Texto escrito por Julián Chaves
Apurando nuestros días de relax y desconexión, Dani, nuestro buen amigo Álex Lucio y yo nos fuimos hasta Camarena de la Sierra (Teruel) para hacer una de las cosas que más nos gusta, sentirnos como animalillos en plena naturaleza, libres, salvajes, saltarines y contentos. Y puesto que todo lo que nos rodea es susceptible de ser observado bajo la lupa de la ciencia, hoy voy a exponer todo lo que supuso en tal aspecto ese buen día de finales de agosto.
Llegamos a Camarena entre la niebla, poco después del amanecer, pues la situación atmosférica dominada por vientos húmedos de levante y aire frío en capas altas prometía tormentas a partir del mediodía, algo muy típico en el verano de una comarca (Gúdar-Javalambre) que tiene entre sus señas de identidad ser una de las más tormentosas de la Península. Es decir, que ante la imposibilidad de realizar la ruta otro día era imperativo acortar el recorrido que tenía pensado y madrugar más que el astro rey. No olvidemos que estamos en una zona de alta montaña y las temeridades se pueden pagar caro.
Camarena de la Sierra se encuentra en el fondo de un abrupto valle, a una altitud de 1294 metros sobre el nivel del mar y a unos 80 km en línea recta del mar Mediterráneo, circunstancias todas ellas que le confieren a la zona un clima mediterráneo de montaña, de inviernos largos y fríos, y veranos cortos, frescos y tormentosos. Con esta descripción física no es de extrañar que la economía del pequeño municipio turolense se base fundamentalmente en el turismo derivado de la estación de esquí y del balneario, pues sectores como la agricultura o la industria lo tienen más que crudo en estos parajes, y es que tu posición geográfica puede condicionar para siempre los aspectos más fundamentales de tu vida.
Partimos desde el pueblo en dirección sur, remontando el curso del río Camarena por una senda que atraviesa una preciosa zona ribereña compuesta de chopos, sargas, sauces, zarzales y otros elementos botánicos característicos de zonas ribereñas, y que se ve salpicada tan solo con pequeñas huertas que amplían el campo de visión de ese ambiente tan húmedo, fresco y silencioso.
La ascensión, propiamente dicha, comienza cuando llevamos andados unos dos kilómetros, en un punto donde el paisaje cambia radicalmente y donde poco a poco nos vamos viendo por encima de las nubes que envolvían las zonas más bajas del valle, y donde nos encontramos repentinamente rodeados de una vegetación dispersa compuesta de enebros y otros matorrales, cuya imagen difiere mucho de la estampa que veíamos previamente desde la ribera.
Al rebasar el refugio de montaña de Rabadá y Navarro y en la zona que limita con la estación de esquí nos adentramos en un frondoso bosque de Pinus sylvestris o pino albar, un pino característico de zonas frías y muy extendido en el este y norte de Europa, así como en amplias zonas de Siberia, pero que en la Península Ibérica queda confinado a zonas de alta montaña y supone el límite meridional de la distribución de dicha especie. En esta zona los podemos ver acompañados de otro pinos montanos como Pinus nigra o pino negral e incluso algún ejemplar de Pinus uncinata, el árbol que a mayor altitud vive en Iberia.
Un poco más arriba, y bajo una caprichosa niebla de altura que subía y bajaba vertiginosamente, nos adentramos en la estación de esquí de Javalambre, cuyas infraestructura hacen de este lugar un sitio mucho menos salvaje de lo que fue en su día, pues es posible acceder hasta la cumbre en vehículo de cuatro ruedas sin mayores problemas. Pero nosotros subimos andando por que somos un románticos que se aburren con las cosas fáciles.
La formación de estos bancos de niebla a una velocidad tan vertiginosa es algo muy común en zonas de alta montaña, y un factor a tener en cuenta siempre que se pasa por este tipo de áreas pues puede hacerte perder el rumbo antes de que pestañees. Estas nieblas se forman básicamente por el ascenso de una masa de aire relativamente húmeda desde el valle, la cual conforme gana altura va enfriándose hasta que se produce su condensación, y en consecuencia tu posible pérdida o enfriamiento si no llevas la ropa adecuada. Conforme iban pasando los minutos el Sol empezaba a caldear el ambiente y a dificultar la formación de la niebla, permitiéndonos llegar a la cima con muy buena visibilidad, una cima que por cierto tiene una gran particularidad ya que no corriente, si no una gran muela ondulada que ronda siempre los 2000 metros y que se presenta ante nosotros cubierta por completo de la planta más insigne de Javalambre, la sabina rastrera o Juniperus sabina, una especie que crece horizontalmente debido a la ventaja que le proporciona esto ante las bajas temperaturas y los fuertes vientos reinantes.
Otro elemento característico de la zona alta es el enorme repetidor que allí se encuentra, y cuya función al igual que tantos otros a lo largo y ancho del mundo, es la de recibir una señal y amplificarla para que pueda llegar en buenas condiciones a todos los usuarios. Se suelen situar en zonas altas, ya que la señal de TDT se dirige preferentemente en línea recta y pierde intensidad con la distancia, por lo que ha de conformarse toda una red de instalaciones de este tipo donde se cuide muy bien la posición de las estructuras para que sea realmente efectiva. Además, muchos repetidores sirven también para que surja un nuevo y descomunal puerto digno de dar lugar a un apasionante final en alto en la vuelta ciclista a España. Veis, la ciencia está hasta en la sopa.
Si bien las instalaciones de la estación de esquí y los posibles buenos accesos le quitan un poco de salvajismo y épica a esta zona de la Sierra de Javalambre, la verdad es que es una zona muy singular y bonita, que cuenta con varias especies de plantas endémicas tales como Erodium celtiberium, Sideritis javalambresis o Thymus leptophyllus subsp. paui , y cuya extensión, siendo mucho más grande de lo que pudimos ver en ese día, encierra rincones y paisajes aislados, ocultos y casi desconocidos, pues constituye esta una de las áreas más despobladas, tormentosas y frías de la Península y atesora en muchos de sus recodos verdaderos tesoros naturales, los cuales iremos descubriendo siempre y cuando el tiempo no amenace con tormentas como la que se produjo justo cuando nos subíamos al coche para regresar a Valencia. Gracias a todos los meteorólogos, vuestro trabajo nos permitió disfrutar de un gran día sin sufrir algo parecido a que el cielo se cayera sobre nuestras cabezas. Nos vemos por ULÛM, y también en las montañas o en los bares.
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.