Capítulo 2. ¿Qué es la experimentación animal?
Hemos comenzado este libro con el origen de la experimentación animal y de los movimientos en su contra, pero si queremos adentrarnos en todas las cuestiones referentes a la experimentación animal, sería sensato comenzar por una cuestión básica: ofrecer ejemplos reales de qué se hace en los laboratorios actualmente. Por ello, en este capítulo clasificaré la experimentación animal, ofreciendo ejemplos y datos reales para que puedas entender en qué consiste exactamente. También es necesario que nos adentremos en algunas cuestiones técnicas, pero este capítulo resulta imprescindible si quieres tener una opinión fundamentada en lo que ocurre hoy en día en los centros de investigación científica.
Categorías
Clasificar la experimentación animal es muy complicado porque hay muchos tipos, aunque podríamos segmentarla según su objetivo. Una aproximación a una clasificación podría ser la siguiente:
- Agroalimentaria: se refiere a experimentos destinados a la alimentación; por ejemplo, la manipulación genética para mejorar animales de consumo, la fabricación de alimentos para que el ganado mejore su rendimiento o el estudio de genes de interés agronómico y sus posibles aplicaciones.
- Sanitaria: son experimentos enfocados al diagnóstico de dolencias o el desarrollo de fármacos y vacunas contra enfermedades.
- Biotecnológica: va dirigida a utilizar animales como sistemas biológicos de producción de compuestos de interés humano —por ejemplo fármacos y proteínas— o a la manipulación de animales para cuestiones de bioseguridad como la degradación de compuestos peligrosos.
- Toxicológica: es frecuente llevar a cabo estudios con animales para detectar contaminantes y proteger a los humanos y al medio ambiente.
- Genética y genómica: son experimentos destinados a analizar la estructura y función de genes y genomas[1].
- Fisiológica: está diseñada para entender cómo funcionan los organismos vivos.
- Anatómica, tisular y celular: persigue comprender la estructura de los organismos vivos; por ejemplo, la neurobiología estudia el funcionamiento de cerebro, la citología los procesos que ocurren dentro de las células o la cardiología el comportamiento del corazón y sus patologías.
Hemos visto diferentes tipos de experimentación animal en función de su finalidad, pero no sería justo terminar aquí porque se podría pensar que se ha elegido esta clasificación para evitar temas polémicos. Otra forma de clasificar sería en función del animal utilizado: roedores, conejos, perros, gatos, hámsteres, ovejas, cerdos o primates. También podríamos atender al destino final del animal: sin efectos sobre él, se le sacrifica al final, muere a causa del experimento. Por último, también podríamos valorarla en función del ambiente donde se realiza: docencia, industria o investigación.
Todas esas clasificaciones son válidas y recurriré a ellas según el momento, pero ahora intentaré agrupar la experimentación animal en función de las implicaciones morales que puede generar. Haremos un grupo de experimentos llamados sanitarios —los cuales coinciden con los del mismo nombre de la clasificación anterior— y otro gran grupo llamado no sanitarios. ¿Qué sentido tiene esta división? Sencillo, que los sanitarios tienen por finalidad directa salvar vidas humanas y los otros no, aunque por el momento solo explicaremos algunos ejemplos actuales de ambos tipos.
Experimentación animal sanitaria
La leucemia mieloide crónica (LMC) es un ejemplo de cáncer. Aproximadamente el 15% de los casos de leucemia en adultos son de ese tipo. El estudio de esta dolencia dio un salto de gigante cuando en 1960 se descubrió la translocación Filadelfia, que viene a ser una anormalidad genética que se asocia a esta enfermedad. Pero ¿qué es una translocación? Es el desplazamiento de un trozo de un cromosoma[2] a otro lugar diferente del genoma. Pues bien, el cromosoma Filadelfia es el resultado de una translocación que afecta a dos cromosomas humanos. Y, ¿por qué es relevante? Porque en 1984 se verificó que, al mismo tiempo que ocurría la translocación, un gen relacionado con la leucemia —llamado habitualmente ABL— se fusionaba con otro gen llamado BCR.
