Parecen iguanas, pero no lo son. Es más, parecen lagartos, pero tampoco lo son. De hecho, los tuátaras son el último representante de su grupo, un auténtico fósil viviente que caminó entre dinosaurios. Hoy en día viven en un apacible retiro isleño en Nueva Zelanda. Pero si no son lagartos, ¿a qué grupo pertenecen?
Los animales, por así decirlo, están clasificados en diferentes grupos, como si de localizar a una ciudad en el universo se tratara. Por ejemplo, Torrent está en el continente europeo, en el planeta Tierra, en la Vía Láctea, que pertenece a un conjunto de galaxias llamado Grupo Local, dentro del supercúmulo de Virgo, y todo eso dentro de nuestro universo observable.
Sí aún sigues leyendo después de esta pequeña clase de astronomía, sería interesante advertir que la clasificación de los seres vivos es aún más compleja. Se llama «categorías taxonómicas» a todos los grupos en los que clasificamos a los seres vivos, y dos animales son evolutivamente más cercanos cuanto menos saltos hay que dar para coincidir dentro del mismo grupo. Las categorías superiores incluyen a las inferiores, del mismo modo que si vives en Torrent vives en la Vía Láctea, y si eres un humano eres un animal. Hay muchas categorías taxonómicas para clasificar las especies, pero un buen resumen lo encontramos en el siguiente dibujo, donde también está representado el ejemplo de las ciudades.
Los humanos pertenecemos a la familia de los homínidos, junto a los chimpancés. Nos encontramos con los elefantes en la clase de los mamíferos, con los cocodrilos en el filo de los cordados, con una mosca en el reino animal, y con un helecho en el dominio eucariota. Conforme más nos alejamos del círculo de nuestra especie, somos parientes más lejanos. Así de simple.
Los tuátaras, a pesar de parecer iguanas, no son parientes cercanos de ellas. Es más, las iguanas pertenecen al orden Squamata —escamosos— al que pertenecen también los lagartos, camaleones y serpientes. En cambio, este animal tan raro, a pesar de su apariencia, está en el orden Sphenodontia y no es un lagarto ni una iguana. De hecho, son los últimos representantes de su orden. Son, sencillamente, tuátaras. Y una iguana y una serpiente, a pesar de ser tan diferentes, son parientes más cercanos y genéticamente más parecidas.
La mayoría de lineas evolutivas de los tuátaras se fueron extinguiendo en pasados muy remotos, y se quedaron solos hace 200 millones de años aproximadamente. Fueron contemporáneos de los dinosaurios y en aquella época vivieron en el supercontinente de Pangea. Más adelante, cuando este se fragmentó hasta formar los continentes actuales, Nueva Zelanda se separó de Australia, llevándose a unos cuantos tuátaras. Y allí sobrevivieron hasta el día de hoy, en un conjunto de islas que se han convertido en el último reducto de un grupo animal que, de otro modo, se habría extinguido.
Pero si parecen iguanas y no lo son, ¿cómo se diferencian? Entre otras cosas, los tuátaras tienen el ojo pineal bien desarrollado. Pero ¿qué es el ojo pineal? Puede que esto te vaya a sorprender, pero muchos animales vertebrados tienen tres ojos. Es más, puede que hayas visto muchas veces ese ojo en alguna salamandra y ni te hayas dado cuenta. El ojo pineal, también conocido como el tercer ojo —no tiene relación con la serie de novelas de Juego de Tronos—, es una parte del epitálamo que se ha desarrollado en algunas especies como un fotorreceptor asociado a la glándula pineal para regular ritmos circadianos. En cristiano: es una especie de ojo que se ha formado para dejar pasar algún tipo de radiación solar por el cráneo y así regular ciclos de vida que dependen de si es de día o de noche. En muchos reptiles ese ojo está poco desarrollado, pero en el caso los tuátaras el ojo extra cuenta con retina y cristalino.
