Mad Max: Fury Road (What a lovely, lovely day!)

Max Rockatansky era una persona normal. Vamos, lo normal que puede ser alguien en un mundo donde los pandilleros, las violaciones y las muertes gobiernan el día a día tanto como el sol que sale por un lado y se esconde por el otro. Pero Max era normal, como ya digo. Tenía una mujer y un hijo, y se dedicaba a poner algo de cordura a un mundo que se estaba yendo a la mierda. Un mundo donde la escasez de recursos hace que salga lo más básico del ser humano, donde un mendrugo de pan o una lata de gasolina tiene más valor que el oro de 24 kilates o que la firma de Michael Jordan. Bien se podría decir que el humano medio baja sus instintos al nivel de las cosas que necesita. Y Max era muy bueno en su trabajo, de hecho no, era el mejor: Max era un poli. Y de los buenos. Lo que pasa es que en este mundo y en otros tantos si alguien destroza a tu mujer y mata a tu hijo, pues como que la cordura puede perderse cual helado en Valencia un día de poniente. Y ahí nace el Max que conocemos, el Max al que no le importa un carajo el orden mundial sino sobrevivir, pelear un día más. Max se convierte en Mad Max.

Esta es básicamente la premisa de esta película, la cual podéis ver en la primera entrega de todas, considerada una película de culto y la responsable de lanzar a Mel Gibson al estrellato hace unas cuantas décadas. Tras esa película hubo dos más, y Max se perdió en el tiempo hasta este año, cuando George Miller ha podido rescatar a la leyenda, al guerrero, al loco Max. Después de una primera película algo irregular pero que empezó esta historia, una segunda parte muy buena, y una tercera película también irregular, muchas eran las dudas sobre este proyecto. Más teniendo en cuenta el tiempo que había pasado desde la última entrega y las últimas producciones del propio Miller. Pero qué demonios, le soltaron el cheque en blanco y le dijeron: George, tienes carta libre, haz que Max vuelva a circular por las carreteras que se merece (quizás no fuera así, pero más o menos sería el espíritu de la conversación).

Y hete aquí, otra vez nos ponemos en la piel de Max Rockatansky, perdón, de Mad Max. Nuestro protagonista comienza la película dando muestras de una pérdida alarmante de humanidad. No es que ya no parezca una persona sino que se comunica mediante gruñidos más que con frases. Si perdemos la capacidad de hablar, ¿qué síntoma de inteligencia nos puede quedar? Y aquí es donde radica una de las peculiaridades de la película: los escasos diálogos que tiene. Y oiga, que no le hacen falta. ¿Para qué hablar si puedes conducir, chocarte, gruñir, y cocinar a gente dentro de sus propios coches? Otra gran peculiaridad de la película es que tiene un ritmo endiablado, donde estás en tensión en prácticamente cada segundo en el que un coche está rodando por los yermos paisajes que nos regalan. Porque ojo, la película se puede resumir como un viaje de ida y vuelta. Pero qué ida. ¡Y qué vuelta!

¿Acaso he dicho que Max es el protagonista? Pues nada más lejos de la realidad. De hecho podríamos decir que es hasta un actor secundario en toda la trama de lucha por la libertad de unas cuantas mujeres que ya no quieren ser utilizadas como objetos por el cacique de turno. Y ella, Imperator Furiosa, es la mitad de la película. El nombre lo dice todo, pero ella nos muestra más, una mujer criada en medio del duro desierto, donde se ha tenido que abrir camino a base de leñazos, cosa que se ve en su mermado cuerpo. Así pues, la película no gira solo en torno a nuestro Max, sino que éste se ve envuelto en el escape de estas mujeres que quieren ser consideradas como personas, no como meros úteros móviles. Mucha gente ha tildado a la película de feminista (y hasta machista) por la imagen que se ve de las chicas. Ni de coña. Es cierto que gran parte de las mujeres protagonistas son muy atractivas, pero no por caprichos del guión sino por una causa real debido al papel que juegan en la sociedad gobernada por Inmortan Joe, el tirano de turno.

Por si no está quedando claro, la película es acción, y me ha encantado. Son dos horas de pura adrenalina salvo por un pequeño compás hacia la mitad de la película, pero que solo sirve de elemento para que bajes la guardia y las persecuciones alocadas te vuelvan a pegar en toda la cara. Y eso que te lo esperabas. Además, antes que caer en la tentación de sobre-utilizar los efectos especiales, Miller ha demostrado ser un señor con un gusto extremo y ha contratado a toda una horda de especialistas que hacen que las escenas de mayor voltaje tengan un realismo que hasta te podrías creer.

Max ha vuelto, y aunque la historia no se centra en él, es un elemento indispensable para el desarrollo de los acontecimientos. Es Mad Max, sí, pero en una parte muy interna sigue siendo Max Rockatansky, el poli, el tío que pateaba culos de pandilleros para que el mundo fuera un poco menos mierda que antes. Quizás no todo lo que hace lo hace para escapar ni sobrevivir. Quizás una parte de su pelea sigue siendo para mantener el orden en un mundo que lo necesita más que nunca.

Id a ver la peli, aunque sea solo para admirar al tío de la guitarra. Merece la pena.

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