Texto escrito por Julián Chaves Naharro
De pequeño siempre quise ser explorador, pues me quedaba maravillado ante las historias de aquellos hombres que se lanzaban a lo desconocido, pisando tierras que jamás otro ser humano había ni siquiera imaginado y surcando bravíos mares, llenos de peligros pero también de magníficas sorpresas. Encontrando muchas veces la muerte y alguna vez la gloria. Y todo ello, motivado en última instancia por la curiosidad innata del ser humano, por su ansia permanente e inmortal de conocer lo desconocido, y aunque bien es cierto que muchas de estas incursiones en territorios vírgenes tenían detrás un fundamento de corte militar, imperial o comercial, no es menos cierto de que todas aquellas aventuras contribuyeron a un conocimiento más detallado de nuestro planeta y de las cosas que en él existían, de la presencia de otras gentes y otras culturas, de nuevas oportunidades y experiencias, y también de enfermedades y de violencia. En definitiva su atrevimiento se transformó de paso en un mayor conocimiento, y es indudable la contribución a la ciencia de estas temerarias expediciones.
Y tras el preámbulo a esta futura saga, voy a contaros la historia de uno de ellos.
Vitus Jonassen Bering fue un danés que apenas vió Dinamarca, nació en 1681 y ya con quince años navegó como grumete por las colonias europeas del sureste asiático, después se formó como oficial en Amsterdam y es allí donde su vida cambió, pues prácticamente se cambió de nacionalidad, al ser reclutado por el Zar Pedro I el Grande para su gran proyecto de lograr para Rusia salidas al mar. Luchó en las filas rusas contra Suecia, y también contra el Imperio Otomano, tras lo cual fue nombrado Comandante-Capitán del ejército ruso y puesto al frente de una gran expedición con un grandísimo objetivo, cruzar toda Siberia e ir adquiriendo un mayor conocimiento de esas todavía no muy bien conocidas tierras, llegar al Pacífico, construir un par de barcos y recorrer la costa hasta descubrir si existía un paso de tierra firme que comunicara Eurasia con América, y por último llegar hasta los primeros lugares controlados por otros europeos, elaborando cartografía y recabando todo tipo de informaciones para luego regresar y poner todo ello a disposición del Zar.
Después de tres años de épico viaje a través de la soledad siberiana y haciendo un alarde de capacidad de gestión logística, la expedición llegó al puerto de Okhotsk, en la costa del Pacífico, construyó un barco y puso rumbo hacia la Península de Kamchatka, y desde ahí, bordeando la costa se dirigió hacia el norte con la intención de descubrir, o bien un paso de tierra que podría comunicar Eurasia con América o bien la ausencia de este. Tras ello, el capitán Bering llegó a la conclusión de que no estaban comunicadas, aunque la niebla y un mal tiempo generalizado en la zona le impidieron ver tierra hacía el este, cuestión por la que fue muy criticado en su regreso y que le alentó a promover una segunda expedición tras su regreso a San Petersburgo.
En la segunda expedición no se escatimó en nada, era evidente que esta era una cuestión de vital importancia para Anna Ioannovna, al mando por aquellos años, pues se movilizaron unos diez mil soldados, marineros, carpinteros, científicos y además parte de sus familias, incluyendo la del propio Bering, todos cruzando Rusia en un penoso viaje que se llevó por delante a muchos, incluidos cinco de sus hijos. Esta vez la expedición permaneció cuatro años en la ciudad de Yakutsk, en el interior de Siberia, para preparar la colonización de la zona. Desde allí, entre otras cosas, se exploró el río Lena hasta su desembocadura y se cartografío parte de la costa ártica siberiana, como también se envío un destacamento hacia la costa oriental, para que una vez allí construyeran un barco y avanzaran hasta tener contacto con Japón, con el objetivo de poder entablar relaciones comerciales. Tras ello, Bering llegó a Kamchatka, construyó dos barcos, el San Pedro y el San Pablo, los cuales dieron nombre a la nueva ciudad que se fundaba, Petropavlosk-Kamtchaki, y se lanzó a la conquista del Nuevo Mundo.
Bering quedaba al mando del San Pedro y Alexei Chirikov al mando del San Pablo, navegaron juntos hasta que en menos de una semana las malísimas condiciones atmosféricas les separaron para jamás volver a verse. Chirikov navegó hacia el Archipiélago Alexander, Islas Aleutianas, hasta la actual costa canadiense y sus hombres se convirtieron en los primeros en pisar las gélidas tierras de Alaska antes de volver a Kamchatka diezmados por el escorbuto. Por su parte Bering y los suyos llegaron a pisar también Alaska, haciendo una breve incursión alrededor del Monte San Elias (5488m), justo en la actual frontera entre Canadá y Alaska. Giraron el rumbo para volver a Kamchatka pero sin dejar de explorar y de visitar las Islas Aleutianas, siempre con el azote del escorbuto y el infortunio del naufragio en la isla más occidental del las Aleutianas, a tan solo 145 km del destino final, Kamchatka. Allí murió el capitán Vitus Bering, cediéndole su nombre a la isla, después los pocos que sobrevivieron construyeron una pequeña embarcación con la que fueron capaces de llegar a Petropavlosk, contra todo pronóstico y cuando todos les daban por muertos.
Principales hallazgos para la ciencia
-Demostración de que Eurasia y América no están conectadas, lo cual es de vital importancia para las teorías sobre el poblamiento de América. La no existencia de tierra firme alimenta la teoría de que hubo un tiempo durante la última glaciación en el cual era posible el paso a pie de un continente a otro, a través de la región que denominada como Beringia.
-La llegada a Kamchatka, tierra de volcanes y actividad sísmica, abrió una puerta a los estudiosos de esta cuestión para poder observar y evaluar diversos fenómenos en alguno de sus 160 volcanes.
-Durante la expedición se catalogaron numerosas especies, lo cual fue fundamentalmente obra del naturalista alemán George Steller y gran amigo de Bering. Algunas de ellas son el oso marino ártico (Callorhinus ursinus), la nutria marina (Enhydra lutris), el león marino de Steller (Eumetopias jubatus), la vaca marina de Steller (Hydrodamalis Gigas), el eider de Steller (Polysticta stelleri) y el cormorán de Pallas (Phalacrocorax perspicillatus), y vienen recogidas en el libro que el mismo escribió titulado De Bestiis Marinus
-Y por supuesto se cartografiaron las costas de toda la zona de una forma bastante precisa para la época, siendo utilizadas por su calidad incluso por el almirante británico James Cook, en uno de sus viajes por aquella región.
Por último…
En las próximas entregas seguiré narrando algunas aventuras de otros grandes de la exploración, pero hasta entonces recordad que, aunque ahora con Google Earth el mundo nos parezca muy pequeño, sigue siendo igual de grande, y que aunque otros lo hayan visto si vosotros no habéis ido, ese será vuestro propio descubrimiento. Salid, explorar y por supuesto seguid leyendo ULÛM, pues “quien mucho viaja y mucho lee, mucho sabe y mucho ve”.
Fuentes:
http://chrismielost.blogspot.com.es/
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.
Un post impresionante. Tengo muchas ganas de leer más sobre estos exploradores. Este es el sentido de tener La Madraza en ULÛM, porque historias tan grandes como las de estas personas no pueden contarse en pocas lineas. He aprendido mucho leyendo este post, ya que he de reconocer que no sabía nada de Bering más allá de que fue un explorador.
Con ganas de leer más. Eso lo dice todo.
Quien fuera explorador hoy en día.