Montes Elburz desde Javaher-deh, Irán

Un vergel tras el desierto.

Hoy vamos a realizar un viaje increíble. Un traslado virtual a una de esas zonas del planeta más o menos desconocidas para los que habitamos lejos de allí, un lugar que como otros tantos lugares maravillosos tiene su esencia en los caprichos del azar, una combinación de posibilidades improbables que en su conjunto generan un ambiente único, singular, valioso y sumamente bello. Y es que cuando geología, meteorología y biología se ponen caprichosas, los resultados solo pueden ser superlativos.

Este viaje comienza en Teherán, la capital de Irán, a una altitud media de 1200 metros sobre el nivel del mar (msnm) y al pie de los majestuosos Montes Alborz, cuyas cimas superan fácilmente los 3000 msnm y que están presididas por el monte Damavand, un volcán extinto que con sus 5610 msnm es el volcán más alto de Asia y la montaña más alta de todo Irán. Esta ciudad de casi nueve millones de habitantes (y un área metropolitana  que alberga a quince de los ochenta millones de iraníes), ocupa una zona del borde norteño de la meseta iraní, justo donde ésta choca con los mencionados Alborz. Árido, caluroso en verano, muy frío en invierno y con una vegetación escasa y esteparia. Así es el ambiente con el que iniciamos nuestro viaje hacia el Mar Caspio.

 

Vista de la ciudad de Teherán. Al fondo los montes Elburz. Fuente: https://viajairan.com

 

Tabla que muestra las principales características del clima de Teherán

Como he dicho antes, el clima de Teherán es muy duro. En invierno bajo cero, en verano por encima de treinta grados, llueve más bien poco y según esta fuente suelen tener unos 23 días de nieve al año, que no es poco. Una delicia.

Partimos hacia el norte, hacia los majestuosos Montes Elburz pasando por su mayor altitud, el monte Damavand, situado en línea recta a escasos 70 km, pero situándose 4000 metros más arriba. A parte de ser el volcán más alto de Asia y la montaña más alta de oriente medio, es una de las 50 montañas más prominentes del mundo. El concepto de prominencia hace referencia al desnivel mínimo que hay que descender desde una montaña para llegar a otra y muestra, por tanto, cuanto destaca dicho pico respecto al territorio circundante. Digamos que el Damavand se deja ver y mucho.

Como podemos observar en este par de fotos realizadas desde la vertiente sur, la vegetación no es precisamente exuberante. siendo la cadena montañosa una zona finalizan las tierras puramente desérticas y comienzan unas áreas cubiertas por matorrales, especialmente del género Juniperus. Entre la fauna, además de especies más cosmopolitas como puedan ser jabalíes, perdices o corzos, en estas tierras montañosas aparecen animales muy singulares como lo son el leopardo de Persia (Panthera pardus saxicolor) o la cabra bezoar (Capra aegagrus aegagrus)

 

Perfil de nuestro viaje virtual.

 

Vista del monte Damavand desde el sur. Fuente: montañismo.org

 

Vista del volcán desde la meseta iraní. Fuente: Amin Rafiei

 

El leopardo de Persia, algo más que un lindo gatito y en la actualidad una de las especies incluidas en la lista de especies amenazadas de la UICN. Fuente: amuraworld.com

 

Aquí un ejemplar de cabra bezoar, incluida en la lista de especies vulnerables de la UICN.

Bien, llega el momento de coronar el monte Damavand y mirar hacia el norte, donde encontraremos un Mar Caspio cercano y lejano al mismo tiempo, pues a pesar de que solo hay unos escasos 70 km en la línea recta el desnivel a salvar es brutal, recordemos que la cima está a 5600 metros y que existen zonas cercanas a la costa de este mar interior que se sitúan sobre 20-30 metros por debajo del nivel medio de los océanos. Además, el paisaje cambia drásticamente, pues si veníamos de tierras secas, áridas y en general hostiles, pasamos a una zona dominada por bosques húmedos de frondosas, donde dominan las hayas y además podemos encontrar árboles como los robles, alisos y castaños, así como multitud de endemismos tales como el palo de hierro persa (Parrotia pérsica) y el árbol de la seda persa (Albizia julibrissin). Esta franja excepcionalmente húmeda y frondosa abarca una superficie 55000 kilómetros cuadrados y constituye una reliquia vegetal de tiempos y climas pasados, concretamente del terciario, destacando la falta de coníferas, ya que solo podremos encontrar algunas como el tejo. A esta zona se la ha conocido históricamente como Hircania.

