Anís del mono

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Desde el puente se ven los barcos que esperan entrar en el puerto de Barcelona, ​​los peces, abajo, que muerden los trozos de pan, bolsas de plástico, una pareja en una canoa. Hacia la costa, la fábrica de anís, los bares con las terrazas, perros y familias. Las palmeras en hilera, los puentes de hierro que cruzan las vías del tren. Una ciudad que toca la metrópoli.

Nada más subir las escaleras, si vienes caminando por el paseo marítimo, hay una estatua que simula un simio. Los niños se hacen fotos. Suben y se sientan en los muslos de la estatua, le tocan la cabeza y esperan con una sonrisa o haciendo el signo de la victoria al clic. El mono mira embelesado una botella de licor. Parece más un hombre viejo y con barba que un mono. Si fuera Darwin, esta imagen sería una más del científico caracterizado como simio. La idea todavía es revolucionaria.

El puente fue construido como pantalán [1] para la descarga de petróleo desde los buques cisterna. El primer puente, cuando aún no estaba la estatua, es de finales de siglo XIX y era de madera. Ya existía la empresa de anís y hacía veinte años que Darwin había publicado el libro El origen de las especies. Ahora sirve como lugar para hacer medidas ambientales y algunos animales han creado su hábitat en los cimientos de hormigón como lo hacen en los barcos hundidos. Cuando el puente pasó a ser de propiedad pública, un pastelero promovió que el puente se conservara como signo inequívoco de la ciudad. Hay una placa que lo explica.

Todos los niños y niñas de Badalona han ido de visita a la fábrica y han caminado por la pasarela del puente. Una manera de entrar al mar sin mojarse. Ahora se hacen, directos hacia la adolescencia, selfies con el fondo marino. Durante la visita a la fábrica explican el por qué de un mono en la imagen de empresa y el nombre. Eligen una de las explicaciones, la más inocente. Había un mono de mascota, un mono venido de América, y los niños lo imaginan arriba de las ventanas y colgándose del techo.

Hace gracia, el mono. Aparece siempre en una clase de ciencia. La evolución es revolucionaria y aún poco entendida. Algunos de los hombres y mujeres que recorren la pasarela hoy ríen ante la idea de que venimos del mono. No es que vengamos del mono, no así, pero hay quien se ofende y se niega a escuchar. Va directo al muelle del oso, al que les importa. Ofende y esta ofensa dice mucho de nosotros y de cómo importante es esta idea. Sacude.

Unos cuantos adolescentes vuelven sentarse y rodean el mono de la botella. Si fuera un chimpancé la estampa sería perfecta. El pariente más cercano. El hermano. Dos o tres turistas despistados caminan por el puente con un móvil en la mano que registra el día gris y las olas grises de una mar algo picada. Alguien dice: un badalonés siempre tendrá una botella para hacerla sonar.

Si fuera Darwin el de la estatua, estaría bien colocada: frente al mar, ligada al mar. Su vida estuvo marcada por un viaje largo, larguísimo, en barco.

[1] Nota del traductor: palabra de origen filipino, que viene a describir un pequeño muelle para barcos de poco peso.

1 comentario en «Anís del mono»

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