Mirad cómo mueve la cabeza, cual danza kuduro.

El arte rupestre del Valle del Côa

En uno de mis numerosos viajes a Portugal, mi novia y yo fuimos a visitar una zona realmente interesante de nuestro país vecino, el Valle de Cõa. Ahí se localiza un verdadero santuario del arte rupestre, lleno de grabados en roca y al aire libre, y uno de los mayores yacimientos de la historia de la humanidad pasada. Situado en las cercanías de Vila Nova de Foz Cõa, población que recibe el nombre del propio río Cõa (un afluente del Duero), este yacimiento está localizado muy cerca de la frontera entre España y Portugal, con Salamanca y Zamora como principales conexiones importantes. Si estáis de visita en Oporto y tenéis bastante tiempo libre, entre las miles de cosas que podéis hacer por los alrededores, también está la oportunidad de visitar este lugar con un tren que va bordeando la rivera del río Duero. En sus más de 3 horas de trayecto os aseguro que os dará tiempo a deleitaros con los viñedos localizados a ambos lados del río, sobre todo si viajáis en primavera.

Vista de Vila Nova de Foz Cõa desde sus alrededores.

El sitio es interesante a muchos niveles, pero sobre todo por lo que rodea a las dos principales atracciones del lugar: el Museu y el Parque Arqueológico do Vale do Cõa. La visita a ambos lugares, sobre todo si estáis en las cercanías, es obligatorio. Pero al margen de su contenido histórico y científico, el lugar tiene además una historia de lo más interesante con relación a su propia existencia.

Los grabados, ampliamente extendidos por todo el Valle, fueron descubiertos por primera vez entre finales de los años 80 y en los inicios de los 90. En esa fecha, además, se estaba empezando a construir una presa en el río Cõa. Así que, blanco y en botella: horchata. Ya tenemos el lío montado. Se vio que si la presa era construida, y funcional, una gran parte de los grabados del valle iban a quedar sumergidos por el agua, dificultando o imposibilitando su estudio. Una vez este asunto se hizo de dominio público, y a pesar de algunos informes no muy claros, el pueblo tomó uno de los lados de una forma clara y contundente: no querían que la construcción de una presa acabara con un lugar de tan alto interés humano. Y claro, salieron a la calle para manifestarse. Fue un hecho bastante sonado incluso a nivel internacional, donde incluso medios como el New York Times se hicieron eco de la situación. Finalmente, en 1996, la construcción de la presa se paralizó, y, en 1997 se comenzó el estudio serio y científico de las ruinas, inaugurándose el Parque Arqueológico. Un solo año más tarde, la zona fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Todo fue muy rápido, pero es que el lugar lo merece.

Ahí tenemos la presa de marras, y que al final no se construyó. Gracias a eso, podemos visitar y estudiar uno de los mayores yacimientos de arte rupestre del mundo.

Así pues, con final feliz para esta interesante historia, hoy en día hemos podido disfrutar tanto del museo como del parque arqueológico. Nosotros visitamos primero el museo por cuestiones de fechas y horarios, pero no hay un orden establecido. De hecho, ahora mismo diría que es incluso mejor hacer la visita al valle para ver in situ algunos de los grabados, y después ir al museo para pararse un buen tiempo ante las magníficas reconstrucciones que alberga de las rocas originales. Pero bueno, cualquier orden es correcto, y disfrutaréis de ambos lugares sin duda.

En el Museo nos encontramos con multitud de reconstrucciones de varias de las rocas del valle, como he comentado. Tienen un nivel de detalle asombroso, y además la cantidad y calidad de la información situada en cada lugar es genial. Como muestra, un botón.

En la imagen de arriba podemos ver que al lado de las rocas, tenemos unos diagramas donde están resaltados los grabados originales hechos por nuestros primos lejanos. Podemos observar, además, que cada roca tiene varios niveles de grabados y muchas veces están superpuestos unos con otros, en diferentes épocas. Lo cierto es que estudiar este tipo rocas multi-capa ha de ser algo realmente complicado. En los grabados, normalmente podemos ver tanto personas de la época realizando diferentes acciones como cazar, y diversos animales que habitaron estas zonas hace unos 20000 o 10000 años, algunos de ellos extintos como los uros, pero que dieron lugar a algunos de los componentes de los bóvidos actuales. Lo interesante de esto es que, en algunas ocasiones, podemos ver que las imágenes superpuestas de algunos animales representaban al mismo animal realizando una acción. ¡Le estaban dando dinamismo al arte hace más de 10000 años!

Mirad cómo mueve la cabeza, cual danza kuduro.

Y por la otra parte, tenemos la visita al parque arqueológico del Valle del Cõa. La salida parte desde el mismo museo, en vehículos todoterreno, y dura unos 15-20 minutos en los cuales el guía va comentando algunos detalles interesantes de los alrededores. Por ejemplo, hay unas construcciones circulares repartidas por el paisaje, y que tanto mi novia como yo discutíamos sobre cuál podría ser la utilidad de ellas. Al final resultaron ser palomares, donde la gente del pueblo que más nivel adquisitivo tenía criaba palomas que después compartían con los otros, a modo de alimento. Otro detalle interesante es que en la zona también hay un par de canteras de rocas (sobre todo esquistos y pizarras), las cuales tienen bastante actividad. Volviendo al parque arqueológico, hay cuatro zonas disponibles que visitar, y nosotros fuimos a la canada do inferno. El nombre le viene bastante bien porque, si bien en primavera ya hace calor, en verano se pueden llegar a alcanzar fácilmente temperaturas de unos 45º centígrados. Casi como en Murcia. Claro, ahora hace calor, pero en la época en la que el hielo imperaba de una forma más considerable en nuestro planeta, había una temperatura muy agradable, que, junto con el acceso al agua del río, acabó por atraer a humanos para que se hospedaran por la zona durante un tiempo bastante grande.

Ya por último, hubo un detalle bastante gracioso. En una de las partes que nos mostraron, teníamos una roca bastante grande con grabados rupestres. La roca mediría algo más de dos metros de altura, y tenía un acceso muy fácil. Pues bien, justo al lado, había una roca donde una persona había hecho grabados en el año 1730 aproximadamente, ¡sin darse para nada cuenta de lo que tenía delante de sus propios ojos! Y cuando digo que estaba delante, es que si levantabas la vista, tenías la roca gigantesca a unos 2 metros de ti. Sí que es cierto que la roca estaría cubierta de vegetación, y darse cuenta de estos grabados no era trivial. Pero no deja de ser paradójico que hubo alguien, hace ya más de 200 años, que tuvo la oportunidad de adelantarse a muchos y poder ver las obras de personas que habían vivido ahí hacía más de 10000 años. Todo sea dicho, seguramente no se habría dado cuenta de las implicaciones que eso tenía, claro.

Una roca con grabados de verdad.

Y aquí tenemos la otra roca, justo al lado de la anterior, cuyas fechas son de 1730 aproximadamente.

Sin duda alguna, me alegro mucho que el pueblo portugués forzara la paralización de la presa y hoy podamos disfrutar de este magnífico valle, con sus grabados. 17 km de superficie dan para mucho, para contarnos muchos sobre nuestra historia pasada, y para recordarnos que, no hace mucho tiempo, aún cazábamos para poder sobrevivir y buscábamos lugares para que la naturaleza no nos congelara a las primeras de cambio.

Aquí os dejo unas cuantas fotos más del lugar.

En esta roca podemos ver que se usó una técnica de punteado en el dibujo.

Y aquí podemos ver que la técnica pasó a ser más tipo raspado. Ambas técnicas se encuentran en dibujos localizados en la misma roca.

 

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