Los científicos que identificaron ese fenómeno creían que había una relación entre esos dos genes y el desarrollo de la leucemia, pero necesitaban realizar experimentos para entender cómo se producía la enfermedad.
Los seres humanos tienen una gran similitud génica con los roedores, así que algunos científicos lo aprovecharon en un experimento: fusionaron los genes equivalentes al BCR y al ABL humanos, pero en ratones, para ver si también desarrollaban leucemia. Finalmente, los científicos lograron reproducir la enfermedad en roedores y demostraron su relación con la translocación Filadelfia.
Ahora bien, todo esto comenzó como una investigación para entender mejor los genes implicados en la leucemia, pero ¿qué tipo de experimentos se han hecho utilizando esos animales modificados genéticamente?
Gracias al uso de ratones, los científicos han conseguido comprender mejor cómo se produce la leucemia y han probado diversos tratamientos[3], además de abrir la puerta al estudio de otros tipos de cáncer y enfermedades dependientes de translocaciones u otras alteraciones cromosómicas. En capítulos posteriores responderemos a una pregunta importante: ¿por qué se hacen todas esas pruebas en animales y no en humanos? Por ahora podríamos adelantar una respuesta parcial: porque en muchos casos los tratamientos experimentales matan al animal o se hace necesario sacrificarlo para ver si el experimento ha tenido algún efecto sobre el organismo.
He elegido este ejemplo para que se entienda una cosa: muchas veces las fronteras de un tipo de experimentación con las demás no están claras, y lo que empieza como un ensayo para entender mejor la genética puede continuar con experimentos sanitarios para buscar tratamientos.
Veamos otro ejemplo de experimentación con animales. La tuberculosis es una enfermedad altamente infecciosa causada por Mycobacterium tuberculosis, una bacteria que afecta especialmente a los pulmones. Es una de las dolencias humanas más antiguas que se conocen y algunos estudios indican que podría tener unos 10 000 años de historia.
La tuberculosis se transmite a través del aire cuando los propagadores tosen y expulsan las bacterias al ambiente. Si tenemos en cuenta que se calcula que una tercera parte de la población mundial está infectada con la bacteria tuberculosa de manera latente —tienen el bacilo aunque no desarrollan la enfermedad—, podemos entender con qué facilidad se transmite esta patología.
Aunque la tuberculosis se cobra 1,5 millones de vidas al año, es una enfermedad curable en la mayoría de casos. Entonces, si no es necesariamente mortal, ¿por qué mueren tantas personas? Por dos cuestiones básicas: la primera y más importante es que la gran mayoría de las muertes se producen en países subdesarrollados sin acceso a los antibióticos adecuados, y en segundo lugar a la aparición de cepas bacterianas ultrarresistentes que no pueden ser combatidas mediante antibióticos convencionales. Por todo ello, la prevención de la enfermedad es esencial, ya sea mediante la mejora de las condiciones sanitarias o el desarrollo de vacunas que puedan erradicarla definitivamente.
Pero ¿existen vacunas contra la tuberculosis? Sí, aunque no son totalmente efectivas. La más usada es la llamada BCG, abreviación de Bacille Calmette-Guérin en honor a Albert Calmette y Camille Guérin, investigadores del Instituto Pasteur de Francia que desarrollaron la vacuna a principios del siglo pasado usando conejos, ovejas y caballos.
Esa vacuna fue un avance esencial en la lucha contra la enfermedad y ha salvado —y actualmente aún salva— a millones de personas, si bien tiene solamente una efectividad del 50%: al fin y al cabo se desarrolló hace casi un siglo y desde entonces han surgido nuevas cepas. Por todos estos motivos hace falta avanzar para conseguir una vacuna mejor, y es ahí donde entra la experimentación animal.
En un intento por controlar la enfermedad, algunos científicos han realizado multitud de experimentos empleando animales como ratones, cobayas, conejos, vacas y primates. Ahora bien, es importante explicar que la investigación en este campo no se hace exclusivamente en un único animal, ya que el parecido genético entre diferentes especies es gradual y más intenso conforme nos acercamos a organismos más similares a nosotros. Es por ello por lo que a veces se utilizan macacos Rhesus (Macaca mulatta), ya que pueden desarrollar la enfermedad de manera muy parecida a la humana. Y todo esto nos lleva hasta los experimentos actuales para obtener una vacuna contra la tuberculosis.