Ojo pineal
Otra cosa que nos permite diferenciar a los tuátaras, es que los machos carecen de pene. De hecho, son los únicos reptiles vivos sin pene. Para reproducirse juntan una cosa llamada cloaca, que como su nombre indica, es una cavidad abierta que sirve para expulsar los desechos —y en este caso, también copular—. Así que, aunque a primera vista puedan parecer iguanas o lagartos, vemos que existen muchas diferencias. Como por ejemplo sus hábitos de vida, ya que estos animales están más acostumbrados al frío que al calor. Temperaturas superiores a los 28 °C los matan, pero pueden sobrevivir a 5 °C gracias a la hibernación. De hecho, las temperaturas ideales para él van de los 16 °C a los 21 °C, las más bajas de todos los reptiles. Son, generalmente, animales de hábitos nocturnos, y para ver en esas condiciones sus ojos tienen una doble retina con dos tipos de células visuales: unas para ver de día y otras para ver de noche. No obstante, sus oídos son muy simples comparándolos con sus parientes vivos más cercanos. Es más, no tienen tímpano ni orificio en la oreja. Sus pulmones también son bastante primitivos, ya que tienen una sola cámara y carecen de bronquios. Su columna está formada por vértebras con forma de reloj de arena, es decir, cóncavas tanto por delante como por detrás. Esto es muy común en peces y algunos anfibios, pero único entre los reptiles.
En cuanto a su reproducción, tardan muchos años en alcanzar la madurez sexual —diez años—, y se conocen ejemplares que han vivido y engendrado descendencia a los 111 años de edad. De hecho, se cree que podrían llegar a vivir mucho más tiempo. No obstante, al tener una reproducción tan lenta, su existencia se ve amenazada. La tasa de mortalidad de estos fósiles vivientes es determinante, porque si es demasiado alta, nacen pocos individuos para sustituir a los ejemplares caídos. La introducción de ratas, gatos, perros y otros animales en su medio natural, les ha llevado a desaparecer en muchas zonas. Actualmente, son una especie protegida y en peligro, y solo sobreviven a duras penas en un puñado de islas pequeñas y en alguna que otra reserva natural, donde están siendo introducidos de nuevo.
En la cultura maorí y en su imaginario popular, los tuátaras han tenido mucha importancia y pueblan multitud de leyendas indígenas. De hecho, son considerados como los mensajeros del dios de la muerte. Pero no solo para los maoríes han tenido relevancia cultural. Existe un héroe de la DC Comics —a la que pertenecen Superman y Batman— que se llama Tuátara, que tiene tres ojos y que puede ver el pasado y el futuro. Los animales en los que se basa el personaje —nunca está de más remarcarlo— carecen de esa habilidad sobrenatural reservada en exclusiva a personajes de la ciencia ficción y estafadores de medio pelo.
Nuestro planeta está plagado de animales como los tuátaras, que se han quedado a medio camino entre grandes grupos de animales conocidos. Son, por norma general, los últimos supervivientes de su linaje, y los encontramos en todos los grandes grupos taxonómicos que hemos presentado en la introducción. En esta serie de artículos viajaremos por nuestro mundo buscándolos y explicando qué es lo que les hace tan interesantes, raros y especiales.
Fernando Cervera Rodríguez has a degree in Biological Sciences from the University of Valencia, where he also completed a master’s degree in Molecular Approaches in Health Sciences. His research work has focused on aspects related to molecular biology and human health. He has written content for various platforms and is an editor for Plaza Magazine and Muy Interesante. He has been a finalist for the Boehringer national award for health journalism and winner of the Literary Award for Scientific Dissemination of the Ciutat de Benicarló in 2022. He has also published a book with the Laetoli publishing house, which deals with skepticism, biomedical scams and pseudoscience in general. The book is entitled “The art of selling shit”, and another with the Círculo Rojo publishing house and entitled “In favor of animal experimentation”. In addition, he is a founding member of the Association to Protect the Patient from Pseudoscientific Therapies.