No hace demasiado tiempo, allá por los siglos XVI y XVII, el puerto de la ciudad yemení de Moca constituía el principal puerto cafetero del mundo además de ser la principal ruta marítima hacia La Meca. La ciudad bullía y los europeos comenzaron a saborear este preciado producto, cultivado y exportado por los árabes bajo una férrea protección de sus técnicas y sus semillas. Yemen, ahora sumido en una violenta guerra civil y muy venido a menos desde un tiempo a esta parte, fue tierra de prosperidad antaño. La tierra del Reino de Saba (aunque se discute su ubicación exacta, por allí van los tiros), y por donde también han pasado califas egipcios, el imperio otomano y el imperio británico, el cual abandonó estas tierras allá por 1967. La independencia no fue fácil, y surgieron dos países, Yemen del Norte y Yemen del Sur (el primer país árabe y comunista), hasta 1990 cuando se reunificaron para formar un único estado.
Tiene una superficie similar a la de España o Francia, y se encuentra localizado en el suroeste de la Península Arábiga, justo en la entrada del Mar Rojo. Con la segunda parte de esta descripción tendríamos suficiente para deducir que el lugar es un auténtico desierto. ¿Un desierto donde se cultiva café? Sabiendo que en la actualidad el café suele provenir de Colombia, Brasil o Congo, lugares todos ellos con gran abundancia de lluvias, ¿cómo es que Yemen pudo ser un pionero en el cultivo y exportación de este producto?. La respuesta puede aflorar de la adaptación de una cita célebre de Mariano Rajoy, y es que «Yemen es todo desierto, salvo alguna cosa».
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La cuestión es que Yemen tiene montañas, y no son precisamente cerritos sin importancia. Y es que la zona oeste del país presenta multitud de puntos que superan los dos mil metros, e incluso los tres mil, situándose el lugar más elevado a 3666 metros por encima del nivel del mar. Esto lo cambia todo, pues convierte esas zonas elevadas en lugares donde se puede manifestar la influencia de los movimientos monzónicos y las convergencias del Mar Rojo, dejando como resultado precipitaciones medias anuales que superan los 500 mm anuales e incluso los 1000. Este hecho es vital para un país que se enfrenta a diario con un desierto hostil e implacable. Aunque también es cierto que la variabilidad entre años y localizaciones puede ser muy grande debido al carácter convectivo y tormentoso de las precipitaciones y a la influencia sobre las tormentas de las condiciones fisiográficas locales. Así pues, la diferencia entre las vertientes que se orientan hacia el mar y las que se orientan hacia tierra adentro puede ser abismal en cuestión de unos cuantos kilómetros de distancia.
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Estas circunstancias distribuyen los recursos hídricos (la fuente de nuestra existencia…) y en consecuencia a la población de forma particular, y es que al contrario de lo que sucede en la mayoría de los países, la población se concentra en las zonas más altas y montañosas. Aparte de que es donde más llueve, es donde los barrancos (wadis) pueden llevar algo de agua durante más tiempo, y eso es siempre ventajoso, pues sucede que aunque haya zonas con una precipitación aceptable, la intensa evaporación impide que haya cursos permanentes de agua y ríos como tales. Es decir, en Yemen los ríos desembocan casi en cualquier parte menos en el mar.
Solo en la zona de Adén y Moca se concentran poblaciones costeras importantes, pues el suroeste es más «húmedo» y es posible encontrar wadis con algo de agua de vez en cuando, lo cual favorece la creación de ciudades. Si bien, lo estratégico de sus puertos puede ser todavía más determinante que la presencia o ausencia de wadis.
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Ya hemos hablado de las zonas montañosas del oeste y del sur de Yemen, lugares que sin ser selváticos si que son significativamente más húmedos que el resto del país. ¿Y que hay en todo lo demás? Pues desierto, puro y hostil desierto, ya que su localización justo a sotavento de la cordillera no le permite tener apenas indicios de humedad. Suponiendo así límite sur del Al Rub al-Khali, que con una extensión de 650.000 kilómetros cuadrados configura uno de los desiertos de arena más grandes del mundo, y por ende una de las regiones más inhóspitas del planeta.
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Los caprichos de la geología son los que en primera instancia están detrás de la historia de Yemen. Tanto de Yemen como de todos los países del mundo, pues lo que primero condiciona a tu forma de vida es el ambiente donde vives. Somos animales.
Particularmente la topografía de Yemen se debe básicamente a los procesos relacionados con la formación del Mar Rojo por la separación de la placa arábiga de la africana, y la incipiente separación de la placa africana (somalí) del resto del continente. De esta manera podemos observar en la zona actividad sísmica y volcánica, con un total de 11 volcanes en Yemen y la presencia grandes estructuras geológicas de hundimiento y levantamiento, como son los «graben» y los «horst» asociados a esta separación de placas que citaba anteriormente.
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Y hasta aquí ha llegado esta exploración de salón, y mientras deseo que os haya gustado, me pregunto cuándo podremos visitar alguno de estos rinconcitos del mundo. Y más profundamente me pregunto cuándo dejará de haber guerra en Yemen, cuándo podrán disfrutar con plenitud de lo que su tierra les ofrece, y cuándo llegará ese día en el que los fusiles no resuenen por las calles de Saná devolviendo la sonrisa a la cara de los niños. Tristemente, parece muy difícil a día de hoy.
Fuentes:
Julián Chaves Naharro. Licenciado en Ciencias Ambientales en la Universidad de Valencia, Máster en Ingeniería hidráulica y medio ambiente por la Universidad Politécnica de Valencia y especializado en la gestión, restauración y conservación de cuencas hidrográficas, donde realizó una tesina sobre el cálculo de emisiones de gases de efecto invernadero en incendios forestales. Comenzó su actividad divulgadora con su blog personal “El Ambientoblog”. Deportista, agricultor, divulgador, montaña en vena, muy energético, algo subversivo y ciudadano del mundo.