Un grupo de investigadores del Instituto Sueco de Control de Enfermedades Infecciosas se ha esforzado mucho por aumentar, ampliar y prolongar la protección inmune de las vacunas contra la tuberculosis. Para hacerlo, utilizan nuevas cepas del bacilo tuberculoso y ya han obtenido resultados prometedores gracias al uso de macacos[4]. Otros grupos intentan conseguir mejores formas de combatir la enfermedad una vez que se ha producido el contagio, y todo parece indicar que algunos de esos tratamientos podrían formar parte de la próxima generación de herramientas contra la tuberculosis.
Como conclusión de los experimentos sanitarios, sería relevante indicar que desde moscas de la fruta a ratones, conejos, cerdos o primates, se utilizan de manera habitual para desarrollar nuevos fármacos, vacunas o tratamientos contra enfermedades que actualmente no tienen solución. Muchos de esos animales mueren a causa de los experimentos o son sacrificados para obtener los datos que, de otro modo, no se podrían extraer al final del proceso.
Algunos casos de experimentación animal no sanitaria
En la última década, el término alimento transgénico ha cobrado mucha importancia, pero como resumen del asunto solo necesitas saber una cosa: un alimento transgénico es un producto comestible que procede de un ser vivo al cual se le ha modificado o añadido algún gen. ¿Cuál es el motivo de esta modificación? Depende del caso, pero a veces se persigue tener mejores rentabilidades en la producción, utilizar menos herbicidas para ser más respetuosos con el medio ambiente o eliminar sustancias del alimento que pueden ser perjudiciales para un grupo de la población —por ejemplo, crear productos sin gluten para que los enfermos celíacos[5] puedan ingerirlos—. Ahora bien, un elevado sector de la población se pregunta si los alimentos transgénicos son seguros. Para responder es importante remarcar que todo producto de origen biológico tiene genes y que alterarlos no debería hacer que un alimento sea peligroso. No obstante, la normativa exige que todo nuevo transgénico sea testado y marcado como seguro. Pero ¿qué tipos de experimentos se hacen para demostrarlo?
El Journal of Dairy Science contaba en 2015 un experimento interesante con vacas[6]. Se pretendía determinar si la alimentación de los animales con soja transgénica afectaba a la calidad de la leche. La soja estaba modificada para ser resistente a un herbicida y reducir la cantidad de otros productos menos efectivos y más perjudiciales. El experimento contó con veintiséis vacas que fueron alimentadas en dos grupos diferentes: uno con la soja transgénica y otro con la normal. Finalmente, el análisis de la leche demostró que no había ninguna diferencia entre la leche de los dos grupos de animales, lo que venía a confirmar que alimentar al ganado con alimentos transgénicos no afecta de ningún modo al producto que consumimos. En este tipo de ensayos los animales no suelen ser sacrificados.
Otro ejemplo de experimentación animal —esta vez biotecnológica y también con fines industriales— es la utilización de organismos vivos como fábricas de compuestos, ya sean terapéuticos o de otro tipo. Las proteínas son moléculas minúsculas creadas por los seres vivos y que tienen una función determinada —la insulina que necesitan los diabéticos es una proteína—. Pues bien, muchos científicos han intentado durante muchos años crear animales transgénicos para producir proteínas que tuvieran algún valor. Por ejemplo, nos encontramos con el caso de la ATryn, que es una antitrombina utilizada para prevenir coágulos sanguíneos en pacientes de una enfermedad rara y que actualmente se fabrica gracias a cabras domésticas (Capra aegagrus hircus). Pero ¿cómo lo hacen? La empresa GTC Biotherapeutics les introdujo el gen humano de la antitrombina humana alfa —único tratamiento posible para los enfermos—, así que los animales producen la proteína humana en su leche. Actualmente, un rebaño de unas doscientas cabras abastece a toda la población mundial que está bajo tratamiento, lo cual nos puede dar una idea de cómo de potente es esta técnica.
