El chajá (Chauna torquata) es un ave que habita en Sudamérica. Es de gran tamaño, tiene entre 75-85 cm desde el pico a la cola y puede pesar 4kg. Aunque se alimenta principalmente de vegetales, también puede consumir ocasionalmente insectos y moluscos. En otras regiones se le llama tapacaré o tacac.
Dentro de los rasgos que lo caracterizan, se encuentran el collar negro alrededor del cuello, el penacho de plumas hacia atrás en la cabeza y las gruesas patas de color rojizo. Es habitual comentar que, aunque están emparentado con los cisnes y los gansos (pertenecen al orden Anseriformes), no comparten un gran parecido físico. Es un ave monógama, y en la cultura popular se dice que, al quedar viudo, no puede soportar la soledad y perece, pero no hay datos para corroborar esta afirmación.
El nombre “Chajá” es onomatopéyico, ya que cuando detecta peligro cerca del nido emite un sonido similar. Se dice también que se parece a la palabra guaraní “yahá”, que significa “vamos”, ya que estaría alertando a otras aves y a sus polluelos que deben alejarse del peligro.
Hay varias leyendas alrededor de esta especie. Una muy popular dice que dos muchachas que se encontraban lavando a orillas del río dieron agua con jabón a un par de viajeros sedientos. Esos viajeros resultaron ser deidades guaraníes que les castigaron transformándolas en aves que huyeron gritando “¡yahá, yahá! ” (¡vamos, vamos!). Se les castigó, además, haciendo que su carne fuese desagradable de comer y con espuma, como si fuese jabonosa. Aunque, actualmente, su carne se utiliza para la elaboración de diversos platos. Versiones posteriores a la llegada de los colonizadores a Ámérica cambiaron la versión del relato, haciendo que fuesen Jesucristo, la Virgen o San Pedro quienes pedían agua a las lavanderas.
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