalmente, me cuesta abandonar esa esperanza.
ACEPTACIÓN
A fin de cuentas, existe otra explicación posible. Que no haya ningún error. Que simplemente nos haya tocado la lotería y hayamos medido el lugar correcto como quien encuentra una aguja en un pajar. El metano se ha medido en regiones cercanas al cráter Gale, una depresión de 154 km de diámetro. Allí es donde el rover Curiosity lo detectó, y es ese el lugar donde, por primera vez y tras varios resultados negativos, lo midió la sonda Mars Express.
Por lógica, la navaja de Ockham nos dice que es poco probable que el cráter Gale sea uno de los únicos puntos del planeta donde ocurre este fenómeno metanógeno. Sería extraño haber tenido tanta puntería, pero las últimas pruebas apuntan a que puede habernos tocado el premio gordo.
Imagen del cráter Gale (NASA)
La verdad es que no es la mejor respuesta, pero poco a poco nos vamos quedando sin otras explicaciones. Con cada paso tecnológico que damos nuestras detecciones de metano muestran niveles cada vez más despreciables. El TGO tiene los dos detectores más sensibles de todos los que han intentado medir el metano marciano y no han encontrado nada. Lo cierto es que no nos quedan demasiadas opciones, podemos apostar por que nos haya tocado la lotería con el cráter Gale, o bien, asumir lo que ahora parece más probable: la fiebre del metano está llegando a su fin.
Agradecimientos: Jorge Hernández Bernal.
Apasionante.