Otras empresas como AgResearch también han creado vacas transgénicas para producir proteínas terapéuticas en su leche, pero puede que te preguntes por qué se necesita usar animales. La respuesta no es sencilla, ya que para producir proteínas transgénicas se utilizan cuatro opciones diferentes: microorganismos como levaduras y bacterias, plantas, células de mamíferos cultivadas artificialmente[7] o animales transgénicos. El organismo elegido dependerá del tamaño y la estructura de la proteína, debido a que para producirlas no vale cualquier ser vivo.
Algunas proteínas humanas pequeñas, como por ejemplo la insulina o la hormona del crecimiento, se producen generalmente en bacterias transgénicas. Esta técnica no requiere directamente de experimentación animal, pero algunas proteínas altamente complejas solo se pueden producir en animales o en cultivos celulares; por ejemplo, muchos anticuerpos[8]. Ahora bien, para obtener esos cultivos también hay que sacrificar animales; además, existe una cuestión económica para utilizar organismos vivos. Esto puede verse de forma muy clara en el caso del trastuzumab, un anticuerpo que se une a la superficie de algunas células cancerosas y evita la proliferación de tumores. Pues bien, ese anticuerpo es un tratamiento vital contra el cáncer de mama, pero para producirlo se tienen que cultivar células de ovario de hámster chino transgénico —sí, has leído bien—. Esas células fabrican el trastuzumab, pero el proceso es tan caro que el tratamiento para doce meses cuesta unos 90 000€ por paciente. Ahora comparemos todo eso con el gasto que supondría alimentar a unas pocas vacas y purificar la proteína a partir de su leche. En casos como este la cuestión económica es relevante porque el precio de los medicamentos supone una barrera para acceder al tratamiento.
Todos estos procesos no se hacen solo con mamíferos y su leche. Por ejemplo, la revista Federation of American Societies for Experimental Biology publicó en 2015 un artículo explicando cómo utilizar gallinas para obtener el factor de crecimiento epidérmico humano en sus huevos, lo cual demuestra que utilizar animales como fábricas de compuestos de interés industrial, farmacológico o químico, ya es una realidad.[9]
Sigamos con más ejemplos fuera del sector biotecnológico. La experimentación animal puede utilizarse para que la ciencia amplíe la frontera del conocimiento, como por ejemplo los esfuerzos para crear abejas transgénicas que permiten entender su comportamiento social[10], o investigaciones para comprender el funcionamiento del cerebro. En esa dirección, es interesante mencionar a un grupo de científicos que utiliza ratones para desvelar el papel de la alfa-sinucleína[11]. Ahora bien, ¿qué es ese compuesto con un nombre tan raro? Se trata de una proteína que forma los cuerpos de Lewy que aparecen en los enfermos de Parkinson y en algunos tipos de demencia.
Ese grupo de científicos quería entender si la alfa-sinucleína tenía la capacidad de propagarse a través de un tipo especial de neuronas y, al mismo tiempo, si podía infectar a otras células nerviosas. Para ello crearon ratones transgénicos que tenían en su cerebro mucha alfa-sinucleína. Una vez hecho adultos, los sacrificaron para poder ver el estado de su cerebro. Sin embargo, después de todo el trabajo no encontraron evidencias de que la proteína pudiera infectar a otras neuronas.
Este último ejemplo es interesante por un motivo: muchas de estas investigaciones podrían tener una aplicación en el futuro —si se entiende mejor una proteína que interviene en una enfermedad ese conocimiento podría usarse para curarla—, pero la realidad es que generalmente estos experimentos no prosperan más allá de la investigación básica, es decir, su aplicación no está clara y solamente intentan aumentar el conocimiento sobre una cuestión determinada.
Otro tipo de experimentos comentados por los grupos contrarios a la experimentación animal son los ensayos de toxicidad ambiental. Pongamos un ejemplo real y objetivo de este tipo de prácticas para que puedas hacerte una idea de cómo se realizan.