Ejemplar de Parrotia persica. Personalmente me parece un árbol precioso

 

Montes Elburz desde Javaher-deh, Irán

 

Un lugar cualquiera dentro del bosque mixto hircano, nombre que da la WWF a esta ecorregión.

 

Irán a vista de google earth. Destaca claramente entre el dominante color marrón una franja verde a orillas del Caspio, zona por la que se extiende esta zona húmeda
Paisaje rural del la cara norte de los Elborz, dominado por el color verde, las fuertes pendientes y las nubes

 

Con la línea roja he querido mostrar, de una manera sencilla, la transición de nuestro viaje ficticio, desde una zona casi desértica a la estepa y los bosques de matorral, y de ahí al nombrado bosque hircano, frondoso y muy húmedo

Como ejemplo de esta pluviosidad pondré la ciudad de Rasht, que con 600.000 habitantes es la ciudad más grande de la costa del Caspio, y poder así compararla con los datos que he mostrado para Teherán, la cual se sitúa al otro lado de la cordillera.

 

 

Quizás os estaréis preguntado el porqué de estos contrastes en apenas 150 km, y la respuesta, aunque puede ser muy compleja, se puede resumir en una idea principal, ¡una casualidad! Como muchas otras cosas maravillosas de la naturaleza, ha dado la casualidad de que las piezas del puzzle se han dispuesto de la manera idónea para dar lugar a ello, a saber; la formación del Mar Caspio, el levantamiento de los Elburz y los vientos del norte que dominan la zona.

El Caspio, formaba parte junto al Mediterráneo y al Mar Negro del antiguo Mar de Tetis, que poco a poco se fue cerrando debido al ascenso de las placas africana e india hacía el norte. Posteriormente, se produjeron los plegamientos alpinos, fundamentalmente por el choque de esas placas que ascendían con la placa de Eurasia, formando tras ello todas estas cordilleras; Atlas, Rif, Cordilleras Béticas, Cordillera Cantábrica, Pirineos, Alpes, Apeninos, Alpes Dináricos, Pindo, Montes Cárpatos, Montes Balcanes, Montes Tauro, Cáucaso, Montes Elburz, Zagros, Hindu Kush, Pamir, Karakórum e Himalaya. Vemos que entre la larga lista se encuentran nuestros Elburz, los cuales asilaron la zona, formando una barrera casi infranqueable para los vientos del norte. Estos vientos suelen dominar en la zona y al atravesar las aguas del Caspio, las masas de aire se llenan de humedad, ascienden rápidamente por los fuertes desniveles de la cara norte, se enfrían, se condensan, aparecen las nubes y comienza la lluvia. Para esto, además, no hacen falta grandes borrascas ni ciclones, simplemente una disposición de las piezas (bajas y altas presiones) adecuada, un cierto recorrido marítimo de los vientos y ya está todo dispuesto para la lluvia. La lluvia a este lado, por que siguiendo este hilo conductor, veremos que las masas, en su ascenso, van perdiendo toda su humedad, cayendo por la cara Sur totalmente secos y constituyendo un claro ejemplo del conocido efecto Foehn, causante de la sequedad y el ambiente semidesértico de gran parte del resto de Irán.

 

Típica situación sinóptica que genera lluvias en la cara norte de los Elburz.

 

Y colorín colorado, este viaje imaginario se ha acabado. Pronto dejaremos volar la imaginación por algún otro lugar, nos vemos por ULUM.

1 comentario en «Un vergel tras el desierto.»

  1. Estimado Julian, preciosa comunicación sobre geogarfía Física en general y de la antigua Persia en particular, Muy didáctica la explicación del efecto fohen. y bellisima descripción de los Montes Elburz. Te felicito por todo ello.
    N.B: Cuando tengas ocasión lee a Pierre Lotí su ensayo sobre Persia, en las ultimas páginas realiza una descripción literaria muy complementaria de la tuya.
    José Luis Martin Romero.

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