Un estudio realizado en 2015 y publicado en la revista científica Neurotoxicology intentaba verificar la toxicidad alimentaria de los fluorenos, que son hidrocarburos aromáticos presentes como contaminantes en el medio ambiente.[12] Ese tipo de compuesto es neurotóxico si se inhala, pero se desconocía si ocurría lo mismo al ingerirlo. Para evaluar si era peligroso a nivel alimentario se administró en la comida de un grupo de ratas. Después de un tiempo los animales fueron sometidos a pruebas para ver su habilidad recorriendo laberintos, su actividad locomotora, su aprendizaje y variables fisiológicas como el peso de sus órganos. Finalmente, se determinó que una dosis alta de fluorenos en la alimentación produce efectos negativos sobre los animales y es un problema medioambiental grave.
Estos experimentos que hemos visto son ejemplos de investigaciones no sanitarias donde también mueren muchos animales, ya sea a causa de los experimentos o por la necesidad de sacrificarlos al final de los mismos para recoger los datos necesarios para evaluar su efecto.
Hablemos de números
Hemos hablado de casos de experimentación animal y establecido algunas clasificaciones, pero si queremos presentar la cuestión de manera objetiva es importante hablar de números: si el tipo de ser vivo utilizado afecta a la opinión del ciudadano, entonces habrá que medir qué clases de animales se usan en los laboratorios, ya que la gran mayoría de personas comparte la idea de que no es lo mismo experimentar con primates que con ratones.
Ahora bien, existen limitaciones para calcular ese número, ya que el uso de la experimentación animal es una práctica mundial y no todos los países tienen un registro de datos. En la Unión Europea hay una directiva comunitaria que obliga a registrar el número de vertebrados utilizados, pero el problema es que se tiende a subestimar la cantidad de seres vivos porque hay categorías paralelas a la investigación que también los necesitan, como por ejemplo los animales criados para mantener las variedades que se requerirán en las investigaciones futuras. Tampoco se contabilizan todos los animales utilizados en la creación de los cultivos celulares que mucha gente, desde el desconocimiento, ofrece como alternativa a la experimentación animal —en Alemania se utilizaron 590 254 animales en el año 2005 para hacer cultivos celulares, frente al total de 1 822 424 individuos utilizados en investigación directa, lo cual supone un 32,4% más que la cifra oficial[13]—.
Si nos vamos fuera de la Unión Europea la situación es aún más difícil de controlar, ya que muchos países no recopilan esos datos —por ejemplo, las cifras de Estados Unidos excluyen a ratones, ratas, aves, peces, reptiles y anfibios—. Por otro lado, ningún país del mundo ofrece datos sobre experimentación con animales invertebrados como moscas o gusanos, así que si quisiéramos ser estrictos con las cifras sería imposible. No obstante hay estudios que, partiendo del número de publicaciones científicas y de las estadísticas oficiales, estiman de manera acertada el número de vertebrados utilizados en investigación científica. Uno de esos trabajos fue realizado para cuantificar los animales usados a nivel mundial en el 2005.[14]
Haciendo las estimaciones de la mejor manera posible, entonces se puede decir que se utilizaron en el mundo 46,6 millones de vertebrados para experimentación directa en el año 2005. Ahora bien, si queremos ser exactos también debemos tener en cuenta el porcentaje de animales sacrificados para el suministro de cultivos celulares (21,1% adicional), los utilizados para mantener las cepas de organismos en los estabularios[15] (17,2% adicional) y los criados para su uso en el laboratorio pero considerados como excedentes (59,3% adicional). Todo esto nos haría aumentar en un 97,6% la cifra de animales usados en todo el mundo, siendo en realidad de 115,3 millones.
Si queremos datos más actuales —al fin y al cabo los anteriores son de 2005— habría que decir que cuesta mucho encontrar estudios rigurosos, pero una extrapolación del artículo anterior para datos del año 2012 nos daría como resultado 118,4 millones, es decir, cifras muy parecidas a las de 2005.[16]
Si también deseamos saber el tipo de animal, entonces la historia se complica. Podríamos sacar un buen ejemplo del trabajo recopilatorio Annual Statistics of Scientific Procedures on Living Animals 2014, publicado por Gran Bretaña —una de las potencias europeas en cuanto a investigación— y donde se muestran estadísticas sobre qué tipos de animales se utilizan. Si miramos los datos de cerca nos daremos cuenta de que los ratones suponen el 60% (1,16 millones), los peces el 14% (264 000), las ratas el 12% (234 000), las aves un 7% (139 000), y el resto de especies otro 7%, de los cuales los caballos supusieron el 0,4% (8 100), los perros el 0,2% (4 100), los primates el 0,15% (3 200) y los gatos el 0,01% (210), pero todo esto lo podemos visualizar mejor en la gráfica siguiente.
Si queremos averiguar si la situación de Gran Bretaña es común, entonces podemos compararla con la de España en el año 2013.[17] De los 920 458 animales utilizados el 72,04% fueron ratones (663 062), el 11,40% ratas (104 949), el 5,95% peces (54 758), el 3,48% aves (32 030), el 3,02% conejos (27 841), el 1,32 cobayas (12 168), el 1,02% cerdos (9 373), el 0,97 anfibios (8 927), el 0,24 ovejas (2 231), el 0,08% perros (774), el 0,03% gatos (254), y macacos el 0,03% (312). El 0,56% restante correspondería a otros animales vertebrados de menor importancia en investigación, pero para apreciar mejor las diferencias también nos podemos fijar en la gráfica siguiente.
Podemos sacar una conclusión interesante de estos datos: dos países industrializados y con una elevada tasa de investigación científica, como son España y Gran Bretaña, utilizan en su mayor parte roedores, peces y aves de corral. Otros grupos animales que suelen presentar muchos conflictos morales para su uso en laboratorios como perros, gatos o macacos, en realidad suponen cifras muy reducidas.
Por otro lado, si nos fijamos en el resto de países, los porcentajes de animales utilizados son muy parecidos por una razón: es más fácil trabajar con ratones, peces y aves de corral, que con animales más grandes.
Ahora bien, si continuamos con el análisis vemos que el número mundial de animales utilizados en experimentación ronda los 118,4 millones al año, pero entender números tan grandes es difícil sin tener algo con lo que compararlos. Si tenemos en cuenta que cada año se sacrifican de forma directa 200 000 millones de animales para consumir su carne —según estimaciones bastante conservadoras—, vemos que los vertebrados utilizados en experimentación científica supondrían el 0,06% de esa cantidad.
Respecto al tipo de animal utilizado, vemos que los roedores son los que más presencia tienen, pero para entender mejor si ese número es alto podemos compararlo con algunos datos objetivos. Por ejemplo, ¿te has preguntado alguna vez cuantos ratones mueren atropellados al año en España? Según un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid fallecen unos 200 roedores al año por kilómetro de carretera.[18] Teniendo en cuenta que España tiene 165 361 kilómetros de vías construidas, podemos concluir que el número es de unos 33 millones al año, es decir, los roedores utilizados en investigación científica en España supondrían un 2,44% de esa cantidad.
Hemos hablado del número total de animales que son usados para experimentar con ellos, pero también sería conveniente hacernos una segunda pregunta, ¿para qué tipo de experimentos son utilizados?
Si intentamos responder a esa cuestión podemos utilizar como ejemplo los datos de España para el año 2013, concluyendo que la mayor parte se destinan a investigación biológica básica y al desarrollo de productos médicos y veterinarios, aunque todo esto lo podemos ver de forma más sencilla en la siguiente gráfica.[19]
Estos datos nos permiten extraer al menos una conclusión interesante: el uso de animales destinados a investigación biológica y médica abarca casi el 80%. Este dato es relevante porque nos hace entender que casi todos los experimentos intentan mejorar la salud de las personas o, en su defecto, ampliar el conocimiento científico que permitirá las aplicaciones médicas del futuro.
Una visión global
La experimentación animal es una herramienta que puede ofrecer muchos ejemplos. Hasta el momento he mostrado una diversidad de casos que involucran diferentes objetivos y animales, ahora bien, si tuviéramos que generalizar podríamos decir que la mayoría de experimentos tienen una finalidad biomédica y que utilizan roedores para ello. Por otro lado, también hay investigaciones destinadas a otras cuestiones, pero son una minoría o están directamente relacionadas con la salud y la conservación del medio ambiente.
Por lo tanto, la experimentación animal no es sinónima de salvar vidas, sin embargo, sí que es cierto que la gran mayoría de investigaciones están relacionadas directamente con la biomedicina.
Ahora conocemos qué es la experimentación animal, pero hay una pregunta que sería interesante realizar, ¿es correcto matar animales para hacer avanzar el conocimiento? Hay un grupo numeroso de personas que opina que no lo es, y para tener una versión completa de la historia tendremos que analizar sus motivos.
[1] El genoma es el conjunto total de todo el material genético de un organismo vivo.
[2] Los cromosomas son estructuras biológicas formadas por ADN y proteínas, y que además contienen la mayoría de la información genética de un organismo vivo.
[3] An overview of chronic myeloid leukemia and its animal models. (WeiXu Ma et al.) Science China, life sciences. 2015
[4] Prime-Boost Vaccination with rBCG/rAd35 Enhances CD8+ Cytolytic T-Cell Responses in Lesions from Mycobacterium Tuberculosis –Infected Primates. Sayma Rahman et al. Molecular Medicine. 2012
[5] Los celíacos padecen la enfermedad celíaca, que consiste en una intolerancia alimentaria permanente al gluten, que viene a ser un conjunto de proteínas presentes en el trigo, la avena, la cebada y el centeno.
[6] Effects of feeding diets based on transgenic soybean meal and soybean hulls to dairy cows on production measures and sensory quality of milk. W. Weiss et al. Journal of Dairy Science. 2015
[7] Un cultivo de células es un recipiente donde se introducen células del animal deseado, se le añaden todos los ingredientes para que no se mueran y se permite que se multipliquen. Al final tendremos millones de células flotando en el medio, y en algunos casos se pueden utilizar para investigación científica.
[8] Los anticuerpos son proteínas específicas que reconocen y se unen a otras moléculas del organismo para protegernos contra ellas.
[9] Deposition of bioactive human epidermal growth factor in the egg white of transgenic hens using an oviduct-specific minisynthetic promoter. T.S. Park et al. Journal of the Federation of American Societies for Experimental Biology. 2015
[10] A piggyBac route to transgenic honeybees. Yehuda Ben-Shahar . Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America. 2014
[11] No apparent transmission of transgenic α–synuclein into nigrostriatal dopaminergic neurons in multiple mouse models. Namratha Sastry. Translational Neurodegeneration Journal. 2015
[12] Behavioral toxicity and physiological changes from repeated exposure to fluorene administered orally or intraperitoneally to adult male Wistar rats: a dose-response study. J. Peiffer. Journal of Neurotoxicology. 2015
[13] Report of the Numbers of Animals Used in Experimentation in 2005. German Federal Ministry of Consumer Health, Nutrition and Agriculture. 2006.
[14] Estimates for Worldwide Laboratory Animal Use in 2005. K. Taylor et al. Humane Society Institute for Science and Policy, Animal Studies Repository. 2008
[15] El estabulario es el espacio donde se tiene a los animales destinados a la experimentación científica.
[16] A Global View of Animal Experiments 2014. The Lush Prize. 2015
[17] Animales utilizados en investigación científica en 2013. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
[18] How many rodents die on the road? Biological and methodological implications from a small mammals’ roadkill assessment on a Spanish motorway. Ruiz-Capillas et al. Ecological Research. 2015
[19] Animales utilizados en investigación científica en 2013. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.
Fernando Cervera Rodríguez has a degree in Biological Sciences from the University of Valencia, where he also completed a master’s degree in Molecular Approaches in Health Sciences. His research work has focused on aspects related to molecular biology and human health. He has written content for various platforms and is an editor for Plaza Magazine and Muy Interesante. He has been a finalist for the Boehringer national award for health journalism and winner of the Literary Award for Scientific Dissemination of the Ciutat de Benicarló in 2022. He has also published a book with the Laetoli publishing house, which deals with skepticism, biomedical scams and pseudoscience in general. The book is entitled “The art of selling shit”, and another with the Círculo Rojo publishing house and entitled “In favor of animal experimentation”. In addition, he is a founding member of the Association to Protect the Patient from Pseudoscientific Therapies.